¿El origen moral de las recesiones?

La Prensa, Panamá
La actividad económica de los
pueblos está centrada en la persona humana, en su familia, y más allá en
el barrio y la sociedad civil, todo lo cual debía reflejarse en los
organismos políticos y, finalmente, en el Gobierno; pero… ¿es así como
funciona el asunto en nuestro patio?
La Constitución panameña,
en su artículo 282, dice que la economía “corresponde, primordialmente, a
los particulares”, y los particulares funcionan en el ámbito familiar y
de su comunidad inmediata; si es que estas son funcionales. Y cuando
tenemos una crisis económica en el ámbito familiar es probable que allí
primen problemas morales que afecten la funcionalidad del conjunto
familiar. En síntesis, no es difícil predecir un descalabro económico
cuando vemos una crisis moral en el ámbito familiar; lo que asusta, ya
que en nuestro país más del 75% de los niños nace fuera del matrimonio.
Los
valores pueden ser buenos o malos. Una sociedad que se aleja de la
independencia individual y la va remplazando con dependencia a los
dictámenes de los aparatos politiqueros tiene asegurado malos días. Esto
lo podemos ver reflejado con gran claridad en las plataformas políticas
de todos los partidos en nuestro país; las cuales son un guacho de
ideas desasociadas, vacías de contenido espiritual. Todo el que maneja
un buen presupuesto familiar sabe bien que no se puede gastar lo que no
se tiene, y que proyectar repagos en base a expectativas futuras es muy
riesgoso; particularmente cuando se trata de gobiernos que miden sus
expectativas en quinquenios. Y cuando hablamos de capital, debemos
comenzar por el mayor de los capitales que es el humano; es esa
capacidad interna a cada persona que le permite diferenciar entre el
bien y el mal, facilitando así su interacción con los demás en acciones
de mutuo consentimiento, libres de una coerción central política.
Para
que la economía sea sana y florezca tiene que ser moral; tiene que
tener un fundamento filosófico que debemos llevar a la práctica. La
misma palabra “capital” viene del latín cápita que significa “cabeza”; y
es allí en donde reside nuestra capacidad económica, que nace en centro
medular de cada quien.
Quienes se oponen al capitalismo se oponen
a su propia realidad, la que delegan al sistema central para que les
indique cómo pensar y cómo y cuándo deben actuar económicamente. Todo
ello bajo la suposición de que si el conjunto Estado/gobiernos/políticos
no está allí para guiarnos y protegernos de nosotros mismos, los
ambiciosos empresarios nos aplastan. Pero la misma palabra “empresario”
la hemos viciado, pues muchos la consideran sinónimo de vivo o
aprovechado. Empresario es quien emprende una aventura comercial, y si
la mayoría de los emprendedores carecen de moral, esa sociedad zozobra.
Una sociedad sin emprendedores libremente creativos, que aporten al conjunto comunitario, es una sociedad recesiva.
- 23 de julio, 2015
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