La apuesta de Colombia a un acuerdo de paz con la guerrilla
The Wall Street Journal Americas
Guerrilleros de las Farc aparecen de espaldas, junto con las armas que
les confiscaron, luego de ser arrestados en Arauca, el 21 de julio.
El secuestro, la extorsión y el asesinato no se asocian habitualmente
a la búsqueda de la paz. De todos modos, pese a que el grupo terrorista
colombiano de izquierda Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia,
más conocido como las Farc, ha seguido cometiendo estas barbaridades, el
gobierno colombiano se volvió a comprometer la semana pasada con las
negociaciones de paz que sostiene en La Habana.
Las conversaciones son la señal más reciente de la determinación del
presidente Juan Manuel Santos para alcanzar un acuerdo con la guerrilla y
poner fin a un conflicto interno que se ha extendido por medio siglo.
Las Farc no han facilitado el proceso. El 20 de julio, emboscaron y
asesinaron a 15 soldados que estaban custodiando un oleoducto en el
departamento de Arauca, en el noreste del país. El mismo día, en el que
Colombia celebra su independencia, las Farc mataron a otros cuatro
soldados en el sur del país.
En junio, el grupo armado secuestró a un estadounidense en el
departamento de Guaviare, en el sur colombiano. El 19 de julio declaró
que el ex soldado del ejército de Estados Unidos era un "prisionero de
guerra".
Las encuestas indican que una mayoría de los colombianos no cree que
las negociaciones serán fructíferas. No obstante, en una entrevista
telefónica realizada a mediados de julio, el presidente Santos me dijo
que sigue esperando que "a fines de año, si existe la voluntad
política", pueda "alcanzar un acuerdo". Añadió que todavía cree que las
Farc tienen la voluntad de llegar a un pacto. "Si decido que no están
negociando de buena fe, me retiraré", señaló.
Los riesgos son enormes. Santos, sin embargo, tiene sus razones para
asumirlos. Una de ellas tiene que ver con el pasado. "Mi obligación es
ver si hay una posibilidad de alcanzar la paz después de 50 años de
guerra", observó. Principalmente, no obstante, Santos está pensando en
el futuro. Un acuerdo de paz, señala, "cambiará la historia de Colombia.
¿Se puede imaginar este país sin un conflicto? Esto es lo que estoy
soñando y creo que lo podemos lograr".
El mandatario se refiere a un cambio de paradigma. "Muchas personas
están acostumbradas a la guerra, pero yo no lo acepto", me dijo. "Creo
que Colombia merece la paz y estoy bastante seguro de que la
conseguiremos".
Santos es prudentemente optimista de que puede llegar a un acuerdo
porque considera que los rebeldes "están debilitados y no tienen una
alternativa". En realidad, sí la tienen: seguir en la selva y morir con
las botas puestas. En todo caso, Santos representa la mejor esperanza
para las Farc de obtener un acuerdo que les otorgue cierta clemencia. Si
el presidente se retira de las negociaciones o no es reelegido en mayo,
es improbable que logren mejores condiciones con el próximo gobierno.
Los detractores de Santos, entre los que figura el ex presidente
Álvaro Uribe Vélez, cuestionan la buena voluntad de la Farc. Como
informé en junio, también les preocupa que el gobierno sacrifique la
justicia para obtener la paz y se quede sin ninguna de las dos.
A Santos le irrita la sugerencia de que su gobierno dejará que las
Farc escapen impunes después de décadas de terrorismo. "Nadie ha dicho
que la impunidad es una posibilidad", manifestó. El mandatario recalcó
que los compromisos asumidos por Colombia con los organismos
internacionales prohíben otorgar inmunidad por crímenes de guerra. No
obstante, es rápido en señalar que el tema sobre "cómo aplicar la
justicia transicional" y dónde "trazar la línea divisoria entre la paz y
la justicia" es lo que dificulta las negociaciones.
Todos los acuerdos de paz incluyen algún tipo de perdón, por lo que
Santos enfatiza el rol que desempeñará la sociedad colombiana para que
el proceso sea justo. "He dicho que cualquier acuerdo que alcancemos
permitirá la decisión del público (mediante un referendo). Es una
salvaguarda. Si el paquete es aceptable, la gente se pronunciará a
favor; de lo contrario, se pronunciará en contra".
Un asunto importante es la toma a la fuerza por parte de las Farc de
tierras rurales y la narco-riqueza del grupo. "He sido muy claro,
sumamente claro" en indicar que "cualquier grupo ilegal que haya tomado
tierras en forma ilegal" las perderá. "Ya hemos tomado terrenos de las
Farc", manifestó y añadió: "Si los bancos internacionales nos ayudan a
identificar dónde está el dinero (de las Farc), lo confiscaremos con
toda seguridad".
Santos busca lograr que las Farc "participen en la política sin las
armas". Incluso sugiere que el grupo podría transformarse en "un aliado
del Estado contra el tráfico de drogas". Su visión, al igual que su
alcance, es loable. El problema es que, hasta el momento, las Farc no
parecen muy interesadas en dejar atrás la vida del crimen.
El asedio de 53 días respaldado por las Farc de los pueblos en la
región del Catatumbo, en el departamento de Norte de Santander, en la
frontera con Venezuela, donde abunda el petróleo y se cultiva la coca,
se levantó el 2 de agosto y solamente porque los habitantes empezaron a
protestar. La manifestación popular dañaba la imagen de las Farc como
defensora del pueblo.
Sin embargo, el nefasto objetivo de la guerrilla, obligar al gobierno
a designar el área como una zona autónoma que pueda controlar, no ha
pasado desapercibido para los defensores de la democracia. Santos espera
que las negociaciones desemboquen en la paz y pongan fin a la
delincuencia desenfrenada. Pero habitualmente los malhechores responden
mejor cuando se les hace una oferta que no pueden rechazar.
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