Elecciones presidenciales en Venezuela: en la cuenta descendente
El Diario Exterior, Madrid
En obvia
contrapartida, la oposición parece haber crecido en la intención de voto de
los encuestados.
En efecto, si los resultados electorales del mes de octubre del año pasado
permitieron entonces a Hugo Chávez derrotar a la oposición unificada por un
10,7%, hoy ese margen sería ahora bastante menor: apenas unos ocho
puntos.
Todavía
amplio, a favor de Nicolás Maduro. Pero la tendencia ahora le juega en
contra. Esto ha sido confirmado por una encuesta reciente de “Datin Corp.”
encargada por el propio “chavismo sin Chávez”, según sostiene el conservador
diario español “ABC”.
El “Partido
Socialista Unido de Venezuela”, liderado por Nicolás Maduro, tiene hoy un 45%
de intención de voto. Lo que lo pone por debajo del 50% por primera vez desde
la muerte de Hugo Chávez. Henrique Capriles, cuya popularidad está en
ascenso, tiene una intención de voto del 37%. Hay todavía un 11% de indecisos
y un 7% que ya manifiesta que no irá a depositar su voto.
Esto proyecta
algún nerviosismo a las filas del oficialismo. Si la encuesta está en lo
correcto (y en Venezuela esto no es fácil de asegurar), ya no habría
tanta diferencia entre ambos candidatos. Ocurre que Maduro no termina de
generar la confianza en la gente de la que gozaba Chávez entre los suyos.
Quizás porque se acaba de hacer público que es bastante más que un “simple
colectivero o camionero devenido sindicalista”, como pretendía. Desde que
ahora se sabe -con certeza- que, en su juventud, hizo estudios de ciencia
política en la Cuba comunista. Y que, desde entonces, integró sus cuadros, lo
que explica el amplio e incondicional endoso que Maduro ha recibido
inmediatamente del régimen castrista.
Por lo demás,
su gestión de la información cuando la enfermedad terminal de Hugo Chávez es
reprobada por los venezolanos, que se saben engañados. Un 64% de ellos
manifiesta claramente que “no fue informado correctamente” (como hubiera
deseado) sobre el estado de la salud del ex presidente.
A estar a los
datos antes mencionados, Henrique Capriles sigue siendo un rival de cuidado.
En sus distintas apariciones públicas, su enorme popularidad es llamativa y
evidente. El lunes pasado, cuando participó en una caminata contra la
inseguridad, las calles se llenaron de inmediato de gente que lo aplaudía.
Ocurrió en Altamira, en el Gran Caracas.
Capriles,
candidato y Gobernador del estado de Miranda, apareció como le gusta:
trotando enérgicamente. Con un paso difícil de seguir. Pero allí estaba,
rodeado de una multitud harta de la violencia, tema angustiante que se ha
transformado en el “caballito de batalla” electoral de Capriles. Al que
Maduro responde que no hay tal cosa como inseguridad en Venezuela. Con su
“relato” entonces. Lejos de la verdad, por cierto. La audacia de Maduro es
conocida. Un buen ejemplo de ella fue su intento, en plena palacio de
gobierno de Asunción, Paraguay, de insubordinar a las fuerzas armadas de el
país que visitaba, cuando la destitución del ex presidente Fernando Lugo, por
parte de los demás poderes de gobierno del Paraguay.
Venezuela,
pese a todo, irá pronto a las urnas. Para, entre otras cosas, elegir allí
entre la vida y la muerte, como suele decir Capriles. Guste o no, así será.
Ya hay
marchas masivas con fines electorales. Como aquella contra la inseguridad en
la que -de pronto y sin custodios- apareció Capriles se están organizando en
otras 19 ciudades de Venezuela. Y la convocatoria es fuerte. Y nada es
casual. El año pasado solamente, hubo más de 16.000 homicidios en el país
caribeño. Casi 44 por día. Casi 2 por hora. Casi uno cada media hora. De
horror.
Caracas es,
por ello, la tercera ciudad más violenta del mundo. Superada sólo por San
Pedro Sula (en Honduras, capital mundial de las violentas “maras”) y por
Acapulco (en México, como consecuencia del tráfico de drogas).
La elección
que se aproxima es ya tremendamente despareja en términos de propaganda.
Desequilibrada. Groseramente torcida en favor de Nicolás Maduro. Desde que se
inscribieron ambos candidatos, Maduro, el llamado “presidente encargado” sin
que haya norma legal alguna que hubiera confirmado ese título, gozó de nada
menos que 46 horas de “aire” (esto es, de 2.760 minutos) sólo en el
canal oficial de televisión. Capriles, de apenas un minuto. Apenas eso. Nada,
entonces.
Capriles se
apresta ahora a denunciar formalmente ante el Consejo Nacional Electoral
(dominado por el “chavismo”) un supuesto plan militar, en función del cual
los militares de su país transportarán a los votantes “chavistas” a las urnas
el próximo 14 de abril, lo cual, de concretarse, supondría una abierta y
flagrante violación a la posición de neutralidad política que les asigna
expresamente la Constitución venezolana.
Mientras
tanto, hay versiones que hablan de un pretendido “Plan Stalin” para desconocer
los resultados de las urnas si éstos fueran desfavorables para el
oficialismo.
La marcha
hacia el 14 de abril ha comenzado. Como se presumía, no será seguramente una
elección limpia, desde que el oficialismo goza de todas las ventajas del
poder y las está utilizando mientras cercena las posibilidades de que el
mensaje de Henrique Capriles se difunda más allá del “boca a boca” que
suponen los actos masivos y el “puerta a puerta”, para el cual la juventud
universitaria parece haberse volcado a favor de Capriles. Como cuando el
referendo constitucional en su momento propuesto por Chávez fuera claramente
derrotado por el pueblo venezolano, en gran medida por la oposición de la
juventud al mismo.
El autor fue Embajador de la República
Argentina ante las Naciones Unidas.
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