Bolivia: Reflexiones masistas sobre el «capitalismo verde»
Hace pocos días el vicepresidente
Álvaro García Linera explicó lo que él denominó “capitalismo verde”. Según su
explicación, las empresas europeas compran bosques para su preservación en
países tercermundistas y reciben compensaciones millonarias de sus gobiernos
mediante bonos de carbono. De esta manera, las multinacionales crean
“supraestados”: territorios donde el Estado no tiene cabida.
Muchos, incluidos Evo Morales y
García Linera, condenan al capitalismo por destruir los bosques. Sin embargo
aquí García Linera critica al capitalismo precisamente por hacer lo contrario:
preservar bosques. Y según su propia admisión, le molesta que el ánimo de lucro
sea lo que motive a las empresas a velar por su preservación. Siguiendo esta
lógica, está bien destruir bosques mientras no sea con ánimo de lucro, está mal
salvarlos si es para lucrar. Esta es una clara muestra de la inconsistencia de
los intelectuales de izquierda que critican al capitalismo si hace algo y lo
critican si no lo hace. Incluso Evo Morales, autoproclamado defensor de la
madre tierra, ha criticado el movimiento ambientalista como una imposición del
capitalismo mundial y un freno al desarrollo de los países pobres. ¿En qué
quedamos? ¿O el capitalismo destruye el medio ambiente o lo preserva a costa
del desarrollo de los países pobres? Ni ellos mismos lo saben, o adoptan la
posición que ven conveniente según el auditorio.
El vicepresidente también afirma que
existen áreas protegidas que pertenecen a particulares y no están bajo control
del Estado, y critica esta situación como una pérdida de soberanía y poder.
Asumiendo la veracidad de tal afirmación, al vicepresidente no parece
interesarle analizar la efectividad y eficiencia ambas alternativas: no discute
si las áreas protegidas que según él están en manos de transnacionales (yo
desconozco si existen y cuáles son) son mejor o peor cuidadas que aquellas en
manos del Estado. No le interesa analizar con qué método se preserva mejor el
medio ambiente, sino que el Estado tenga el control. Siguiendo la lógica de su
argumento, más importante es tener un Estado todopoderoso aunque haga un pobre
manejo de las áreas protegidas, que tener áreas protegidas bien manejadas en
manos privadas.
Esta inconsistencia y pobreza
argumentativa proviene de quien es reputado como el mayor intelectual del
partido gobernante. Luego, no debería sorprendernos las sandeces que escuchamos
de otros militantes del Movimiento al Socialismo. El vicepresidente puede posar
como ambientalista cuando le conviene, pero su argumentación es deficiente y un
ligero análisis muestra que lo que le interesa es el poder: la concentración
del poder en manos del Estado y el manejo del Estado en manos suyas.
- 28 de diciembre, 2009
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