Entre el mito y la realidad
El Tiempo, Bogotá
"La izquierda ha dominado el debate de ideas en las últimas décadas.
Sobre todo, porque ha ganado la batalla de la imagen, y eso ha ocurrido
en la mayor parte de los países occidentales. Las ideas de la izquierda
han tenido mejor imagen que las ideas de la derecha. La siguen
teniendo…"
Me habría encantado que este párrafo fuese mío. Pero no es así.
Pertenece a mi amiga y gran analista española Edurne Uriarte. Con él
abre un contundente libro que subtitula La izquierda en sus cavernas. Se
refiere a la vieja izquierda que sigue vigente en buena parte de
América Latina (y desde luego entre nosotros, en Colombia) y en Europa.
Si uno, leyendo a Edurne, examina las razones que embellecen la imagen
de esta corriente ideológica, descubre el engañoso poder que tiene el
mito sobre la realidad.
Mito es el viejo dogma marxista de la sociedad sin clases. Nunca la
hemos visto, pues en un régimen comunista la nomenclatura tiene todos
los privilegios. Mito y engaño es presentar como responsable de nuestra
pobreza a la economía de mercado, al imperialismo, a los ricos, a la
inversión extranjera o a la banca internacional. Mito es la revolución
cubana y mito, su seguidor: el socialismo del siglo XXI. Mito es ver con
bellos colores el mundo precolombino. Mito es presentar con piadosos
calificativos (nacionalismo, insurgencia, liberación, etcétera) a Eta,
Hamas, Farc o Eln, ocultando sus acciones terroristas y presentándolos
como actores de un conflicto interno que exige la mano tendida de una
negociación.
A propósito de Chávez, es bueno ver dónde está el mito y dónde, la
realidad. El dolorido fervor que advertimos en millones de venezolanos
pertenecientes a las clases sociales más bajas obedece, sin duda, no
solo a las prebendas y subsidios que regalaba el gobierno en cerros y
barrios periféricos donde viven, sino también al carisma del caudillo, a
su forma de vestir, de hablarles en su mismo lenguaje de barriada
llamando a sus opositores 'majunches', 'sifrinos' o 'pitiyanquis'.
La realidad, por supuesto, es otra. Si bien Chávez logró reducir
niveles de pobreza, no lo hizo de una manera sostenible, pues su
política asistencial no puede quedar para siempre a cargo del Estado. Y
si a ello se suma la ruina del sector privado, el ocaso de la clase
media y el éxodo de los empresarios, no hay porvenir confiable para los
sectores marginales.
Tanto más que la situación económica venezolana es definitivamente
catastrófica: ruina en la industria petrolera, descomunal deuda externa,
una altísima inflación, una moneda por los suelos, desabastecimiento
total de productos básicos, descuido de la infraestructura, alarmante
inseguridad y, por si fuera poco, una escandalosa corrupción y una
autocrática concentración de los poderes públicos, siguiendo el modelo
castrista.
Afortunadamente, al lado de esta vieja izquierda hay otra que acepta
la economía de mercado como condición necesaria para alcanzar un
desarrollo sostenible, como ocurre en Brasil, Uruguay, Chile y Perú. Es
una izquierda que al fin se aparta del mito para entrar en la realidad.
La chilena Michelle Bachelet, por ejemplo, siguiendo la pista de
países exitosos como Singapur, India, Finlandia y otros, trazó en un
libro promovido por ella el real camino hacia el desarrollo. ¿Qué supone
este objetivo? Ante todo, una educación calificada para lograr el
desarrollo de la clase media y el fomento de la pequeña y mediana
empresas, además de la seguridad jurídica, el apoyo de la inversión
extranjera y la conquista de mercados internacionales. Es decir, el
modelo que defendemos y que le permite a la vieja izquierda llamarnos
reaccionarios y neoliberales. Pero qué le vamos a hacer, la realidad
debe sobreponerse al mito. Si no, apague y vámonos.
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