América Latina: Necesitamos un rey
MADRID. – Siempre se tuvo a los países latinoamericanos como republicanos desde sus mismos orígenes como naciones independientes. Estuvo muy cerca de no ser así. En esos años confusos de guerras por lograr la independencia, cuando era corriente que ejércitos que hoy defendían a la Corona de España y al día siguiente a las ideas independentista, Simón Bolívar llegó a pensar, y lo discutió con sus colaboradores, en cortar lazos con la metrópoli, para instaurar en Nueva Granada, Venezuela y Quito, vale decir, Gran Colombia, una monarquía. Para ello se invitaría a un miembro de la dinastía europea de los Borbones para llevar la corona.
Qué bien nos vendría en este momento un Borbón, un rey capaz de decirle a Hugo Chávez “¿Por qué no te callas?” en medio de este paisaje desesperanzador de políticos oportunistas, populistas, movidos nada más que por un afán desmedido de poder; un poder además omnímodo, permanente, inacabable, como cuando el doctor Francia tuvo la honestidad de nombrarse a sí mismo “Supremo Dictador Perpetuo” del Paraguay. ¿Necesitaba acaso para ello el reconocimiento de nadie que le diera legitimidad a su poder? La legitimidad estaba en él mismo.
Chávez nos acaba de tratar de “bandidos, corruptos y mafiosos” y se mostró seguro de que el “pueblo paraguayo barrerá a la clase bastarda”. A continuación dijo que habían querido que pagara enormes sumas de dinero para que el Congreso votara a favor del ingreso de Venezuela al Mercosur, a donde por fin pudo entrar saltando por encima de todas las reglas y disposiciones de ese pequeño mercado común que nunca funcionó; no por menos para nuestro país. O bien, sí funcionó, pero en su contra, desde el mismo comienzo, porque nadie tuvo en cuenta en el momento de las firmas de la Carta de Asunción y los protocolos de Ushuaia que existía un punto, nada más que un punto polvoriento en el mapa llamado Clorinda –don José Fernández Cancio, su fundador, estará revolcándose en su tumba– muy pequeño, pero lo suficientemente grande para que contra esa barrera se estrellaran todos los deseos de Paraguay de comerciar con el resto del mundo.
La semana pasada se cerró en Caracas el llamado Foro de São Paulo en el que se acordó realizar el 24 de este mes el “Día de Solidaridad Mundial con la Revolución Bolivariana y el comandante Hugo Chávez”. ¿Quién lo hizo “comandante? ¿Es el mismo rango que ostentan Fidel Castro y Daniel Ortega que nunca pasaron por el Ejército? Chávez busca el apoyo de quienes tienen alguna simpatía por él, o compromisos financiados con maletines llenos de dólares entregados generosamente a fondo perdido, para ser reelegido en los comicios de octubre, con lo que completará veinte años en la presidencia de Venezuela.
En realidad sus declaraciones grandilocuentes, retóricas, sentenciosas, extravagantes, jactanciosas, componen una figura que ya ni siquiera inspira pena, por más que atrás de cada imagen suya publicada se note la presencia de la Parca, con la guadaña, cortando todos los hilos de la trama.
De visita en Madrid, la diputada y dirigente opositora venezolana María Corina Machado, en una entrevista periodística dada al diario “El País”, habló sobre las actitudes dictatoriales que asume Chávez y los continuos atropellos que comete contra quienes no comulgan con sus ideas y contra la libertad de expresión, en nombre de “los pobres” de Venezuela. (El país tiene a un 21% de su población viviendo bajo el nivel de extrema pobreza y otro 28% en una pobreza no extrema. La inflación es la más alta de toda Latinoamérica con un 30,5% anual). “Todo esto, dijo, se presenta en nombre de los pobres. Cuando dicen que Chávez quiere a los pobres, yo digo sí, los quiere pobres, los necesita arruinados, sometidos para poder llevar a cabo ese chantaje social”.
Es el momento de añorar la monarquía en la que pensó en un momento dado Simón Bolívar, con un Borbón a cargo de la corona, que sin disimular su impaciencia y su desagrado pudiera gritarle a Chávez: “¿Por qué no te callas?”, ya que los políticos que le hacen coro en todo el continente nos llenan de desesperanza.
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