Nostalgia sí es lo que era
situado en el corazón de la Pequeña Habana en Miami, se reunió el equipo
que hace treinta y cinco años realizó El Súper
en un frío invierno neoyorquino. Era la primera vez que los directores
del filme, León Rodríguez Ichaso y Orlando Jiménez Leal, algunos de los
actores y el autor de la obra original, Iván Acosta, se reencontraban
con motivo del reestreno de la película que mejor ha ilustrado el
sentimiento de desarraigo del exilio cubano. Muchos de los que asistimos
a la proyección revivimos la emoción de la primera vez, sólo que
intensificada por el hecho de que, al cabo de más de tres décadas, los
cubanos continúan separados por el muro de la vergüenza que erigió el
régimen castrista hace ya más de medio siglo.
La historia de Roberto,
el súper de un edificio de apartamentos en el Manhattan de la década de
los setenta, es la de tantos exiliados enfermos de nostalgia, ese mal
incurable que el tiempo, lejos de aliviarlo, lo agrava. Así fue cómo
Acosta creó a su personaje, pensado para una obra de teatro que luego se
adaptaría al cine con un modestísimo presupuesto y gracias al esfuerzo
de un talentoso elenco que en el transcurso de dos semanas filmó esta
pequeña joya del cine de la diáspora cubana.
Treinta y cinco años
después, la cita en el cine que con tanto empeño administra el cineasta
Orlando Rojas nos devolvió al actor principal, el añorado Raymundo
Hidalgo-Gato, que supo bordar hasta las lágrimas a ese súper atormentado
que, en la distancia, idealiza la isla que se vio obligado a abandonar.
Solamente en la soledad del sótano y al calor del fuego de una vieja
caldera, el protagonista exorciza los demonios que no lo dejan vivir. La
melancolía de su rostro es la máscara de los parias que no pueden
regresar al paraíso perdido.
Con el cine suele ocurrir como con
los viejos amores. Cuando uno vuelve a ver un filme que antaño nos
sedujo, se corre el peligro de la desilusión y la inevitable pregunta,
“¿Cómo pudo gustarme tanto entonces?” Confieso que temí lo mismo ante
esta reposición de El Súper. Pensé que no
se repetiría el entusiasmo que sentí cuando la vi en 1979. Entonces
éramos todos endiabladamente jóvenes y aún teníamos muy viva la
esperanza de regresar a Cuba pronto.
El Súper,
con la mezcla agridulce de una tragicomedia redonda, combina el humor
con la morriña más punzante. Roberto y su esposa Aurelia, interpretada
por una deliciosa Zully Montero, cantan a dúo un bolero que los saca de
su minúscula cocina y los lleva hasta una Habana vibrante y
prerrevolucionaria. Antes de que el país se transformara en una inmensa
cárcel de la que era preciso escapar. En el cruel invierno de Nueva York
la pareja sustituye el paraíso primigenio, Cuba, por otro oasis soñado,
Miami, donde el sol, la playa y la arena fina encarnan el refugio de
todas sus ensoñaciones.
Tras haber recuperado los negativos extraviados de la cinta, esta copia remozada de El Súper,
con sus colores restaurados y realzados con la espléndida banda sonora
de Enrique Ubieta que acompaña el estado anímico de Roberto en su
deambular urbano, recobra las sensaciones de aquella primera vez. Pero
ahora somos todos más viejos. Raymundo Hidalgo-Gato ya no está. Ni Juan
Granda, que encarnaba al locuaz vecino del atribulado portero. En el
Tower se reencontraron los supervivientes de un largo exilio que ya es
toda una vida. Treinta y cinco años después, la emoción es más honda. Y
más sentida.
© Firmas Press
- 23 de julio, 2015
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- 29 de febrero, 2016
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