El consenso de Marx y la vigencia de sus ideas
En el segundo capítulo de El Manifiesto Comunista, Karl
Marx sugiere un compendio de medidas a ser implementadas por los
países más progresivos, a criterio de cumplir con el objetivo de su
ideología. Esas sugerencias podrían resumirse en las siguientes:
– Expropiación de la propiedad inmueble y aplicación de la renta del
suelo a los gastos públicos.
– Fuerte impuesto progresivo.
– Abolición del derecho de herencia.
– Confiscación de la fortuna de emigrados y rebeldes.
– Centralización del crédito en el Estado por medio de un banco
nacional con capital estatal y régimen de monopolio.
– Nacionalización de los transportes.
– Multiplicación de las fábricas nacionales.
– Proclamación del deber general de trabajar; creación de ejércitos
industriales.
– Articulación de las explotaciones agrícolas e industriales.
– Educación pública y gratuita para todos los niños.
En el parecer del autor, estas medidas llevarían a los países a un progreso
ascendente. Sin embargo, tanto en la historia como en la actualidad, sigue
siendo evidente que la aplicación de estas ideas ha llevado en la práctica a un
rumbo opuesto, siendo la miseria el destino final. Ninguna expropiación,
impuesto, confiscación o banca central ha conducido a país alguno hacia la
prosperidad. A nivel global se registra una abundancia de bancas centrales e
intervenciones estatales en el mercado -ambas, culpables de las grandes crisis,
que luego son adjudicadas, erróneamente, al sistema capitalista.
Una de las ideas centrales contra las que arremete el comunismo es la
propiedad privada; olvida esta ideología que el derecho a la propiedad es la
variable que otorga espacio al crecimiento. Brotaría aquí aquella idea tan
falazmente adoptada de que el bien "público" pertenece a
"todos", descuidándose que, en rigor, "aquello que es de
todos, no es de nadie".
Como fundamento principal de El Manifiesto Comunista, el
marxismo proponía "derrocar el régimen de la burguesía, y llevar al proletario
a la conquista del poder", con aspiraciones tales como "ver
abolidas la personalidad, la independencia y la libertad burguesas" -es
decir, remover al individuo de la ecuación-, y declarando que los comunistas
"no tienen por qué esconder sus ideas e intenciones". Se
manifiesta abiertamente que "sus objetivos sólo pueden
alcanzarse derrocando el orden social existente a través de la violencia".
Resultaron evidentes las falencias de este sistema cuando, en 1961, el
premier soviético Nikita Kruschev sugirió al gobierno de la Alemania Oriental
la construcción de un muro para evitar el escape de los berlineses que huían
hacia la libre Alemania Occidental en busca de mejores condiciones de vida. El
9 de noviembre de 1989 caería aquel muro, que cargó en sus cimientos la muerte
de no pocas personas al intentar cruzarlo. Mucho tuvieron que ver en su caída
el rol de personalidades tales como el polaco Lech Walesa, Margaret Thatcher,
Ronald Reagan, el Papa Juan Pablo II y, junto a aquéllos, los residentes de
Berlín Oriental que buscaban libertad.
Lo propio sucedió con Cuba, regenteada por los hermanos Fidel y Raúl
Castro desde hace más de cinco décadas y alimentada en los últimos años con
petróleo venezolano. Los ciudadanos cubanos intentan escapar de su país ante
cada oportunidad, arriesgando sus vidas para huir de la opresión. Tal como
sucediera con los alemanes del lado de la exCortina de Hierro. Asimismo,
el odio, el terror y la violencia forjaron los cimientos de la ideología
comunista, llevada a la práctica por numerosos gobiernos a lo largo de la
historia. Otro claro ejemplo de ello fue el empleo del terror por parte de
Josef Stalin, cuyas políticas llevaron a la muerte a millones de
personas.
En la otra vereda, la experiencia del libre mercado ha demostrado
generar riqueza y favorecer a los más necesitados; a diferencia del
proteccionismo nacionalista que arrastra a cada vez más personas hacia la miseria.
Lícito es citar la soviética de
1921, que terminó con la existencia de seis millones de almas. Los ciudadanos
cubanos también conocen de primera mano las privaciones y la escasez de
alimentos bajo el castrismo.
Toda vez que se acusa al sistema capitalista occidental de ser el gran
culpable de la generación de pobres, cabría preguntarse por qué estas naciones
no son las que contabilizan mayores índices de pobreza. El argumento socialista
de los países que se enfrentan a altos niveles de atraso porque padecieron el
saqueo del resto cae por su propio peso: ignora que la riqueza no posee un tope
y, por ende, tampoco la tiene el crecimiento económico.
Finalmente, es de vital importancia desmitificar la creencia de que
vivimos en un mundo de capitalismo laissez faire. A pesar de los
perjuicios provocados por el perverso ideario comunista, varios supuestos del
marxismo continúan vigentes y lideran la práctica de la política global.
América Latina continúa sumergida en estas turbias aguas, sin mostrar
resultados favorables. El muro físico fue derrumbado hace años; ha llegado el
momento de ofrecerle una oportunidad real a las ideas cercanas a la libertad, y
derribar el muro mental que tanto conoce de opresión.
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