¿Puede salvarnos Internet?
The Beacon – El Instituto Independiente
Muchos de mis amigos amantes de la libertad tienen gran confianza en que la comunicación a través de Internet y la World Wide Web (WWW) demostrará ser un elemento transformador en la lucha contra la desinformación y la propaganda diseminada por el Estado y sus cobardes lacayos, y que una mayor facilidad para difundir la verdad inclina la balanza a favor de aquellos que tratan de proteger y extender la libertad. Siempre he tenido mis dudas al respecto.
Por un lado, el Estado continúa teniendo una preponderancia de la fuerza física, y si bien su dominación podrá ser genuinamente cuestionada, siempre puede recurrir a la abyecta violencia. Sin duda, Internet tiene fortalezas intrínsecas, pero los malhechores del Estado siempre pueden hacer trizas tu puerta, hacer añicos tus computadoras a mazazos, y arrastrarte a una de sus mazmorras. En la actualidad, el Estado no es seriamente cuestionado, y por ende no precisa recurrir a medidas tan primitivas, aunque eficaces. Por otra parte, necesita preservar el uso de la comunicación por Internet a efectos de que la industria y el comercio prosperen, y de ese modo proporcionen vastas riquezas para que el Estado pueda saquear.
Una segunda razón para mis dudas es que aunque Internet y la Web reducen el costo de la diseminación de la verdad, de igual manera reducen el costo de la diseminación de las mentiras del Estado. Tal vez lo más importante, la tecnología actual permite a los usuarios crear múltiples formas de distorsión e ilusión, de manera que cuando nos encontramos con información en la Web, siempre debemos preguntar: “¿Esto es real o falso?” Simplemente no podemos creer todo lo que vemos con nuestros propios ojos. Algunos engaños son fácilmente revelados, mientras que otros requieren de una gran pericia para dejarlos expuestos, y pocos son los que cuentan con esos conocimientos. Las masas, por lo tanto, siguen siendo vulnerables a lo que los gobiernos y sus partidarios claves han hecho durante miles de años—es decir, engañar a la mayor parte de la gente la mayor parte del tiempo.
Finalmente, a menos que los amigos de la libertad puedan provocar un cambio significativo en la ideología dominante, ninguna de nuestras comunicaciones importará, por mucho que ellas revelen los engaños del Estado y ofrezcan la verdad como un sustituto. Una ideología no consta simplemente de ideas, sino que está constituida fuertemente por valores. Si no le damos mucho valor a la libertad y preferimos, como muchos estadounidenses actualmente lo hacen, comodidades materiales, entretenimiento y una ilusión de seguridad, entonces sus oídos serán sordos a nuestros esfuerzos por difundir la verdad, independientemente de la tecnología que empleemos.
Traducido por Gabriel Gasave
Robert Higgs es Académico Senior en Política Económica en The Independent Institute y editor del journal trimestral The Independent Review.
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