Colombia, la Venecia inversa
El Colombiano, Medellín
Nadie está esperando que Colombia se parezca ni cercanamente a la romántica Venecia, aunque la percepción de estarnos hundiendo, el exceso de ratas y el mismo olor a alcantarilla que se alebresta en el verano en esta laguna pantanosa del Adriático, o en las sesiones extraordinarias del Congreso, nos hacen pensar que podría ser nuestra ciudad hermana. Tampoco anhelamos tener los 150 canales que aproximadamente tiene Venecia, porque no estamos en una laguna, así el enlagunamiento en algunos funcionarios de la Casa de Nariño sea alarmante.
Pero cuando se revisa la historia colombiana, es imperdonable que el único canal que existe en el país, además de los televisivos, lo hicieron los españoles en el siglo XVI para facilitar la navegación entre el río Magdalena y Cartagena.
Los que estudiamos geopolítica sabemos de la ignorancia que en esta materia tiene y ha tenido nuestra clase dirigente. Ignorancia que explica el penoso historial del manejo, ocupación y división del territorio colombiano. Las élites directivas del país, ubicadas desde antes de la República en el nublado altiplano cundiboyacense, por la densa neblina por fuera y por dentro de sus cabezas, nunca vieron ni ven más allá de Anapoima.
La miopía de la clase dirigente colombiana nunca permitió comprender el valor geopolítico de Panamá. Su pérdida en 1903 no se debió solamente al poderío militar y a la claridad geopolítica estadounidense, sino a la oscuridad en la misma disciplina de nuestra dirigencia. Si nunca le pusimos atención al cercano Chocó, mucho menos al “Chocó lejano” que era Panamá. No es un secreto que no hubiésemos podido evitar la invasión y toma estadounidense contando solamente con los cañones sobrantes de la campaña libertadora, pero si al menos hubiésemos desarrollado más a Panamá, la indemnización hubiese sido más grande.
Hace pocos días, el nefasto exguerrillero que repite y volverá a repetirse probablemente como presidente nicaragüense, anunció la decisión de construir otro canal interoceánico. Está por verse si este ALBAnizado canal se puede construir realmente, pues tiene el estigma de los otros proyectos faraónicos del dictador venezolano, como sus fracasados “hugoductos suramericanos”, sin contar que otro matón y exguerrillero, Edén Pastora, quien no terminó, si es que los empezó, algunos estudios de medicina, ahora parece ser el experto encargado en definir el costo, la viabilidad financiera y los análisis hidráulicos, ambientales y geológicos.
Pero hay más. Este canal es teóricamente pensable porque en el Tratado Esguerra-Bárcenas de 1928, Colombia le regaló a Nicaragua todos sus derechos sobre la Costa de Mosquitos, que era colombiana, para que Nicaragua pudiese tener playas en el Océano Atlántico. Pero como así paga el diablo a quien bien le sirve, lo primero que hizo el corrupto presidente Nicaragüense cuando se tomó el poder por primera vez con apoyo cubano-soviético, fue demandar el tratado, cosa que ahora vuelve a hacer y que esperamos no perdamos por el torpe manejo de la cancillería colombiana, tan amiga de los autócratas de la ALBA.
Que no tengamos canal interoceánico, pues ya para qué llorar. Pero que seamos el país del mundo que más le ha facilitado a otros la construcción de canales, es un récord insólito.
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