Regulaciones sobre el mercado laboral
Mucho se ha discutido sobre la inconveniencia de las regulaciones en el mercado laboral. Economistas como Paul Heyne [i], Henry Hazlitt [ii] y William Hutt [iii], entre otros, han explicado perfectamente el problema al que voy a referirme. Concretamente, la inconsistencia de establecer disposiciones que obligan a pagar salarios mínimos para determinadas actividades. Motivado por la reciente lectura de un artículo de Len Shackleton en el blog del Institute for Economic Affairs [iv], propondremos algunas reflexiones, que consideramos atinadas en vista de la realidad que se vive en los países menos prósperos de Sudamérica.
Como se menciona en el referido trabajo de Shackleton, si las regulaciones obligan al pago de salarios mínimos, por encima de la productividad marginal de ciertos trabajadores, estos convierten al negocio de lucro que debe ser siempre la contratación de un trabajador, (o de cualquier otro factor de producción), en una actividad ruinosa. Es decir, con un costo mayor a su retorno. Si el empleador no puede evitar este negocio, por rigideces en el mercado laboral que le impiden cesar con esta contratación, generamos un problema adicional. Si estas fricciones lo obligan, incluso por cierto tiempo, a continuar con la contratación de esos operarios sobre valuados, el perjuicio social resulta evidente: Aunque algún individuo determinado pueda verse beneficiado transitoriamente, esta situación mueve al empresario a incurrir en pérdidas. Estos quebrantos serán absorbidos por el capital de la empresa. Por ende, la estructura de bienes de capital, a disposición de los trabajadores, ya sean los trabajadores sobre valuados, como todos los demás, se reducirá. Por la imposibilidad de reinvertir utilidades a una tasa que supere la de las amortizaciones. Al caer el stock de capital, se resentirá la productividad marginal de todos los trabajadores. Esto devengará, luego, salarios más bajos, que si no pueden ajustarse, acelerarán el proceso en forma de espiral, afectando cada vez a más trabajadores.
Somos conscientes de que este punto no va a ser fácilmente aceptado por la opinión pública. Pero este solo argumento no alcanza a frenar sus efectos en otras variables macroeconómicas: La pérdida de competitividad ocasionada por el divorcio entre costos, precios y rentabilidad, disminuirá la producción de ciertos oferentes marginales, cuyos costos los llevan a quebrar antes que a otros. Esto limitará los saldos exportables. Así se obtendrán menos divisas internacionales, lo cual elevará el precio de estas monedas. A esta altura del análisis, algunos alegarán que esta suba del precio de las divisas impulsará las exportaciones, reactivadas por el nuevo precio de la moneda extranjera con las que se pagan. Si bien esto es cierto, este nuevo equilibrio se produce arrastrando a algunas variables a un nuevo punto. ¿Cuáles son estas? ¿Cuáles son sus efectos?
A nuestro juicio, el principal problema radica en la estructura de capital. Cuando se persiste en este programa por décadas, la destrucción de capital torna escaso a este factor de producción. Que es lo mismo que decir que la tasa de interés será crónicamente alta, Por escasez de oferta. Esto vuelve a elevar los costos de las empresas. Pero, asimismo, toda esta dinámica lleva a que la demanda de capital va a aumentar.
El motivo que nos hace afirmar esto último es que los factores de producción, hasta cierto grado, pueden suplantarse. Con salarios altos, en una primera instancia, se eligen los operarios más capacitados. Luego se reemplazan los menos formados por maquinarias, servomecanismos, elementos de control computarizado, y muchos etcéteras. Si es caro contratar a un chofer, se buscará al más capacitado y se lo asignará a un camión más grande. Si es caro pagarle e una cuadrilla de albañiles, se demolerá con dinamita. Si es caro el salario de un operario mecánico, se armaran automóviles con robots. O se pintarán en una cuba electrolítica. Esta mayor demanda de bienes de capital, en reemplazo de asalariados que resultan antieconómicos, exacerba su demanda y su escasez y eleva aún más las tasas de interés, así como el desempleo. La decisión racional sería invertir más en capital y menos en salarios. Pero como esta decisión está motivada por una regulación, muchos empresarios prudentes no hacen ni uno ni lo otro. Emigran con su capital remanente y sus empresas. Y el nivel de desarrollo y de crecimiento se resiente grandemente.
En definitiva, lo que queremos explicar es que las regulaciones llevan a tomar decisiones de asignación de recursos que son equivocadas, dado el stock de recursos del que se parte: Si sobran operarios y falta capital, nunca puede ser acertado despedir personal para reemplazarlo por máquinas. Los errores de asignación de recursos no son gratuitos. Aunque lleguemos a un nuevo equilibrio, va a ser a costa de menos exportaciones, divisas más caras, dificultades para importar, niveles de desempleo incompatibles con la paz social y el desarrollo y ausencia de condiciones de equilibrio a largo plazo.
[i] Heyne, Paul, “Conceptos de economía: el mundo según los economistas” Madrid : Prentice – Hall, 1998, Cap 15. ISBN: 8483220113
[ii] Hazlitt, Henry: “La economía en una lección” 4a ed. –Madrid : Unión Editorial, 1996. Cap XVII ISBN: 8472093077.
[iii] Hutt, William H.: “La contratación colectiva”. Madrid : Unión Editorial, 1976. ISBN: 84-7209-051-5
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