Cuba rumbo a la democracia
“Si no luchas ten al menos la decencia de respetar a quienes sí lo hacen”. José Martí
La
oposición a los hermanos Castro siempre ha tenido como meta el cambio
político, un objetivo válido y trascendental para cualquier persona o
entidad que está a favor de construir una sociedad que respete los
derechos ciudadanos, pero quizás hubiera sido más efectivo haber logrado
vincular esa gestión a un trabajo comunitario intenso que expusiera en
toda su crudeza los abusos sociales y económicos que la dictadura cargó a
la ciudadanía.
Pero la realidad es que las fuerzas políticas que
se opusieron al totalitarismo nunca tuvieron oportunidad de asociar sus
propuestas de cambio con las necesidades de la población, porque el
régimen estableció un control absoluto sobre los gremios, colegios
profesionales y sindicatos; aún más, creó nuevas organizaciones que como
correas de transmisión hicieron posible que las disposiciones
gubernamentales llegaran hasta el último rincón de la isla.
Las
grandes limitaciones con las que ha operado la oposición por décadas le
han impedido desarrollar junto a la lucha política, una paralela que
tuviera como meta denunciar y concientizar a la ciudadanía sobre los
derechos sociales y económicos que les eran violentados.
El
gobierno con zanahoria y garrote sedujo a un amplio sector de la
población. La gente perdió la conciencia de sus derechos y con los años y
las inagotables cosechas de fracasos que sumían cada día más en la
miseria al individuo, se fue desarrollando una masa indiferente en todo
lo que no fuera satisfacer sus propios intereses.
Una vanguardia
que nunca dejó de estar, pero que se hizo pública cuando fue oportuno,
apartó en alguna medida el cambio de régimen de sus objetivos primarios,
y se abocó a una campaña a favor de los derechos humanos, pero con
valoración política.
Posteriormente los objetivos de esa avanzada
fueron evolucionando y progresando para constituir grupos especializados
que tenían objetivos más definidos y concretos, como fue la
constitución del periodismo y el sindicalismo independiente entre otras
vertientes, actividades que no impidieron que se gestaran agrupaciones
estrictamente políticas de carácter contestatario que proclamaban el
objetivo de cambiar el régimen.
Estas actividades fueron
reprimidas, y a pesar de las protestas y el descontento creciente entre
antiguos partidarios, el régimen mantuvo el control de todas las
entidades de la sociedad civil.
La incapacidad del gobierno para
encontrar soluciones a las demandas naturales de una sociedad moderna,
le paralizaba todavía más; la improductividad y la corrupción azotaron
el país. El desencanto cundió, la oposición creció, y la represión se
incrementó.
Si el fin de la Unión Soviética fue un severo golpe
para la dictadura en el aspecto económico, también lo fue para la imagen
pública de la nomenclatura que no cesó de afirmar durante décadas que
el futuro del mundo era del socialismo.
Este porrazo afectó
negativamente a un sector de la clase dirigente cubana. La fe de muchos
de los conversos se quebró cuando vieron a las repúblicas soviéticas
caer por ineficiencia e incapacidad, pero aunque las contradicciones
internas se multiplicaron, hasta ahora no han sido suficientes como para
afectar el control que ejerce la nomenclatura sobre el país.
El
periodo especial precisó a la dictadura a replantearse algunas de sus
tácticas de gobierno, entre ellas la legalización del dólar y el trabajo
por cuenta propia, que fueron en cierta medida el acicate para enterrar
al régimen en un círculo vicioso de obligadas reformas que demandan
constantes reajustes que afectan su control sobre la sociedad civil.
La
falta de voluntad de los gobernantes para introducir cambios
estructurales ha hecho que los fracasos se acumulen junto a una espiral
ascendente de ineficiencia y corrupción, lacras que hacen cada vez más
inviable la dictadura, determinaron nuevas reformas como fueron el
cambio de relaciones con la Iglesia, una reforma migratoria, reajustes
en la represión, y flexibilización de algunas de las regulaciones que
habían limitado el hacer individual por décadas.
Todas estas
disposiciones han dejado fisuras en el control del estado sobre la
sociedad, grietas que algunos sectores de la oposición han ido ocupando
paulatinamente, lo que ha hecho posible una aproximación e
identificación entre los que ya tienen conciencia ciudadana, la
oposición, y los que están asumiendo, aunque sea lentamente,
conocimiento de sus derechos.
Una de las tareas que ya cumple la
oposición ha sido ir identificando los problemas del ciudadano con la
ineficiencia y el abuso de poder de los gobernantes, a la vez que los
asocia con la falta de derechos políticos.
El camino de las
reivindicaciones sociales, individuales y colectivas es una de las rutas
por las que se asfixiará a la dictadura; en consecuencia, la oposición
tiene la posibilidad de vincular las necesidades generales de la
sociedad y las demandas ciudadanas, a su objetivo de llevar la
democracia a Cuba.
El autor es periodista de Radio Martí.
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