Animalitos de Venezuela
El pueblo de Soledad, es un perdido rincón del mundo
ubicado en el extremo sur del estado Anzoátegui, en Venezuela.
Esto que relato lo presencié personalmente y ocurrió allí
en la década del ochenta, antes de existir Internet, televisión por cable, celulares
accesibles o Chavismo.
Con una población apenas superior a las diez mil almas,
los habitantes de Soledad vivían mirando hacia Ciudad Bolívar, capital del
estado del mismo nombre, su vecino natural al otro lado del Río Orinoco.
La vida cruzando el río, era la misma de cualquier
ciudad; pero en aquel pueblo, al que la Carretera Nacional
había ladeado completamente para dirigirse al Puente Angostura, era implacablemente
aburrida y rutinaria. Llegaba a su clímax en las horas tempranas de la tarde,
cuando las chapas de zinc y el asfalto refractaban inclementes el insoportable calor,
remembrando las fétidas sensaciones con las que Gabriel García Márquez solía
aderezar sus novelas.
El tedio se interrumpía todas las tardes al caer el sol,
cuando la chismografía popular dejaba de hablar del muerto del día o de las
audacias de mengano o fulana y se concentraba en conocer el resultado de la
lotería local.
– ¿Qué salió? – preguntaba
un vecino al otro
– Salió tortuga! –
comentaba el aludido
– Qué suerte la de Luis Rodríguez
que dicen que jugó tortuga hoy- replicaba el primero
– Así es la vaina compadre…Luis Rodríguez ya tenía bastante
plata y tiene un poco más ahora, pero usted sabe…algunos nacen parados. Habrá
que seguir probando mañana…
Un diálogo similar se repetía a diario de lunes a viernes.
Sábados y domingos, las riñas de gallos, la cerveza y el
ron, a veces matizados con eventos de toros coleados, focalizaban la diversión.
Pero de lunes a viernes, lo único que variaba era el
animalito ganador.
La lotería de los animalitos era un fenómeno social
curioso. Nunca nadie en el pueblo presenció el sorteo, pero muchos participaban
de él y consultaban a diario los resultados.
La organizadora de tan peculiar juego, era una morena
robusta que solía moverse en una camioneta Station Wagon, generalmente
acompañada de dos vigorosos caballeros. Todos los días por la mañana, “agentes”
de la señora recorrían el pueblo para recoger las apuestas. De un cartón con
diversos animalitos, los apostadores elegían uno y pagaban su jugada. Al caer
la tarde, la organizadora anunciaba el animalito ganador. Todo el mundo acataba
sin protestar el anuncio; y como la “suerte” beneficiaba a distintos
afortunados cada día, todos sonreían a la señora con la esperanza de ser
beneficiados alguna vez. Dejar de jugar, significaba “salirse del club”, perder
la esperanza de ser ganador algún día y no tener de que conversar con los
vecinos. Hoy se le denominaría “ser objeto de bullying”.
La aparición de Tibisay Lucena, Presidenta del Consejo
Nacional Electoral anunciando el resultado “inapelable” de la elección la noche
del 14 de abril en Venezuela, trajo a mi memoria aquellas vivencias.
Un 50 % de los venezolanos que seguramente nunca jugó a
la lotería de los animalitos y tal vez ni siquiera conoció de su existencia, reaccionaba
incrédulo ante la prepotencia electoral disfrazada de democracia y la
legitimación del fascismo castro-chavista.
Otro 50 %, con clara conciencia de lo que ocurría,
permanecía impávido acatando el anuncio del ganador y evitando cualquier
actitud contraria a la “organización”, por miedo a quedar fuera del club y
perder la posibilidad de mantener u obtener algún beneficio del gobierno.
NADIE con derecho al voto deja de entender en Venezuela lo
que está pasando. Eso convierte el asunto en inmoral.
Hablar de idiosincrasia y de opio de los pueblos, tienen
un antes y un después luego de tan lamentable espectáculo. Tibisay Lucena no
sólo clavó una daga profunda en el corazón de la democracia venezolana y
americana aquella noche, sino que sacó sin tapujos la careta de un régimen que
ha utilizado en su beneficio propio la buena fe de algunos y el miedo a “no
merecer ser del club” de otros.
El fascismo funciona así; entre la mentira, la intimidación
y el miedo al bullying. Basta observar como mientras la Ministra de Cárceles
amenaza al candidato de la oposición con la celda que le tiene reservada donde
lo harán “…cambiar de forma de pensar y volverlo más humano…”, el Presidente
electo Nicolás Maduro, a los ojos de quien quiera verlo, golpea con saña su
puño derecho en la palma de su mano izquierda y ha hecho del antiguo saludo
comunista tradicional con el puño derecho cerrado y el brazo extendido, el suyo
propio. Sólo falta que Maduro abra su mano.
La transformación del Castro-chavismo del comunismo que
ya no existe, al fascismo, se ha consumado.
Luego de muchas décadas de abusos y enriquecimientos en
aras de la ideología marxista, el Castro-chavismo entendió que el capitalismo
es la única opción para generar riqueza. Pero no van a reconocer su fracaso
ideológico, ni van a soltar el poder del que se sienten dueños.
El poder corrompe y el poder absoluto corrompe
absolutamente, como recordara Lord Acton, quien también expresó que “con un poder absoluto hasta a un burro le
resulta fácil gobernar.”
La vieja historia de enriquecerse
y enriquecer cómplices en nombre de la justicia social, tiene variadas e
interesantes facetas.
Varias naciones americanas, socias y dependientes en lo
económico del petróleo chavista, juegan su propia lotería de animalitos y
esperan salir sorteados en el nuevo sorteo que desde ahora anunciará Nicolás
Maduro, aunque vaya a decidirse en Cuba. Ninguna quiere salir del club. En eso basan
sus ideologías, expectativas y esperanzas.
Ser de izquierda o de lo que sea, les da lo mismo a estos
adalides del populismo, el amiguismo y la ambición de poder.
Democracia, ideología, justicia y loterías al parecer, para
algunos son lo mismo.
Tan solo un juego a manipular.
Una cuestión de interpretación.
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