El Salvador: El Gobierno, la selecta y la inmadurez nacional

Los países tienen el Gobierno y la selección de fútbol que se
merecen. Por eso los salvadoreños debemos reflexionar seriamente cuáles
son las características nacionales que nos han llevado a seleccionar al
Gobierno y a la así llamada selecta para corregirlas inmediatamente. Hay
sin duda muchos rasgos salvadoreños que se reflejan en Gobierno y
selecta. Aquí podemos analizar algunos de ellos. Todos se resumen en una
sola característica salvadoreña, la inmadurez nacional.

Uno de
estos rasgos es la absurda expectativa de que el desarrollo económico,
un Gobierno eficiente y una selección ganadora de fútbol pueden crearse
del aire fresco, sin necesidad de preparación, sin instrucción notoria,
sin tener que pasar por todos los trabajos que otras sociedades han
tenido que hacer para tener un Gobierno eficiente y, a un nivel de
trabajo mucho menor, para tener un equipo ganador de fútbol. El país ha
pasado doscientos años buscando un milagro económico que nos permita ser
una sociedad rica sin tener que educarnos. Jamás lo ha encontrado.

El
segundo rasgo es la ingenua credibilidad de los salvadoreños, que los
vuelve vulnerables a populistas baratos que ofrecen el oro y el moro.
Cuando llegan al poder no entregan lo prometido, en parte porque son
incompetentes, en parte porque lo que han ofrecido no se puede entregar,
y en parte porque no les importa entregarlo. A través de nuestra
historia, estos populistas han sido removidos, legal o ilegalmente, por
otros populistas, que han ofrecido lo mismo que los derrocados habían
prometido antes y no habían entregado. Y así, uno tras otro. La
ingenuidad con la que el salvadoreño promedio se ha tragado estas
promesas absurdas por doscientos años no es inocente y no es gratis.
Proviene de su deseo de hacerle trampa a la realidad, de lograr el
desarrollo sin esfuerzo. El costo es verse explotado por los populistas.

Esto es así con el futbol también. Deseamos tener una selección
de fútbol de primera sin tener que invertir en semilleros de jugadores,
que los entrenen profesionalmente desde su infancia.

Un tercer
rasgo de inmadurez es el pueblerino concepto de cómo es el mundo y cómo
funciona, que nos lleva a darle importancia a cosas que no la tienen y
viceversa. En fútbol, todavía no hemos aprendido que la fuente de la
victoria es el juego disciplinado y en equipo, entrenado miles de veces
para que las jugadas se vuelvan segunda naturaleza. Aquí todavía
pensamos que la cancha es un lugar para demostrar machismo. Igual, en el
Gobierno, los salvadoreños piensan que el Gobierno es la cancha para
presumir de ser importante, y aceptan cuando los funcionarios lo hacen
en vez de trabajar en equipo para mejorar al país.

Un cuarto
rasgo de inmadurez es la incapacidad de definir prioridades. El Gobierno
se ha ido llenando de miles de actividades en las que quiere intervenir
cuando no cumple ni siquiera con las más esenciales. Si sólo cumpliera
con sus tareas de educación, salud y seguridad el país estaría mucho más
desarrollado que lo que está ahora. Pero, con mentalidad
tercermundista, trata de intervenir en todo y no ejecuta nada bien. En
fútbol sucede algo similar. Aprender a hacer pocas cosas bien ha llevado
a muchos equipos al triunfo.

El quinto rasgo es la facilidad
con la que nos damos por vencidos. Basta que el equipo contrario meta un
gol para que el entusiasmo de la barra desaparezca. Bastan unas
derrotas para que aceptemos que la selecta es mala y busquemos ganar a
través de insultar al adversario y no dejarlo dormir. Desde hace
décadas, quizás siglos, hemos renunciado a exigir que el Gobierno sea
eficiente. La barra a favor de tener gobiernos íntegros se ha quedado
callada. Y el sexto, quizás más importante, es ese espíritu diviso con
el que enfrentamos cualquier problema, buscando culpables en vez de
buscar cómo mejorar el juego y el Gobierno.

El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.