La banca y la política en Ecuador
Históricamente
han sido una mala combinación. No solo es evidente en el caso del banco estatal
Cofiec que hoy ocupa las portadas de los diarios, sino a lo largo de la
historia de nuestro país. Guillermo Arosemena en su obra La historia
empresarial del Ecuador (1998) dice que “en más de una ocasión, el
gobernante de turno asaltó a las instituciones financieras… En más de una
ocasión [los banqueros] se aliaron con los gobernantes para poder sacar
beneficio propio”. Todos siempre contentos hasta que esta mala combinación
resultaba en una crisis.
Arosemena
indica que “Los banqueros, en el fondo, prefirieron lidiar con el gobierno en
lugar de prestar pequeñas cantidades al público… además se les presentó la
oportunidad para demandar favores de los gobiernos”. Por ejemplo, no era
extraño que los banqueros obtuvieran privilegios del Estado en la forma de
aranceles que favorecían a sus empresas. Pero al final del día el poder
político terminaba imponiéndose ante el poder económico. El autor recuerda cómo
el dictador Ignacio de Veintimilla asaltó con las fuerzas armadas las bóvedas
del Banco del Ecuador (privado) en 1883 y luego cómo en 1899 Eloy Alfaro
obligaría a los bancos privados a otorgarle un préstamo sin respaldo en
reservas de oro.
El
libro de Arosemena muestra cómo, incluso desde antes de que naciera el Banco
Central del Ecuador (BCE) en 1927, las crisis siempre estuvieron ligadas al
insaciable apetito que han tenido los políticos por el gasto. Carlos Julio
Arosemena Tola, en un informe a la misión Kemmerer que había venido, entre
otras cosas, a establecer el BCE, señalaba entre las principales causas de las
crisis pre-1926 a la inconvertibilidad de la moneda al oro que se decretó en
1914, a los recurrentes déficits presupuestarios y al despilfarro de los fondos
públicos.
La
crisis de 1999 también se debe a esa malsana combinación de la banca y la
política. Esto se percibe particularmente desde 1983, cuando se sucretizó la
deuda externa de los bancos privados, mecanismo mediante el cual el Estado
asumió la deuda externa de los banqueros privados. Así, supuestamente se evitó
una quiebra generalizada, lo cierto es que se benefició a los acreedores
(bancos extranjeros) y a los dueños de los bancos locales, derivando en un
significativo aumento de la deuda externa pública y de la inflación en los años
siguientes. Posteriormente, León Febres-Cordero extendió el plazo de pago y
permitió que los banqueros locales cancelaran sus obligaciones con el BCE
aceptando al valor nominal bonos del Estado ecuatoriano que en ese momento se
vendían con altísimo descuento. Esto por mencionar solo dos ejemplos de cómo
desde ese entonces el BCE se convirtió en el principal salvavidas de los
propietarios de los bancos y gestor de la expansión monetaria que culminó con
el sucre en caída libre de 1999.
La
crisis aislada en Cofiec es un nuevo ejemplo de cómo la intervención del Estado
favorece a personas con contactos en altos niveles y cómo se produce la concentración
de crédito en empresas controladas por el mismo Estado. Este caso debe servir
como una alarma para que se investigue la posible concentración directa o
indirecta de facilidades concedidas por otros bancos estatales como CFN, BNF y
BEDE.
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