Rosa María Payá y el Leviatán Tropical
Invitada por Caminos de la Libertad y la Fundación Friedrich Naumann
para la Libertad, hace unos días estuvo en México Rosa María Payá, hija del fallecido disidente cubano Oswaldo Payá,
muerto hace poco más de un año. Su visita ha servido para recordarnos
que el régimen cubano, sin logros económicos que exhibir después de
sesenta años de mesianismo y estatofagia, y viviendo de la caridad de
sus aliados, sólo puede mantenerse en el poder empleando la coerción
masiva o la aniquilación selectiva contra sus propios ciudadanos.
Como denunciaron en México Payá y Eduardo Cardet, miembro del Consejo Coordinador del Movimiento Cristiano Liberación, los cubanos han vivido décadas en una cultura del miedo, creada y fomentada desde el régimen mediante la represión violenta a la oposición. Al respecto, mes a mes el régimen castrista viene incrementando sus violaciones a los Derechos Humanos con la represión sistemática a sus opositores, encarcelándolos, o incluso, recurriendo cada vez más a la violencia física: golpizas, violaciones, vandalismo en sus viviendas, abandono en áreas alejadas, etc., a fin de no dejar un rastro verificable.
En ese contexto, como lo denunciaron también Payá y Cardet,
las reformas económicas impulsadas por la familia Castro en Cuba son un
fraude, ya que sólo buscan garantizar la supervivencia del castrismo y
el traspaso ordenado del mando dinástico y militar, como sucedió en la
transición rusa, no reconocer la propiedad privada y aprovechar las energías empresariales de los cubanos,
las que constatamos diariamente al ver como los cubanos que por sí
mismos llegan a nuestros países se van abriendo paso, lentamente pero de
manera segura y por su propio esfuerzo. Por eso las “reformas del castrismo” están siendo un fracaso económico
y Cuba sigue viviendo expectante de la situación de Venezuela y de su
ilegítimo mecenas. En el mejor de los casos, las reformas impulsadas por
el castrismo han sido una operación de propaganda, tal como la
flexibilización de las reglas migratorias, que ha servido al régimen de
La Habana para mostrarse abierto y generoso con la salida de algunos
opositores a diversos países, mientras la represión sigue en Cuba y
dichos opositores no saben el destino que les espera a su regreso tras
haber criticado a su gobierno en el exterior.
Al respecto de los viajes de opositores al exterior, aprovechando
algunas invitaciones, como en el caso de México por Caminos de la
Libertad y la Fundación Friedrich Naumann para la Libertad, cabe
subrayar el papel de hostigamiento y provocación de las embajadas
cubanas en los diversos países, papel que desempeñan muchas veces con la
complicidad de gobiernos y partidos, como sucedió en la pasada visita de Yoani Sánchez a Brasil y México, donde las embajadas cubanas, el gobierno de Dilma Rousseff, el PT brasileño y el PRD mexicano, en complicidad con el grupo político de izquierda que detenta el poder en el gobierno de la Ciudad de México,
conspiraron activamente en su contra. Eso llevó a incrementar las
medidas de seguridad en el caso de Payá y Cardet, lo que no evitó que
(vaya coincidencia!) un bloqueo de la Coordinadora Nacional de
Trabajadores de la Educación, haya malogrado una reunión de ellos con
organizaciones liberales mexicanas. En todo caso, queda claro que la
dictadura cubana no utiliza los recursos que le regala Venezuela para
alimentar a su pueblo, sino para agredir física y emocionalmente a
quienes le critican y se le oponen.
Por ello adquiere tanta relevancia la propuesta de Rosa María Payá a
lo largo de su actual gira por Iberoamérica, continuando con el esfuerzo
de Oswaldo Payá y su Proyecto Varela, de exigir al gobierno cubano la
realización de un referéndum, tal como su propia Constitución se los
concede, a fin de decidir sobre un cambio constitucional y la
introducción de libertad de asociación y expresión, elecciones libres,
libertad de empresa y amnistía para los presos políticos. Cosas simples
que merecerían el apoyo irrestricto de todos, fuera de cualquier
ideología, y que recibió el silencio ensordecedor del gobierno de
Enrique Peña Nieto y de todos los partidos políticos mexicanos, fuera de
una reunión de Payá y Cardet con la ODCA, que no sirvió siquiera para
que el PAN y su dirigencia se pronunciaran mínimamente en la materia.
Ojala que partidos como el PAN, el PVEM y Nueva Alianza, que no han sido
alfiles del castrismo, puedan pronunciarse en su momento si, como se
supone, el gobierno de Enrique Peña Nieto anuncia próximamente la condonación de la vieja deuda de Cuba
con el gobierno mexicano, en atención a la afinidad ideológica del PRI y
el castrismo, y en pago para “normalizar” la relación entre ambos
países, a fin de que el gobierno de Peña Nieto pueda exhibir un logro
(siquiera uno!) en política exterior.
La lucha de mujeres como Rosa María Payá es admirable, tan sólo por
la enorme diferencia entre una estudiante universitaria y un régimen
militar encabezado por un dictador nonagenario, pero igual de
sanguinario que cuando inició la llamada “Revolución Cubana”, la cual ha
terminado siendo, ante la cómoda y aprovechada ceguera de sus
partidarios, un régimen al servicio del totalitarismo, la censura, el
empobrecimiento de todos y a favor del enriquecimiento de un clan
familiar y sus aliados.
Quisiera concluir con otro de los puntos señalados por Rosa María
Payá durante su visita: Su exigencia de una investigación independiente
sobre las reales causas de la muerte de su padre, uno de los más prominentes opositores a la dictadura cubana. Al respecto, la familia Payá y múltiples organismos y actores internacionales han venido contradiciendo la versión oficial del gobierno cubano,
denunciando las múltiples amenazas de muerte al creador del Proyecto
Varela previas a su fallecimiento y el secretismo del juicio seguido al
presunto autor de su homicidio imprudencial, un político español. Aunque
dicho autor, Ángel Carromero, ha cambiado su versión inicial y tardó todo un año en dar su nueva versión,
sosteniendo que agentes cubanos seguían al auto que él conducía con
Payá y otros dos acompañantes, y que golpearon al auto por detrás,
causando el accidente mortal para Payá y uno de los acompañantes, Harold
Cepero. Ciertamente el que Carromero no haya ido más allá de unas tardías declaraciones periodísticas, no abundan en su de por sí maltrecha credibilidad, agravada por el trato más que privilegiado que el gobierno español le dio, como uno de los suyos.
Aunque no creo, en lo personal, la versión de Carromero, que tiene que lidiar con su responsabilidad en el caso y que sólo habló una vez que su carrera política comenzó a declinar, sí creo que la muerte de Oswaldo Payá guarda una extraña coincidencia con la de Laura Pollán, líder de las Damas de Blanco, muerta en raras circunstancias tras una golpiza que le propinó una horda castrista en su domicilio. En todo caso, el secretismo con que se condujo el juicio a Carromero, los indicios no investigados durante el mismo y la represión que hubo contra la oposición a su alrededor,
arrojan serias dudas sobre su probidad y fortalecen la necesidad de
reabrirlo para dar satisfacción a la familia y a las denuncias
internacionales. Si el castrismo no lo hace, a pesar de la presión
internacional, es porque algo esconde.
La visita de Rosa María Payá nos recuerda que México no debe pactar
con el terrorismo de Estado. Si quiere recuperar la iniciativa a nivel
regional y mostrar a su electorado su real compromiso con los Derechos
Humanos, el gobierno de Peña Nieto y los partidos mexicanos tienen que
denunciar las irregularidades del caso Payá y la represión dictatorial
que asfixia a la oposición cubana día con día. Hacer otra cosa será
inmoral y una complicidad con la dictadura militar que mal gobierna la
isla.
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