El mundo luego de los “mayas”
Nunca
existieron las profecías mayas de desastres naturales, ningún códice lo dice;
tampoco existió el planeta Hercólubus que debió haber chocado ya contra la
Tierra en 1999, pero luego de un “cálculo astrológico” lo ajustaron para el
2012; menos aún nuestro Sol se “alineó” con el centro de la Vía Láctea ni esto
generó que “un rayo sincronizador del centro galáctico nos fulmine”. Todas las
agencias científicas, grupos de divulgación e intelectuales comprometidos con
la ciencia han desmentido y desmoronado cada una de las falacias que giraron en
torno al mito del “fin del mundo maya”.
Aún así, la
gente sigue creyendo en cosas raras, raras y peligrosas. La corriente “New age”
ha traído consigo una larga lista de mezcla entre religión tradicional,
filosofía oriental y pseudociencia que resulta perjudicial. A través de cursos,
seminarios, libros, conferencias y retiros, los gurúes de la “buena
respiración”, “la meditación”, “el viaje astral”, etc., han estafado
enormemente a miles de personas a lo largo del mundo. Muchos de sus centros
representan a la vez un peligro no solo por embaucar y robar dinero, sino por
actuar como sectas de las cuales es casi imposible salir.
El invento del
fenómeno 2012, que tiene pocas décadas y millones de seguidores, aseguró que
con el solsticio de invierno (para el Hemisferio Norte) termina el calendario
maya y con él la vida en la Tierra tal y como la conocemos. Pero hay dos ramas
bien diferenciadas de la nueva era. Están los alarmistas, que aseguraron que
habría terremotos, huracanes, erupciones volcánicas, maremotos, tornados,
inundaciones e incendios en casi todos los países del mundo, por lo que no
muchos podrían salvarse. Por otro lado, estaban los más espiritualistas, que
afirmaron que lo que pasó el 21 de diciembre fue en realidad un cambio de
mentalidad en toda la especie humana, y a partir de allí se dejarán de lado “el
materialismo, el consumismo, el dinero, la vida de fiestas”. El punto es que,
como cada año, refutando a cada “profeta” o alarmista, el fin del mundo no
llegó. Lo más terrible de todo esto es que se deja de lado a la ciencia y se
enaltece la irracionalidad.
Este año la
Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) anunció en julio que
habían detectado una partícula que podría ser el bosón de Higgs, pieza clave en
el entendimiento del modelo estándar de física de partículas; en otras
palabras, la pieza del rompecabezas que faltaba para entender de cómo está
compuesta la materia y así sostenernos con evidencias en todos los modelos
cosmológicos que nos permiten saber de qué estamos hechos. También, la NASA
había anunciado el amartizaje del robot Curiosity en suelo marciano, algo que
representó un logro tecnocientífico para toda nuestra especie. Gracias a las
investigaciones del Curiosity podremos saber si en algún momento Marte tuvo
vida y si la vida es posible en ese suelo extraterrestre, para que en un futuro
lejano podamos establecer colonias humanas allí, cuando la existencia sea
dificultosa en la Tierra.
Es absurdo que
en pleno siglo XXI haya gente crédula de mitos y pseudociencia y que esto
genere tensiones, miedo, caos y hasta suicidios. Es una muestra de que la
civilización actual no crece al ritmo que lo hace su ciencia. Hoy estamos
conquistando el espacio exterior con nuestro conocimiento, estamos rompiendo
las barreras de la ignorancia y del statu quo, estamos investigando y
desarrollando medicinas para diversas enfermedades graves, viajando fuera del
planeta para encontrar respuestas, apostando por un mejor lugar para vivir,
inclusive.
Después de los
mayistas, vendrán otros gurúes a decirnos cuándo realmente ocurrirá el “fin del
mundo”, vendrán más profetas religiosos a ofertar cielos e infiernos para
distintos gustos, pero el pensamiento científico, racional y escéptico
continuará con su tarea de diferenciar la ficción de la realidad, la creencia
de los hechos, y el mito de la verdad científica.
- 23 de enero, 2009
- 23 de junio, 2013
- 7 de marzo, 2025
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