Cómo perder la Casa Blanca en el 2016
Es facilísimo. No hay que romperse la cabeza. Lo
único que tienen que hacer los republicanos en la Cámara de
Representantes es votar en contra de la reforma migratoria o boicotear
el proceso. Es todo. Con eso basta para que su candidato –el que sea–
pierda las elecciones presidenciales en Estados Unidos en el 2016.
A
veces parecería que los congresistas republicanos están siguiendo al pie
de la letra un plan ideado por su peor enemigo y que consiste en atacar
e insultar al grupo político de más rápido crecimiento en el país: los
hispanos. En lugar de aprovechar el enorme avance que lograron los
republicanos en el Senado aprobando la legalización de la mayoría de los
11 millones de indocumentados, muchos miembros del Partido Republicano
en la Cámara de Representantes se han dedicado en los últimos días a
echarlo todo a perder.
A veces da la impresión que algunos de
ellos tienen un particular gusto por sonar como antiinmigrantes y
prejuiciados. Quizás eso les da votos en las remotas partes del país
donde no viven muchos extranjeros, pero es de una ceguera política
impresionante. No se dan cuenta que su odio puede ayudarles a ganar un
distrito en Alabama, Arizona o Alaska pero, al mismo tiempo, les
garantiza una terrible derrota electoral a nivel nacional en tres años.
El
propio expresidente George W. Bush rompió su voto de silencio en una
entrevista para tratar de convencer a otros republicanos a que voten a
favor de un camino a la ciudadanía para los indocumentados. “Es muy
importante arreglar un sistema que está roto, tratar a la gente con
respeto y tener confianza en nuestra capacidad de asimilar a más
personas”, dijo a la cadena ABC.
Bush tiene razón en eso. Lástima
que cuando él fue presidente no tenía esa misma urgencia para aprobar
una reforma migratoria. Cuando la propuso en el 2007 fue demasiado tarde
y ya se había acabado todo su enorme capital político.
Bush
también dijo en la entrevista que “la razón para pasar una reforma
migratoria no es salvar al Partido Republicano”. Pero ahí W. peca de
ingenuidad. A los republicanos les urge quitarse ese tema de encima.
Mitt Romney perdió la pasada elección presidencial por su absurda y
tonta idea de “autodeportar” a millones de indocumentados.
El
líder de la Cámara de Representantes, John Boehner, no ha aprendido las
lecciones de la historia reciente. Como decía un viejo sacerdote en mi
escuela secundaria: “Ve la tempestad y no se hinca”. Si Boehner, como
amenazó recientemente, se rehúsa a llevar este tema a votación, estaría
cometiendo un verdadero suicidio político para su partido.
Es muy
desconcertante y desafortunado que Boehner, en un comunicado, haya
llamado “equivocada” y “apurada” la propuesta migratoria del Senado.
Parece estar desconectado de lo que quiere la mayoría del país, según
las encuestas, después de casi tres décadas de espera. ¿De verdad
Boehner quiere ser el nuevo villano de la comunidad hispana reemplazando
al odiado sheriff Joe Arpaio? ¿En serio
quiere ser parte del tristemente célebre grupo antiinmigrante conformado
por Pete Wilson, Tom Tancredo, Jan Brewer y Ted Cruz? Ya lo veremos.
Mientras
tanto, vamos a ponerle un poquito de aritmética e historia al argumento
de que los republicanos perderán la Casa Blanca si boicotean la reforma
migratoria. En el 2000 un pequeño grupo de votantes hispanos hizo que
Bush ganara la Florida y la presidencia. En el 2004 Bush sacó 44 por
ciento del voto latino y repitió en la Casa Blanca. En el 2008 un 67 por
ciento de votantes hispanos ayudó a elegir al primer presidente
afroamericano y en el 2012 Obama arrasó con el apoyo de 71 de cada 100
votantes hispanos.
En el 2016 los republicanos tienen la
oportunidad histórica de compartir el crédito con los demócratas en el
tema de la reforma migratoria y dejar atrás una maldición de años. Diez y
seis millones de votantes latinos decidirán esa elección.
Pero
si, a pesar de todo, los republicanos apelan a los instintos
antiinmigrantes de los más extremistas, perderán la Casa Blanca en el
2016 y se tardarán muchos años más en conseguir el perdón de los
latinos. Como dice un sabio dicho mexicano: sobre advertencia no hay
engaño.
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