Negativa al recuento de votos: Estaba previsto
(Puede verse también La conexión Venezuela-Cuba tras el 14A por Alvaro Vargas Llosa)
Se ve que alguien lo frenó rápidamente a Nicolás
Maduro con eso del recuento voto por voto y urna por urna, el que él
había aceptado de inmediato, con tono desafiante por supuesto, pero de
lo cual, según parece, se arrepintió casi enseguida. Le deben haber
dicho: “oye, chico, no te apures, tú te lo crees todo”. Una cosa es lo
del ”pajarito”, o lo de la recomendación que Chávez hizo a Dios para que
designe un Papa de la región, o lo de las peliculitas sobre su arribo
al paraíso, pero eso del recuento sí que no está dentro de lo previsto y
ni hasta de lo imaginable. La presidenta del Consejo Nacional
Electoral, Tibisay Lucena, rápidamente decretó el triunfo de Nicolás
–así entre nous– y a otra cosa mariposa.
El reconocido y ya
desaparecido jurista uruguayo Justino Jiménez de Aréchaga, quien
presidiera la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, decía que hay tres
formas de hacer fraude en una elección: antes, durante y después. Según
parece y opina mucha gente seria, en las recientes elecciones que ganó
–¿ ganó?– Maduro parecería que se dio en todas las instancias.
Previsores y por cualquier eventualidad no se aceptaron observadores
internacionales, serios, y solo se recibió a “acompañantes” amigos y en
particular de la Unasur.
En innegable que Maduro, lo que no debió
ser, compitió como presidente encargado cuasi paraconstitucional –con el
caballo del comisario como se dice–, que usó y abusó del poder y
recursos del Estado y de los medios oficiales en una relación de 50 a
uno con Capriles y que desde el gobierno (véanse anuncios y amenazas
desde el Ministerio de Defensa y en Pdvsa, para citar las más
flagrantes), presionó, advirtió y amenazó a destajo. Durante el acto
todo el mundo pudo ver como había mesas con “supervisores” o
acompañantes que seguían y guiaban a votantes, entre otros detallitos. Y
en cuanto al después, todo muy raro: apagones, trabajos “a solas” de
gente de confianza, apuro en la proclamación y toma de mando y por
supuesto nada de recuento de votos. Tibisay trajo al recuerdo a aquel
ministro del Interior de Somoza que con total desparpajo les decía a los
nicaragüenses: “Ustedes voten tranquilos, en libertad y a quien
quieran, que después yo soy el que cuento los votos”.
Es que no
era previsible que el chavismo cediera el gobierno, por unos votos más o
menos. Ya lo habían anunciado de forma más o menos sutil, y no tanto.
Es que son coherentes, no cabe dentro de su filosofía. El objetivo es
obtener el poder como sea, y una vez se han hecho del mismo no lo van a
entregar así como así y menos por una “formalidad democrática”, como han
definido desde siempre a las elecciones. Chávez fue golpista, fracasado
es cierto –se dice que por ineficiente y por miedoso– y luego llegó al
poder aupado por la oligarquía, la que creyó que llevaban un títere
propio al gobierno para acabar con el monopolio de los partidos
políticos. Se equivocaron con el candidato, como también se equivocaron
cuando trataron de primerear y adueñarse del poder cuando los militares,
no tan metidos, comprometidos y privilegiados como ahora, sacaron a
Chávez en abril del 2002.
Ahora ya Maduro cuenta con el total
aval de la Unasur, lo que, según Ollanta Humala contribuye al
“fortalecimiento de la democracia”. ¿Alguien dudaba de qué decisión iba a
tomar la Unasur? Sin embargo, lo que sí es casi seguro es que los
observadores de la Unasur no van a encontrar las elecciones de este
domingo en Paraguay tan impecables como las venezolanas.
Y tras el
“claro triunfo”, ahora viene la represión. Puede pasar y hacer
cualquier cosa. Primero, porque ahora tiene datos concretos de que los
que no los quieren son muchos más. Segundo, porque saben que en paz y
normalidad la tarea que tienen por delante es gobernar y encaminar a un
país, uno de los más ricos del mundo, que el chavismo ha sumido en la
miseria. Es bueno que se hagan cargo. Quizás los venezolanos tengan
suerte y este cuestionado triunfo del chavismo sea parangonable a la
invasión de las Malvinas a la que recurrió el dictador Leopoldo
Galtieri, hecho que fue clave para que la gente se diera cuenta y así
poner fin, sin discusiones, mitos ni nostalgias de ningún tipo, a
aquella dictadura.
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