Venezuela: la novedad de no saber quién va a ganar
"Ésta es la primera vez que Hugo Chávez va a unas
elecciones", me dice un conocido encuestador venezolano y me explica que
estos son los primeros comicios de la "era bolivariana" en el que los
resultados no están definidos de antemano a favor del presidente.
Dicho esto hace una pausa, mira a lado y lado y
por último me pide que no lo identifique, no en esa declaración, porque
dice que no quiere salir vapuleado en el polarizado debate político
venezolano.
Las cosas en Venezuela siguen
extremadamente divididas y polarizadas, como ha sido la característica
de los tiempos del presidente Chávez, pero quien regresa al país percibe
cambios notables.
El principal es que el otro polo de la ecuación
política venezolana tiene hoy una cara mejor definida que presentar.
Chávez no "corre solo", como solía suceder. Tiene al frente un
contrincante más duro de lo que muchos esperaban, incluidos muchos
dentro de la propia oposición.
La irrupción en la escena electoral de Henrique
Capriles Radonsky cambió el ánimo entre quienes llevan casi década y
media adversando al carismático jefe de la llamada Revolución
Bolivariana.
Optimismo generalizado
Para quienes hemos cubierto los eventos
electorales de la era del chavismo, es notable el cambio de ambiente que
se respira en las calles de Caracas, donde el optimismo parece
generalizado.
Independientemente de tendencias o encuestas
(que la ley venezolana prohíbe publicar en la semana previa a la
votación) ambos bandos tienen confianza y fe en que el resultado de los
comicios del domingo 7 de octubre les favorecerá.
El chavismo siempre ha sido optimista y sigue
siéndolo porque está acostumbrado a su arrollador éxito electoral de la
mano de un líder que se ha proyectado como "invencible". Pero ahora la
oposición empujada por Capriles también se une a las filas de los
optimistas que reflejan los estudios de opinión.
Los opositores parecen haber abandonado el
derrotismo –o su otra cara: el triunfalismo sin fundamento- con el que
solían acudir a las justas electorales.
Me ha llamado la atención recorriendo diferentes
lugares de la capital venezolana estos últimos días cómo en el debate
entre simpatizantes de Chávez y simpatizantes de Capriles había
intercambio de ideas y no de simples slogans electorales o de insultos,
como tantas veces he presenciado en Venezuela.
Es cierto que también hubo violencia inédita
durante la campaña, incluida la muerte en un enfrentamiento de tres
activistas de Capriles durante un acto de electoral en el estado
Barinas, cuna del presidente Chávez.
Pero en las calles se percibe un incipiente
diálogo político entre bandos, cosa que no ha existido en la Venezuela
de los últimos años ni siquiera a nivel institucional donde gobierno y
oposición simplemente no se hablan.
No más "Chávez vete ya"
En esta campaña la oposición parece haber
ajustado los puntos que en el pasado caracterizaron su derrota: encontró
un líder creíble y carismático que insufló pasión al trabajo político y
en torno al cual logró articular un discurso político más allá del
desesperado "Chávez vete ya".
Antes los opositores no tenían quien les
hablara, literalmente. En los muchos actos multitudinarios que el
"antichavismo" convocaba, una constante era la falta de alguien que
rematara retóricamente la jornada y dejara a las masas la sensación de
misión cumplida.
Capriles, sin ser un orador que pueda ufanarse
de las artes comunicacionales de Chávez, más bien lo contrario, ha
logrado empaquetar un mensaje simple que por primera vez ha puesto de
manera efectiva los planteamientos de la oposición al nivel de los
problemas sociales del colectivo.
En las calles de Caracas se percibe un comienzo de diálogo político entre oficialismo y oposición.
Incluso el "ahora o nunca", que solía ser el
argumento último de los opositores en su desesperación por tratar de
desalojar a Chávez del poder, no ha estado presente en la fase final de
la campaña electoral.
No es que los opositores no sientan la urgencia
de una victoria electoral, pero su renovada dirigencia ha abandonado el
tono apocalíptico con el que siempre terminaba implorando a sus
seguidores salir a votar en vísperas de los comicios.
Dos fenómenos
Si bien Capriles es la sorprendente novedad y
para algunos hasta el "fenómeno" de estas elecciones, Chávez sigue
siendo el polo dominante de la política venezolana.
Pese al desgaste que es natural esperar en un
líder que lleva casi 14 años en el poder y pese al cáncer –ya superado,
según el diagnóstico oficial- el aspirante a su tercera reelección sigue
desatando el fervor de sus seguidores.
De hecho, que el mandatario venezolano pueda
llegar a estos comicios con confianza en su ratificación es de por sí un
fenómeno político, cuyas claves seguramente querrían copiar muchos
mandatarios de todo el planeta que ven impotentes cómo sus estrellas
declinan irreversiblemente apenas logran el poder.
Pero Chávez no ha estado acostumbrado a
compartir el escenario político con nadie, mucho menos con la
tradicionalmente fragmentada y acéfala oposición y por eso en la recta
final de la campaña parece haberse empeñado un poco más.
Independientemente del resultado de los comicios
del domingo 7 de octubre, cualquiera de los bandos que resulte vencido
podrá ofrecer a la dinámica política venezolana una oposición con cara
bien definida como no ha tenido en la última década.
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