El arte, la vida y al revés
Dos soldados caminan junto a Ai Weiwei en esta escena de la instalación
del artista chino en la 55a. Bienal de Arte de Venecia, el pasado 29 de
mayo, en la iglesia Sant'Antonin de la ciudad italiana.
Hace un año Mario Vargas Llosa levantó ampollas con La civilización del espectáculo,
una incisiva reflexión sobre la banalización del arte y la cultura con
el auge de las redes sociales y el concepto de reality show que se
impone en el mundo de la información y la política. Una vez más, en su
papel de aguafiestas dispuesto a sacudir conciencias, entre otras cosas
el Premio Nobel de Literatura ponía en tela de juicio el estatus de celebrity de
artistas como el británico Damien Hirst, enfant terrible del arte
contemporáneo cuyas aparatosas instalaciones incluyen animales
conservados en formol.
Es cierto que las obras de Hirst, cuyos precios
eran prohibitivos hace unos años, se han devaluado últimamente y sus
detractores aseguran que, como en el cuento del emperador desnudo, a los
que se dejaron deslumbrar por sus happenings ya
se les pasó el enamoramiento con piezas que no tienen la perdurabilidad
de un Picasso. No obstante, aunque ha disminuido la buena estrella de
este integrante de la generación de los Young British Artists, continúa
vigente el concepto del arte que se manifiesta como un calco de la vida
hasta el punto de confundirse con la trivialidad de nuestra propia
existencia.
De hecho, en estos días se vuelve a hablar de una
artista del grupo de Hirst, la también británica y no menos
controversial Tracy Emin, que ha presentado en la galería Lehman Maupin
de Nueva York una escultura que consiste en un pájaro de bronce sobre un
poste de 13 pies de altura. Pero si esta instalación dará que hablar,
más polémica causó en su día la exhibición de la cama deshecha de Emin,
con un preservativo usado y su manchada ropa interior sobre el lecho.
Una obra que fue adquirida por un valiente coleccionista que le ha
llegado a plantear a la artista la necesidad de sustituir el viejo
condón, que está a punto de desintegrarse, por uno nuevo.
Como era
de esperar, Emin, con una buena dosis de humor, le ha explicado al
comprador de su cama que cambiar cualquiera de sus elementos sería
desvirtuar la esencia de su creación. Los enemigos de este tipo de arte
sólo ven impostura en el afán de llenar una galería con un artefacto que
no representa nada más que un catre desastrado. Pero para Emin se trata
de un medio a través del cual expresa sus sentimientos. Sobre esa cama
que envejece en el hogar de quien la compró descansan trozos de la vida
de la artista. Un instante atrapado en el tiempo.
Lo mismo podría
decirse de las instalaciones del artista chino Ai Weiwei, quien acaba de
presentar en la Bienal de Venecia seis dioramas que reproducen su
encierro de 81 días en una celda custodiada por la policía política de
su país. Weiwei, que es el azote disidente del régimen chino, ha
conseguido sacar clandestinamente estas escenas de su vida diaria en
prisión: durmiendo, sentado en la taza del baño, sometido a un
interrogatorio, comiendo, a la hora de la ducha. Con estas esculturas de
corte realista pero con un toque fantasmagórico Weiwei pretende que el
público tenga una idea clara de lo que el gobierno de su país le hace a
sus ciudadanos, con la misión de destruir su “imaginación, curiosidad,
motivaciones, sueños”.
A primera vista estas escenas cotidianas
–la cama que rezuma el caos cotidiano o la celda que encierra el horror
como norma– parecen escapar a la grandeza del arte clásico que Vargas
Llosa evoca con nostalgia en su magnífico ensayo. Pero no es menos
cierto que estas instalaciones no dejan a nadie indiferente con sus muy
particulares narraciones de miserias que nos resultan demasiado
familiares.
Tracy Emin, con escandalosas instalaciones donde no ha
faltado una tienda de campaña en cuyo interior están escritos los
nombres de todos los hombres con los que “me he acostado 1963-1995”; o
el desafiante Weiwei, cuyo doble inanimado burla la vigilancia del
comunismo chino en el marco de la bella y decadente Venecia. Dos
rebeldes con causa o sin ella, según quien juzgue su arte.
© Firmas Press
- 23 de julio, 2015
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- 29 de febrero, 2016
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