Obama se la juega en el segundo debate
La Universidad
de Hofstra prescindió hace un par de años de su equipo de fútbol americano y
decidió invertir los más de cuatro millones de dólares que le costaba en
organizar debates presidenciales. En lo que muchos consideran aquí un
"golpe de suerte", este campus de Long Island es sede esta noche del
debate que, según el reportero Dan Rather, puede ser "el más importante
de la historia" electoral de Estados Unidos.
Pese a la
emoción que tienen casi todos los debates en las carreras a la Casa Blanca,
históricamente sólo hay datos de que hayan alterado las carreras en dos
ocasiones de manera significativa: en 1960 y en 2000. A estos dos años, de
momento, hay que añadirle 2012. La pobre actuación de Barack Obama en el primer debate le hizo perder toda la holgada
ventaja que había mantenido durante el mes anterior contra Mitt Romney. Y lo que suceda este martes
reafirmará esa caída o la parará e incluso le volverá a dar la vuelta a la
carrera.
Según la media
de las últimas encuestas que hace a diario Real Clear Politics, el candidato
republicano está ahora unas décimas por delante del presidente. Romney
mantiene el liderazgo en estados decisivos como Florida, mientras que Obama
resiste en otros clave como Ohio y Virginia.
El presidente se ha pasado tres días en un hotel de
cinco estrellas de Williamsburg estudiando y ensayando. Toda la presión está
sobre el candidato demócrata, que patinó en el primer encuentro con una
actuación lánguida como él mismo reconoce. "Se dio cuenta de que tiene que
ser más energético en cuanto se bajó del escenario y también cuando vio la
cinta grabada del debate", explicó Robert Gibbs, ex portavoz y uno de los
asesores de la campaña. También se dieron cuenta los votantes, que en un
momento crucial se han empezado a pasar a Romney, más ágil y convincente
que el presidente en ese encuentro que vieron casi 60 millones de personas en
Estados Unidos.
Expectativas más igualadas
Las
expectativas están ahora más igualadas. Antes del primer debate, el 51% de los
votantes creía que ganaría el encuentro Obama contra el 29% que opinaba lo
mismo sobre Romney, según una encuesta de Pew. Ahora, el 41% elige al
presidente contra el 37% del republicano.
El formato del
debate de este martes, en principio, podría beneficiar al demócrata. Se trata
del llamado 'town-hall' en el que el público hace la mayoría de las
preguntas. La moderadora, Candy Crowly, también podrá insistir en las
cuestiones, pero la noche estará guiada por las preocupaciones de un grupo de
votantes, elegidos por Gallup entre los indecisos. Romney ha tenido más
ocasiones de practicar el formato, que ha repetido por pueblos de New
Hampshire, Ohio o Florida en las primarias republicanas, pero la improvisación
nunca ha sido su fuerte. En las conversaciones con los votantes tras los
mítines suele acabar metiendo la pata al preguntar demasiado sobre la edad o
incomodar con sus adivinanzas sobre el origen.
Este tipo de
debate es más imprevisible que cualquiera. Obama promete atacar con más
energía a su oponente, si bien éste no es el foro perfecto para hacerlo. Los
candidatos responden a las preguntas personalizadas de la audiencia y tienen
menos oportunidades de enfrentarse entre ellos. Además, las campañas están
intentando limitar el papel de la presentadora Crowly, que tiene la
intención de aprovechar la ocasión para interrogar a los candidatos y poder
insistir si no contestan a su gusto. La agresividad de Martha Raddatz, la
moderadora del debate entre vicepresidentes, puso en apuros a Joe Biden y Paul
Ryan la semana pasada. Nada que ver con el pasivo Jim Lehrer, que dirigió el
debate entre Obama y Romney el 3 de octubre.
En un debate
con preguntas del público, como dice un asesor de Romney, "no hay malas
preguntas, sólo malas respuestas".
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