Argentina: El dibujo presupuestario y el 2013
A estas alturas, decir que el Presupuesto Nacional hace mucho que
dejó de ser “la ley de leyes” resulta una perogrullada. Para ser
sinceros, en entornos de alta inflación, como tuvimos también en otros
momentos de la historia argentina, todo presupuesto anual dista mucho de
reflejar la verdadera asignación de gastos y cálculo de recursos. Sin
embargo, la agravante presente es que, mientras antes las discrepancias
entre la realidad y lo presupuestado obligaban a una discusión con el
Congreso para buscar nuevos fondos, autorizar incrementos de gastos o
modificar partidas, en el presente esquema toda subestimación de
recursos puede ser gastada y toda partida puede ser reasignada a su
antojo por el Poder Ejecutivo, mientras no se altere el
déficit/superávit original, sin muchas explicaciones ante los
responsables de votar impuestos o fijar prioridades del gasto. Es en ese
sentido que la institución presupuestaria ha dejado de funcionar, como
otras instituciones en nuestro país.
Sin embargo, así como los garabatos que se hacen en un test
psicológico permiten inferir los rasgos de conducta del dibujante, los
“dibujos” del Presupuesto permiten inferir los problemas reales y las
“soluciones” que propone el Ejecutivo.
El Gobierno inventa el Presupuesto sujeto a dos restricciones: tiene
que mostrar crecimiento de gastos y superávit fiscal. Una baja del gasto
sería un “ajuste” y un déficit fiscal sería “mala administración”. Por
lo tanto, también debe mostrar un aumento de los ingresos.
Mientras los gastos crecían con cierta “moderación”, la ingeniería
del Presupuesto consistía en subestimar mucho los ingresos, para, pese a
mostrar superávit, esconder el verdadero aumento de ingresos, lo que
permitía luego asignar el “sobrante” a gastos, con total
discrecionalidad.
Así, por ejemplo, en 2010 los ingresos verificados superaron en más
del 15% a los presupuestados, lo que permitió gastar más de $ 50 mil
millones por encima de lo autorizado. Pero a partir de 2011, y sobre
todo este año, como los gastos “explotan” ya desde lo presupuestado y
hay que mostrar superávit fiscal, antes de pagos de deuda no se pueden
subestimar demasiado los ingresos. Es que, de lo contrario, dado el
aumento del gasto presupuestado, se reflejaría un déficit. De allí que
la subestimación de ingresos resultó muy baja en 2011, en torno al 5%, y
será casi nula este año, por el menor nivel de actividad y la mala
cosecha. Sin embargo, eso no impidió, ni impedirá el año próximo, gastar
otra vez unos $ 60 mil millones más que lo previsto.
Y es aquí donde entra la figura estelar de la realidad fiscal actual;
este exceso de gasto es financiado con endeudamiento “disfrazado”,
principalmente con el Banco Central, que estuvo incorporando en su
activo “papelitos” de la deuda pública, en lugar de dólares, y en su
pasivo cada vez más emisión monetaria para pagar esos mayores gastos.
Y aquí está el centro del “problema/solución” fiscal. El gasto crece
bien por encima de los ingresos genuinos. Una parte se financia con el
Banco Central, con emisión de moneda y uso de reservas. Y otra parte es
impuesto inflacionario “implícito” incluido en el resto de los
impuestos, por aumento nominal de la base imponible, sobre todo el IVA,
que se cobra sobre precios muy superiores a los del año anterior, o el
no ajuste por inflación sobre la base del impuesto a las Ganancias que
pagan empresas y personas.
Pero existe además un ajuste fiscal “real” cuando ciertas partidas de
gasto no se actualizan al ritmo de la inflación, en especial
transferencias discrecionales a provincias o subsidios varios.
Lo que refleja el dibujo presupuestario es que la situación fiscal,
incluyendo pagos de deuda, presenta serios problemas y que sólo el Banco
Central y el impuesto inflacionario implícito permiten financiar un
agujero que este año, entre Nación y provincias, superará los $ 100 mil
millones, aunque el año entrante puede ser algo menos, por compromisos
de deuda más bajos y mayores ingresos genuinos, si la soja ayuda lo
suficiente.
En síntesis, lo que sí dice el Presupuesto es que 2013 será otro año
de alta inflación, pérdida de competitividad cambiaria, restricciones a
la compra de dólares y ajustes conseguidos por caída, en términos
reales, de ciertos subsidios y gastos.
Como se ve, hay cosas que ya ni los dibujos pueden ocultar.
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