La hora de la verdad en El Salvador

Mientras la negociación convocada por el Presidente de la República para resolver los problemas derivados del desacato del FMLN a la Constitución se extiende ilimitadamente, hay muchos que aconsejan que se busque una solución de compromiso en la que el FMLN y sus partidos satélites "salven cara", de tal manera que todos puedan salir contentos del conflicto, clamando haber logrado una victoria. Este tipo de consejo es un lugar común, y proyecta al que lo da como una persona sabia y conocedora de los procesos que mueven al mundo.

En realidad, sería bien bonito que pudiera aplicarse a la crisis que nos aqueja. El problema es que para aplicarla habría que violar las leyes del país, ignorando que se ha cometido un delito de desacato, para el cual establecen penalidades. Si no se aplica la ley, no sólo se viola el régimen de derecho sino que también se valida la táctica que está usando la cúpula del FMLN en su asalto del poder.

En su desacato el FMLN ha usado una táctica que ha sido clásica para tiranos nazis y comunistas en dicho asalto: crear una crisis buscando capturar el poder total, negociar por una posición intermedia al encontrarse con oposición, y lograr con cada crisis acercarse más a la captura del poder total por medio de la negociación. Esta táctica es como la aplicada por una banda que se coloca en la esquina, amenaza con asaltar a cualquiera que pase por allí, y al encontrar oposición ofrece asaltar sólo a la mitad de los que pasen, para luego hacer la misma amenaza en la esquina de enfrente, transando en asaltar sólo la mitad de los no asaltados en la otra esquina, con lo que ya asalta a las tres cuartas partes, y así.

Obviamente lo que procede en este caso no es la negociación con los extorsionistas sino la captura de estos. Igualmente, en el caso del desacato hay que seguir lo que indica la ley, no negociar.

El FMLN acompaña esta táctica con otra: escudarse en una estructura de mentiras y disimulos que pretende darle legitimidad a las acciones de la cúpula en contra de toda evidencia. Así, la estructura mantiene que la Corte Centroamericana de Justicia (CCJ) tiene jurisdicción en casos de conflictos de poderes en los países miembros, cuando es claro que, primero, lo que hay no es un conflicto de poderes, sino un desacato de una sentencia legítimamente emitida por la Sala de lo Constitucional, y, segundo, que la Constitución misma dice que nada, ningún tratado internacional, puede prevalecer sobre ella (incluyendo el que creó la CCJ), y, tercero, que la Sala de lo Constitucional es la única intérprete de la Constitución.

Parte de esa estructura de mentiras y disimulos es el oscurecer la diferencia entre negociar los nombramientos de la Corte Suprema de Justicia (que hay que hacer para obedecer la sentencia de la Sala de lo Constitucional) con negociar el cumplimiento de esa sentencia (que es ilegítimo, ya que una sentencia de esta Sala no puede negociarse sino sólo obedecerse) y con olvidar que los que cometieron el desacato han cometido un delito que debe castigarse.

El país puede aceptar el consejo de hacerse el desentendido con el delito y no castigarlo. Pero tiene que estar consciente de que eso daría impunidad a la cúpula del FMLN para que siga cometiendo delitos orientados a apropiarse ilegítimamente del poder en el país. No obedece a los tribunales, ¿y qué? No pierde nada. Más bien proyecta la imagen de estar por encima de la ley, que favorece a cualquier tirano. Esto la alentará a seguirlo haciendo, esperando que alguna vez le funcione. Por eso, hacernos los desentendidos no nos librará de conflictos sino que los volverá peores. Algún día, tendremos que escoger entre cumplir las leyes o plegarnos a la tiranía que esa cúpula está preparándonos. Mientras más tarde, peor.

El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.