Un país en la encrucijada
El País, Madrid
Los carteles que dicen “zona libre de humo” son cinco veces más
grandes que los que prohíben llevar armas en los bares de Caracas, una
ciudad donde sus habitantes pierden más de tres horas al día en enormes
atascos de tráfico y donde llenar el tanque de gasolina de un
todoterreno medio (42 litros de 95 octanos) cuesta 30 centavos de dólar
frente al precio de un dólar de una pequeña botella de agua mineral. La
capital venezolana es también el lugar donde llevar un ordenador por la
calle, sacar un iphone en el metro, incluso un reloj en la
muñeca en determinados barrios entrañan el alto riesgo de ser atracado,
pero donde tomarse un whisky de 12 años en una de las terrazas más sifrinas
(pijas), como la 360, viendo el espectacular panorama que componen el
monte Ávila y los rascacielos, sale por poco más de cuatro euros.
El país de la abundancia petrolera, patria de los culebrones televisivos y amante de los concursos de misses
hasta el punto de que los bancos ofrecen créditos blandos para
operaciones de cirugía estética, se enfrenta desde hace años a una
terrible pandemia: la violencia. Venezuela se ha convertido en uno de
los países más violentos de América Latina, por detrás de Honduras, pero
por delante de México y Colombia, con una tasa de homicidios de 48 por
100.000 habitantes. Solo el año pasado se registraron 19.000 asesinatos.
Y el virus de la inseguridad no para de infectar cada vez más a más
órganos del cuerpo social.
Ni la policía está a salvo. “Ya ni que estés trabajando uniformado
estás seguro. Por eso es que, al terminar la guardia, uno evita llevar
prendas alusivas al trabajo. Si los malandros se enteran de que
eres policía, saben que estás armado y te van a atacar para hacerse con
tu arma”, dice el comisario José Salcedo, que dos veces por semana
patrulla por el barrio de Petare, el más grande y hasta hace poco el más
peligroso de Caracas.
En lo que va de año, al menos 77 policías han sido asesinados en la
capital fuera de sus horas de servicio. El móvil de estos crímenes es
simple: robo de armas, de chalecos antibalas, motocicletas o de equipos
de radio. El último en caer fue el comisario Jesús Carías, de 40 años de
edad y 20 de servicio en el Cuerpo Técnico de Policía Judicial, quien
sufrió una emboscada el jueves por la tarde cuando volvía del acto de
cierre de campaña del presidente Hugo Chávez en pleno centro de la capital.
Muchos de estos asesinatos son ordenados desde las cárceles. “Tenemos
información extraoficial de que algunos delincuentes que están presos
pagan hasta 10.000 bolívares (unos 1.782 euros) por cada policía muerto,
siempre que se les presente la pistola reglamentaria del agente”, dice
Manuel Furelos, director de la policía de Sucre, uno de los cinco
municipios que forman la zona metropolitana de Caracas.
El poder de fuego de los pranes, término importado al
parecer de las cárceles de Puerto Rico para llamar a los presos que
controlan el tráfico de drogas y de armas puertas adentro y las redes de
extorsión y secuestro que operan puertas afuera, es mucho mayor que el
de los policías que patrullan el país. “Dentro de los penales, un rifle
semiautomático R15 cuesta unos 30.000 bolívares [más de 5.300 euros], y
un FAL [fusil de asalto ligero, usado por el Ejército], unos 25.000[4.400 euros]. En la cárcel de El Rodeo,
en las afueras de Caracas, todos los domingos se recogen 55 bolívares
por persona [casi 10 euros] para comprar balas y armas”, asegura José
Argenis Sánchez, un exconvicto que ahora preside la organización de
derechos humanos Liberados en Marcha.
Los pranes son también los líderes de los grandes motines
que desde el año pasado tienen lugar cada vez con mayor frecuencia en
las prisiones del país y que el Gobierno trata de sofocar empleando el
Ejército. Solo en el primer semestre de 2012 se han cometido 304
homicidios dentro de las cárceles, de acuerdo con las cifras de la ONG Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP), y desde 1999 han muerto violentamente más de 5.000 reos.
Héctor Guerrero, alias El Niño Guerrero, era uno de esos
tipos que deciden quién merece vivir y quién debe morir en los penales.
Se fugó a mediados del mes pasado, llevándose consigo al parecer a
Jimena Araya, un caso clínico. La actriz y modelo, de 29 años, que una
vez por semana hacía de vedette en uno de los programas
humorísticos más vistos de la televisión, es buscada estos días sin
descanso por la policía y la prensa rosa. Han descubierto que lideraba
una red de prostitución que tenía como clientes a los presos del Centro Penitenciario de Aragua,
a unos 100 kilómetros de Caracas. Rosita, como se la conoce, animaba
las noches y los días de la discoteca Tokyo, un garito que funcionaba
dentro de la cárcel, donde los presos bebían y bailaban al ritmo de los
espectáculos en vivo de bandas como Los Diablitos o Los Inquietos. Los
gastos, según la policía, corrían por cuenta de El Niño Guerrero, y a
Rosita no se le ha vuelto a ver nunca más por los estudios de
televisión.
La inseguridad, unida a la falta de trabajo —el desempleo oficial es
del 8%, pero el 43% de la población activa trabaja en la economía
informal—, está causando también una diáspora de venezolanos, en su
mayoría jóvenes profesionales de clase media, hartos de vivir en un
continuo sobresalto y de añadir nuevas rutinas de protección a su vida
cotidiana.
Hay empresas que se encargan de hacer la huida más sencilla. La página web venezolana mequieroir.com
ofrece información, consejos, testimonios y conferencias a quienes
tienen la inquietud inicial de emigrar. Como primer paso, proponen
completar una prueba que calibra por igual ánimos y posibilidades.
“¿Cuál es la razón principal por la cual pensarías en emigrar de tu
país?”, es la segunda pregunta, y dos de las cuatro opciones de
respuesta son estas: “A) Bajo ingresos económicos / desempleo. D)
Inseguridad social y jurídica, delincuencia”. Una vez completado el
cuestionario, se revela la respuesta como el horóscopo del día: “Tú
tienes una historia particular de cambio (…). No dejes de leer la
sección ‘Emigro con toda la familia’, presente en el capítulo ‘Me quiero
ir a trabajar’. Has llegado al lugar correcto”.
Los venezolanos se están yendo a España, Colombia, Panamá y EE UU, y
es la primera vez en la historia del país que se van. Los emigrados solo
son mayoría en una ciudad del mundo, El Doral, al sur de Florida,
un remedo de la Little Habana de Miami con 45.000 habitantes. No hay
estadísticas oficiales de cuántos se han ido, pero cada venezolano tiene
una ausencia que contar: un hermano, un amigo, un compañero de oficina.
En algún momento de las celebraciones que se hacen en casa es frecuente
ver un ordenador encendido y conectado a Skype, y al otro lado,
moviéndose en cámara lenta o a la velocidad que permita el ancho de
banda, el plano americano del que se fue. Así celebró María Gabriela su
cumpleaños, el pasado 26 de agosto, desde Caracas: con Sandra y Antonio
desde Madrid y Andreína desde París, todos en la misma pantalla.
El 90% de los graduados de la promoción de médicos de 2007 de la Universidad Central de Venezuela
se han ido del país, la mayoría de ellos a España, donde ya, entre 2004
y 2006, habían formalizado su inscripción en el Colegio Oficial de
Médicos unos 1.200 venezolanos. De aquella generación, Juraen Aguilar,
de 30 años, médico residente de un hospital público de Caracas, fue una
de los pocos que decidió quedarse. “Aguantaré hasta que no pueda más”,
suele decir. Su sueldo no supera los 250 euros al mes.
El lugar de los venezolanos en la atención médica primaria lo ocupan
mayoritariamente los cubanos. Desde 2003, cuando el presidente Chávez
creo la Misión Barrio Adentro, uno de los programas sociales bandera de
su Gobierno, miles de ellos llegaron a Venezuela para prestar atención
en los sectores más empobrecidos del país, que hasta entonces nunca
habían tenido acceso directo a los servicios de salud. Actualmente son
más de 11.000 y suelen vivir, junto con fisioterapeutas y entrenadores
deportivos también venidos de Cuba, en la segunda planta de los módulos
que ha construido el Gobierno para la misión en las barriadas de toda
Venezuela.
Los cubanos también se han hecho cargo del sistema de identificación,
migración y extranjería, del servicio nacional de registros y notarías y
de las redes informáticas de la estatal Petróleos de Venezuela (PDVSA). La compañía Albet Ingeniería y Sistemas, SA, cara comercial de la Universidad de Ciencias Informáticas de La Habana, es la encargada del software
“para que Venezuela pueda alcanzar la plena soberanía tecnológica”. En
abril de 2010, el exdirector de Protección Civil, el general Antonio
Rivero, denunció que había militares cubanos involucrados en las
operaciones de la Fuerza Armada Nacional. “En el área de inteligencia,
los cubanos enseñan metodología para hacer el trabajo hacia lo interno y
lo externo del país. Es un grupo de militares expertos, de diferentes
rangos. Por supuesto, esto se está haciendo sin dejar rastro”, dijo
Rivero entonces, sin revelar nombres.
Pese a todo, las misiones han sido la gran obra de Chávez. El
teniente coronel de paracaidistas llegó al poder tras la implosión del
sistema de partidos en 1998, cuando la élite política se engolfó en la
cleptomanía. La versión oficial del país destacaba la armonía social de
Venezuela, pero la realidad era que la desigualdad, el clasismo y el
racismo campaban a sus anchas. Chávez rompió con el mito y puso en
marcha planes para reducir el analfabetismo, bajándolo del 6% al 3%;
instaló mercados populares con productos baratos y facilitó el acceso al
crédito de las clases medias.
En casi 14 años de chavismo, los económicamente débiles han aumentado
su poder adquisitivo y su consumo de bienes, pero la oposición
argumenta que eso no ha servido realmente para reducir la desigualdad.
Ricardo Villasmil, coordinador del área económica de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD),
opina que Chávez “identificó bien los problemas, pero no supo
arreglarlos, sino que los profundizó y manipuló políticamente. Con una
inflación cercana al 28%, la más alta de América Latina, y la
generalización de subsidios, como ocurre en el caso de la gasolina,
resulta que, paradójicamente, se benefician más los ricos que los
pobres”, añade.
Para la oposición, tampoco se ha avanzado en el terreno de la
educación. Juan Maragall, secretario de Educación del Estado de Miranda,
de donde era gobernador Henrique Capriles
antes de lanzarse a la carrera presidencial, asegura “que el régimen ha
abandonado la enseñanza básica, hay tres millones de adolescentes fuera
del sistema escolar y en la mayoría de los casos de muertes violentas,
víctima y victimario tienen menos de 25 años”. Maragall también critica
que “el Gobierno haya acabado con la carrera docente al designar a los
maestros a dedo, en lugar de por concurso como era antes, y crear redes
clientelares”.
Pero el gran reproche que hacen muchos venezolanos al presidente es
que en su empeño de llevar adelante su proyecto bolivariano, o el
“socialismo del siglo XXI”, ha convertido el Estado en una fenomenal
máquina de propaganda, excluyendo a todos los disidentes y olvidándose
de los problemas reales de la gente.
Durante su mandato, Chávez ha cerrado 34 emisoras de radio y uno de
los dos canales más grandes de televisión, y ha acosado cualquier
opinión crítica. Además, obliga a todos los medios públicos y privados a
emitir en cadena todos sus mensajes a la nación, que en ocasiones han
sido hasta de ocho horas, durante las cuales canta rancheras, insulta a
sus adversarios políticos o anuncia las grandes obras que en el futuro
ejecutará el Estado. Las cadenas, como son popularmente conocidas en
Venezuela, son inesperadas, lo mismo interrumpen la telenovela de las
nueve que llegan en el último minuto de un partido de béisbol, el
deporte nacional. La ONG venezolana Monitoreo Ciudadano ha creado el Cadenómetro,
para medir cuántas horas ha acaparado Chávez todas las pantallas y
radios del país: desde enero, el comandante ha hablado 109 horas con 23
minutos de forma simultánea, a través de todos los medios audiovisuales
del país.
La exuberancia ideológica de Chávez ha tenido como contrapartida el
deterioro progresivo de las infraestructuras y servicios públicos. El
pasado 25 de agosto, 48 personas murieron abrasadas al producirse una
explosión en el patio de tanques de gas de la refinería de Amuay, la más grande de las cinco plantas de refino del país y orgullo nacional de tiempos pasados y mejores;
este ha sido el peor accidente que ha padecido la industria en los
últimos 30 años. Los venezolanos no dan crédito a que, siendo un país
petrolífero, sufran cada vez con mayor frecuencia apagones por
“revolucionarios” que sean y tengan que importar gasolina.
“Al aumentar el número de los cortes, ha aumentado también el tiempo
de respuesta para solventar la falla. Antes los apagones eran de 10
minutos y ahora son hasta de 10 horas, e incluso hay pueblos que se han
quedado hasta dos días sin luz”, dice el ingeniero Miguel Lara, ex
gerente general de la Oficina de Planificación del Sistema
Interconectado. El otro flanco de las críticas al Gobierno es el
mantenimiento de las carreteras, una vez símbolo del desarrollo
nacional.
En las urnas se enfrentan hoy dos proyectos de futuro para Venezuela:
la vía bolivariana del autoritarismo populista o la recuperación de un
sistema democrático y liberal. Tras más de una década dando palos de
ciego, la oposición ha encontrado una identidad y un líder popular en
Henrique Capriles y ha hecho del pragmatismo y de la eficacia en la
gestión su bandera. Asume los avances sociales habidos estos años y
salta al ring con un mensaje de reconciliación nacional. Enfrente tiene
el gran carisma y tirón popular de Chávez, pese al desgaste de años de
ejercicio del poder y el cáncer que le diagnosticaron en junio del año
pasado, y los recursos del Estado a su servicio. El resultado de las
elecciones marcará el destino del país y tendrá sin duda repercusiones
continentales. ¿Quién ganará? Como dicen los venezolanos, “lo más seguro
es que… quién sabe”.
13 años de chavismo
VENEZUELA EN CIFRAS
» La población ha pasado de 23,2 millones en 1998 a 29 millones de habitantes.
» La esperanza de vida en 1998 era de 72,16 años. En 2011, 74,30 (puesto 110º mundial).
» El número de viviendas ha crecido en 2 millones, hasta 8,2 millones. De un 6,6% de viviendas inadecuadas se ha pasado al 5,8%.
» En 2001, en un 30,2% de hogares había un coche. Diez años después,
el porcentaje baja al 27,7%. En cambio, se duplicó el porcentaje de
hogares con motocicleta, del 4% al 8,6%.
» En 1998 había un 50,4% de pobres y un 20,3% de pobres extremos. En 2011, la cifra bajará al 31,6% y al 8,5%, respetivamente.
» Venezuela recibió 685.000 turistas en 1998, 158.000 de ellos de EE
UU y 15.000 de España. En 2010, los visitantes bajaron a 510.000. El
descenso de turistas estadounidenses es significativo. En 2008 fueron
87.000. Por el contrario, hubo un fuerte incremento de españoles:
67.000.
EDUCACIÓN
» La tasa de alfabetización pasó del 90,9% en 1998 al 93,60% en 2010.
» La escolarización en el curso 2000/2001 en primaria era del 90,7%, y
en secundaria, del 53,6%. En el curso 2010-2011 las cifras ascendieron
al 93,2% y el 73,3%, respectivamente. Es significativo el incremento en
secundaria.
» En 2000 había casi 900.000 universitarios. En 2010 la cifra aumentó hasta los 2.300.000.
ECONOMÍA
» La producción de la compañía estatal de petróleo ha bajado de 3,5
millones de barriles diarios en 1998 a 2,4 millones en 2012. Es el 12º
productor mundial.
» En 1998 se exportaron 3 millones de barriles y 1,6 millones ahora.
Sin embargo, la compañía estatal ha subido su plantilla de 32.000
trabajadores a 105.000.
» El desempleo en 1998 era del 16,6% y descendió al 7,9% en 2011. El 43% de la población activa está en la economía sumergida.
» La renta per capita en 1998 era de 8.500 dólares (6.537
euros) y en 2011 fue 12.700 dólares (9.768 euros). Venezuela ocupa el
puesto 92 en la clasificación mundial.
» El PIB ha pasado de 91.339 millones de dólares (70.255 euros) en 1998 a 315.000 millones (242.289 euros) en 2011.
» La inflación en 1999 era el 20% y se ha disparado al 27,9% en 2011.
» Las importaciones también se han incrementado. En 1998 eran de
16.755 millones de dólares (12.887 euros) y en 2012 casi se han
duplicado hasta los 29.930 millones (23.021 euros). Los empleados
públicos han pasado de 1 millón en 1998 a 2,5 millones en 2012.
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