Violín en bolsa
SALAMANCA. – “Extraño mi casa, extraño a mi familia, extraño a mi novia, extraño la comida” son algunas de las cosas que pudieron averiguar los dos periodistas alemanes que entrevistaron en un lugar secreto de Moscú al espía arrepentido norteamericano Edward Snowden mientras el caso va perdiendo combustible rápidamente.
Las filtraciones del espionaje masivo que venía (y que sigue) haciendo la Agencia Nacional de Seguridad (NSA por sus siglas en inglés) provocaron un escándalo enorme en casi toda Europa y sus políticos más prominentes pusieron el grito en el cielo. Entre ellos: Ángela Merkel, de Alemania, y David Cameron, primer ministro inglés; François Hollande, presidente francés, y Mariano Rajoy, jefe de gobierno español, se mostraron más cautos. A esta altura, todos van metiendo violín en bolsa a medida que surgen noticias sobre la red de espionaje en la que están complicados justamente los países cuyos dirigentes mostraron mayor indignación.
Rajoy se mostró muy reservado, pues quizá estaba al tanto de que las oficinas de inteligencia de España participaban en esta recopilación de “metadatos”. De acuerdo a las leyes, no pueden espiar a ciudadanos españoles dentro del territorio español, pero sí pueden hacerlo si están afuera. En cuanto a las demás nacionalidades, piedra libre. Los controles a los connacionales solo se pueden realizar con autorización de un juez y se ha sabido que se libran un poco más de mil autorizaciones al año, lo que equivale a más de tres por día.
Los servicios de inteligencia alemanes han intercambiado información con sus colegas de la NSA y el furibundo Cameron debió tragarse sus palabras ya que es precisamente en Inglaterra donde se pincha el cable transoceánico que pasa por la isla. Resultaba muy cómodo poner la caja espía en el lugar adecuado, antes que el cable se sumergiera en el mar para realizar su largo recorrido.
Aunque no en Europa, en el Brasil de Lula da Silva se espió a diplomáticos de Rusia, Irán e Irak; se les siguió, se les fotografió, se les grabaron sus conversaciones. Un alto agente del servicio de inteligencia brasileño declaró al periódico “Folha de São Paulo” que se les espió no solo en el interior de sus embajadas sino incluso en sus habitaciones particulares. Pero nadie se ofende porque todo esto se hizo, siempre de acuerdo al mismo agente, “para proteger intereses nacionales”. ¿Y no es esto lo que hace la NSA? ¿Le pedirá disculpas Dilma Rousseff a Putin de la misma manera que ella le está exigiendo a Barak Obama que le pida disculpas a ella?
Además de extrañar a su familia, su casa y sus comidas, no deja de ser curioso el hecho de que Snowden, quien actuó en nombre de la libertad de expresión y el respeto a las personas, según lo declaró él mismo, haya buscado asilo en Rusia, un país donde no se respeta ni la libertad de expresión, ni la libertad de las personas ni los derechos humanos. Su presidente, Vladimir Putin, exagente de la KGB, el organismo encargado de espiar y reprimir a los disidentes de la antigua Unión Soviética, poco o nada ha cambiado en sus métodos aunque haya cambiado de oficina. Para él siguen siendo la misma cosa. Su prócer personal, el australiano Julián Assange que de tanto en tanto satisface su egolatría y su narcisismo apareciendo en los balcones de la embajada de Ecuador en el Reino Unido para ser fotografiado por la prensa, también ha pedido asilo en un país en el que su presidente, Rafael Correa, acaba de reformar la Constitución para poder eternizarse en el poder de manera legal, al mismo tiempo que persigue con juicios y multas siderales a todos aquellos periodistas que son críticos de su gobierno.
Aunque el escándalo ha perdido fuelle, ha servido, durante semanas, para desviar la atención de los verdaderos grandes problemas que enfrenta en este momento Europa y que ponen en peligro todas las grandes conquistas que lograron con la unidad de 27 países que suman unos 520 millones de personas, como la crisis económica y, sobre todo, la aparición de movimientos y políticas xenófobos, partidos neonazis con su correspondiente reivindicación de ideas totalitarias y racistas, mientras los partidos políticos tradicionales han entrado en una profunda crisis y los movimientos otrora progresistas se baten en retirada. Tanto heroísmo individual para lograr una sola cosa: volver más inseguro el mundo en que vivimos.
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