La innecesaria y costosa soberanía alimentaria
Nos
explican los defensores de la soberanía alimentaria que un país debe autoabastecer
sus necesidades de alimentos. ¿Pero por qué? ¿Por qué es necesario que un país
se autoabastezca de todo lo que consume? ¿Por ejemplo, por qué tiene un país
tropical que producir quinua, si sus zonas agrícolas no son aptas para su
cultivo y la puede comprar más barata de lo que le cuesta producirla?
Precisamente,
el propósito del comercio internacional (y en realidad del comercio en
general), es que cada país produzca lo que mejor se adapte a sus condiciones,
venda su producción excedentaria a otros países y les compre aquello que no le
conviene o no puede producir.
La soberanía alimentaria es
innecesaria, ya que si un país no produce cierto alimento, no quiere decir que
no pueda consumirlo; lo puede comprar a otro país. Sobran los ejemplos de
países que no siembran trigo, pero no les falta pan, que usan aceite de soya
sin sembrar soya o fabrican chocolate sin sembrar cacao. La soberanía
alimentaria es además costosa, porque existen ciertos productos que no son
aptos para ser cultivados en un país. Producir manzanas en Ecuador es costoso
porque el clima ecuatoriano no es apto para ello. Producir bananas en Chile es
costoso por los mismos motivos. Tratar de hacerlo implica un desperdicio de
recursos. Mejor es que Chile produzca manzanas, exporte parte de su producción
a Ecuador y le compre bananas y que Ecuador haga lo contrario.
Dada la posibilidad de que cada país
siembre aquellos productos para los cuales tiene las condiciones adecuadas y
compre de otros países aquellos productos que le costarían más caro producir
por sí mismo, es una tontería perseguir la soberanía alimentaria. Y cuando un
país se embarca en esta tontería, hace que la canasta de alimentos se
encarezca, castigando al consumidor. Por supuesto, son los más pobres los que
en términos relativos sufren más por estas políticas.
La política de soberanía alimentaria
es eufemismo para lo que en economía se llama sustitución de importaciones y la
experiencia latinoamericana es contundente en cuanto al fracaso y las
consecuencias negativas de las políticas cepalinas de sustitución de
importaciones. El discurso de la soberanía alimentaria apela al nacionalismo,
incluso a la xenofobia y es un instrumento en el arsenal de los populistas y
demagogos para mostrarse como defensores de los intereses nacionales. Por eso
no nos debe sorprender que abunden políticos que enarbolen este discurso.
Tampoco nos debe sorprender que empresarios agroindustriales promuevan el
debate, ya que buscan obtener algún subsidio, barrera arancelaria o monopolio
que los proteja de la competencia u otros beneficios de parte del Estado. Que
la gente común crea este discurso es entendible como es entendible que un no
cardiólogo le crea a un cardiólogo en temas del corazón. Pero es lamentable que
economistas profesionales que son considerados de cierto prestigio por la
opinión pública también promuevan esta costosa e innecesaria falacia… Y los hay
de sobra.
- 28 de diciembre, 2009
- 28 de marzo, 2016
- 29 de mayo, 2015
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