El mundo árabe que viene
Hay múltiples señales que los gobiernos de EEUU y Europa no supieron
percibir, no vieron que había movimientos mucho más profundos que los
conflictos que habíamos observado anteriormente en las sociedades
civiles en Oriente Medio. Desde la revuelta egipcia hasta los sucesos en
Siria, lo que esta sucediendo, se suponía que iba a ocurrir después del
colapso de la Unión Soviética, cuando cayeron los regímenes comunistas
de Europa central y oriental. Pero entonces no ocurrió, en parte porque
los regímenes árabes eran fuertes y porque EEUU detuvo su apoyo y
abandonó a los kurdos, a los sudaneses y a los movimientos democráticos
en Líbano e Irán. Ello se debió a intereses económicos y a sus
relaciones con las élites que formaban estos regímenes.
Después de 2001, hubo dos señales de cambio: Afganistán e Irak. La
primera explosión popular que vino como resultado de esta nueva era fue
la Revolución de los Cedros en Líbano, cuando en 2005, Un y millón y
medio de personas tomaron las calles de Beirut. Esto envió una señal muy
fuerte a miles de jóvenes de la región. En 2009, se desató la
Revolución Verde en Irán. Vimos a millones de personas en las calles de
Teherán (el 70% de ellos tenía menos de 20 años) la mitad eran mujeres.
‘El asesinato de Neda Agha-Soltan’, hizo del levantamiento un símbolo de
rebelión de la mujer contra la opresión. Aunque ambas revoluciones
fueron reprimidas, ya era demasiado tarde. El mensaje estaba en la mente
y los corazones de muchos en la calle árabe. Luego surgió un mundo
bloguero que dio lugar a sociedades paralelas online que ya no podrán
oprimirse. Esto se aprecia hoy con la revolución Siria en Facebook que
ha roto el muro de silencio del régimen. Facebook es distinto a los
foros de Internet, aunque existen fraudes, la mayoría pone su rostro. Y
cuando 340.000 sirios ponen su rostro en Facebook, no cabe duda que
estamos ante una cultura de cambio que trasmite un claro mensaje al
régimen de Assad diciéndole: ¿Quieres detenernos? Entonces arresta o
elimina a 340.000 personas.
Los primeros meses, las manifestaciones suscitaron el interés de la
clase media y baja, luego calaron en la burguesía y los trabajadores.
Allí vimos un movimiento social pacífico, sin quema de banderas ni
eslóganes islamistas. Pero Occidente dio un mensaje equivocado cuando
previamente apoyo a salafistas egipcios y libios. Entonces estos grupos
radicales comenzaron a apoyar la revolución contra Assad en Siria, se
unieron al levantamiento y están secuestrando la revolución. Igual que
en 1979, cuando los Khomeinistas se robaron la revolución iraní, en
Siria hay un peligro real de que esto ocurra. Si comparamos Irán y
Siria, hay parecidos y diferencias. La similitud es que los
Khomeinistas, muy bien organizados, se concentraron primero en que el
Sha se fuera y luego destruyeron a otros componentes opositores para
tomar el poder. Eso es comparable con la situación de los salafistas que
combaten en Siria -muy bien organizados- que cuentan con apoyo de los
petrodólares del Golfo y de una red de televisiones por satélite
(Al-Yazzira y Al-Alam) y esto no debe ser tomado en defensa de la
dictadura de Assad, pero es algo concreto y real. Muchos partidarios de
Assad e incluso colegas y medios de prensa hablan del peligro de que
grupos terroristas islamistas intenten apropiarse de la revolución
Siria. Ante los hechos, mi conclusión va mucho más allá, sostengo que el
riesgo de que islamistas y elementos de Al-Qaeda estén secuestrando la
revolución Siria no es simplemente alto; sino que eso es lo que ya está
ocurriendo, exactamente igual a lo que ocurrió antes en Egipto y Libia.
Assad no dispone de probabilidades para mantener el poder a largo
plazo, Rusia querrá salvar lo que queda de su deteriorada reputación
ante la comunidad internacional, tampoco querrá quedar fuera del juego
que continuara en la región luego de la salida de Assad, y es allí donde
grupos salafistas trabajan día a día en el plano de lo visible y de lo
invisible. Tienen presencia en el combate militar del ESL, pero también
en el adoctrinamiento en mezquitas y utilizan al mismo tiempo la taqqiya
-una dialéctica yihadista que significa no decir exactamente lo que se
quiere o lo que se hará a futuro-. Dicen que no están interesados en
establecer un Estado islámico, que están en favor de la democracia, la
transición y las elecciones con el fin de ganar tiempo para tomar al
poder. La estrategia es ser aceptados en la oposición para obtener
protección popular mientras negocian con las energías locales y
regionales. Luego querrán presentarse a elecciones y ganar un número
suficiente de bancas para obtener algunos ministerios, y no estarán
interesados en Defensa o Exteriores, sino en Economía y Educación para
así financiar el mayor numero de madrazas -escuelas de formación
política/teológica- Como hicieron en Egipto los Hermanos Musulmanes. Los
salafistas saben manejar muy bien los gobiernos de transición. Así,
debilitaran a ‘la multinacional ideológica’ que se da cita en el Consejo
Nacional Sirio. Esta es la amenaza real a la caída del dictador Assad y
lo único que puede ayudar a detenerla es la juventud siria movilizada
si es apoyada por la comunidad internacional. Sin embargo, la falta de
un dirigente en la sociedad secular siria y en las fuerzas democráticas
-que son la esencia de la revolución- es un verdadero problema, pues no
hay una figura representativa al ciento por ciento. Lo hemos visto en
Túnez y en Egipto. Ahora lo veremos en Siria. Lo que ya ha derivado en
una abierta guerra sectaria no ofrece una figura capaz de catalizar el
consenso popular en el escenario actual. Encontrar ese dirigente
político capaz de unificar a la oposición y los rebeldes armados será
una tarea difícil. Un Gabinete interino de unidad nacional podría ser la
salida, pero Occidente teme que ese futuro Gabinete pueda ser más duro
que el régimen de Assad con respecto al proceso de paz árabe-israelí y
con los intereses estadounidenses.
Mientras tanto, la postura del presidente de EEUU, Barack Obama,
continúa siendo confusa y titubeante y parece ir en todas las
direcciones y en ninguna al mismo tiempo. Estas grandes dudas se deben a
varias razones. La primera es que hay múltiples centros de decisión en
EEUU y cada uno está preocupado por su propia área. Defensa,
inmediatamente se preocupa por el estatus de las fuerzas armadas sirias y
por lo que pueda suceder con las Alturas del Golán. En Exteriores, la
preocupación es qué pasará con Israel e Irán. Pero también hay un órgano
de asesores que lleva años haciendo lobby por el diálogo con los
Hermanos Musulmanes. Luego está el Congreso, que tiene el papel más
importante y al que le preocupa la democracia, los derechos humanos y el
yihadismo. Lo que Obama no quiere oír de ninguno de estos centros de
poder, y menos de la oposición, es que fue el quien perdió Egipto y
Libia en favor de los salafistas, aunque es evidente que al presidente
le ha faltado firmeza en apoyar a los movimientos democráticos.
Hoy vemos al régimen sirio advertir sobre el peligro de que Al-Qaeda
aproveche el caos para penetrar su país. Realmente Al-Qaeda no necesita
un gran caos para hacerse fuerte en Siria. Puede actuar ahora mismo si
lo desea y de hecho esta actuando. Pero el factor más peligroso del
terrorismo yihadista es tanto igual que la permanencia de Assad apoyado
por tropas iraníes sobre el terreno, y todo será más caótico cuanto más
se retrase su salida. La victoria a largo plazo sobre Al-Qaeda no es
policial sino que será la desradicalización ideológica, lo que se
conseguiría con un Gobierno secular. Pero hasta ahora, Occidente ha
creído que apoyarse en regímenes dictatoriales en Oriente Medio era la
forma de combatir el islamismo radical. Y no entendió que solo las
revoluciones democráticas y seculares pueden cambiar esta doctrina.
La nueva era será más larga y desordenada de lo que muchos esperan,
pero nos va a llevar al otro lado. Lo que teníamos eran regímenes
totalitarios sin democracia, pero sin yihadismo. Ahora avanzamos hacia
el cambio de una nueva era política. Regímenes como el de Assad no
querían ese cambio y el yihadismo se valía de ese statu-quo para crecer.
Con las revoluciones populares hay una esperanza de que el talibán,
Al-Qaeda o los Khomeinistas no avancen sobre los países árabes que
decidan por la secularidad y la democracia.
La forma en que Siria salga de esto va a impactar definitivamente al
resto del mundo árabe y seguramente marcara el destino de otros
regimenes regionales. Este Oriente Medio conocido, no será el mismo
nunca más. No habrá vuelta atrás al viejo orden. Pero aún no estamos en
el nuevo Oriente Medio, nos encontramos en una etapa provisional y de
transición. Se trata de una revolución permanente.
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