¿Hasta cuándo las ofensas contra Guayaquil?
En el 2009 se publicó en Quito el libro
"Irradiación de 1809: Historia de la Academia Nacional de Historia 1909-2009", para conmemorar
el centenario de esta institución. Su autor inicia con un capítulo
dedicado a la independencia de Ecuador. Para mi asombro, no había
referencia alguna al 9 de Octubre de 1820. Escribí una carta de protesta
a Juan Cordero Íñiguez, presidente de la mencionada academia, y
presenté mi renuncia irrevocable. Yo no podía formar parte de una
agrupación que despreciaba la independencia de Guayaquil. Juan me
contestó indicando que no era un texto publicado por la Academia
Nacional de Historia, sino que había sido iniciativa de uno de sus
miembros, solicitándome retirar la renuncia. Contesté que no lo haría ya
que él había escrito el prólogo y debió haberse dado cuenta de tan
lamentable omisión.
Han transcurrido los años y un nuevo libro se
ha publicado en Quito sobre la Revolución Juliana. El prólogo es de Juan
Cordero. Lo sustancial se resume a continuación:
"Es mi opinión
que en nuestra historia nacional hubo tres cambios substanciales que
pueden calificarse como revolucionarios, el primero iniciado el Diez de
Agosto de 1809 (…) La segunda revolución es la que con antecedentes
mediatos y cercanos, se inició el Cinco de Junio de 1895 (…) La tercera
revolución es la Juliana, de la que hemos expuesto ya en líneas
anteriores…".
Por segunda ocasión, Juan Cordero minimiza el
significado del 9 de Octubre de 1820. Los historiadores guayaquileños le
enviaron una carta para protestar por la mencionada omisión. Él
respondió que la revolución es un proceso, tiene inicio y final. En el
caso de nuestra independencia, según esa original tesis, el inicio es el
10 de Agosto de 1809 y el final el 24 de Mayo de 1822. La del 9 de
Octubre de 1820 es una revolución intermedia.
Pero sin la
revolución del 9 de Octubre y sin el dinero de los guayaquileños, el
final del mal llamado proceso no hubiera sido el 24 de Mayo de 1822,
pues Bolívar no tenía los fondos y los ingleses se rehusaban a conceder
más préstamos.
La Academia Nacional de Historia debe llamarse Academia Quiteña de Historia.
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