Argentina: La crisis está lejana, pero la mala praxis política la acerca
La Prensa, Buenos Aires
Los problemas fiscales y cambiarios existen pero no son críticos. Todavía. Ni siquiera los economistas más enconados con el gobierno se atreven a pronosticar una catástrofe inminente. Pero las cosas siempre pueden complicarse y a eso se ha dedicado con inagotable tenacidad el gobierno. Complicó, por ejemplo, la sanción de un fuerte impuesto a los productores rurales bonaerenses para perjudicar electoralmente a Daniel Scioli.
Con el afán de erosionar su imagen lo sometió a un tira y afloja, demoró el trámite de la ley y al final de todo el esmeril se vio enredado en un escándalo por presuntos sobornos a la oposición. En el ojo de la tormenta quedó el camporista José Ottavis que utilizó la absurda defensa de que las fotos mienten. El "impuestazo" era imprescindible para mejorar la situación fiscal, las tonterías anexas, no.
Otro tanto ocurrió con el dólar. Por la escasez cerró el mercado de cambios, pero con eso no le alcanzó. Camporistas e hiperoficialistas tenían que librar una "batalla cultural" y proponer la pesificación mental de los argentinos. Si no lo hacían, hubieran sentido que faltaban a su deber "transformador".
Esa torpeza desató sospechas de pesificación material y de devaluación inminente. Axel Kicillof tuvo que correr a apagar el incendio que el propio kirchnerismo había encendido, pero su desmentida generó más dudas que certezas como ocurre siempre en situaciones similares. Lo llamativo de todo el episodio es que la bandera de la pesificación ya fue agitada con pésimos resultados por todos los gobiernos previos al de Menem. Todavía se recuerda la frase de Sigaut, "el que apuesta al dólar, pierde".
Para completar el cuadro el inefable Aníbal Fernández intensificó sus habituales provocaciones mediáticas a la opinión opositora. Tuvo expresiones desafortunadas sobre un asunto que ya representaba un déficit para la Casa Rosada y pocas horas después se produjo el primer cacerolazo en mucho tiempo en barrios de clase media.
El error del ex jefe de gabinete fue tan grueso que la presidenta lo reprendió en público. Pero el problema no es su incontinencia verbal, sino la falta de conducción. Hace rato que desde lo más alto del poder (adonde Fernández no tiene acceso) deberían haberlo llamado a silencio. Ya es tarde.
Una crisis como la de 2001 puede no estar a la vuelta de la esquina como dice Kicillof, pero la percepción de la crisis es otra cosa. Y en materia de expectativas económicas negativas, ¿quiénes han comenzado a detectar el cambio de tendencia? Aproximadamente el 25% de la sociedad, que pertenece a los sectores más altos de la pirámide, los que tienen más ingresos y mejor nivel de información. Históricamente son estos sectores los que muestran el camino al resto a la hora de tomar decisiones.
¿Se extenderá la preocupación de los sectores medios y altos al resto de la sociedad con costo electoral para el gobierno? Depende del manejo de la crisis; por eso resulta crucial que la conducción política no agrave los problemas, sino que colabore a desalentar sospechas y pesimismo.
El éxito electoral del kirchnerismo está inescindiblemente ligado a tres factores económicos centrales: empleo, ingreso y consumo. La caida del desempleo se detuvo y el consumo da señales de frenarse. Queda por lo tanto un pilar del "modelo" que no debería verse afectado, el ingreso. Si en las paritarias los acuerdos terminan siendo pactados por debajo de la inflación, el salario real retrocederá.
La inflación fue tolerada por el grueso del electorado porque el crecimiento del ingreso la superaba. Un cambio de tendencia en ese terreno puede lesionar el apoyo al gobierno, que está ante una alternativa de hierro: seguir alimentando la inflación o ajustar por salarios y pagar las consecuencias. Hugo Moyano vio con claridad la situación, se plantó frente a la presidenta y ahora el tiempo corre a su favor. La inflación alta da protagonismo a los sindicalistas y el camionero aprovecha con buen "timming" esa circunstancia.
No todas las circunstancias, sin embargo, se están acumulando en contra del gobierno. La falta de liderazgo en la oposición impide que la percepción de la crisis se transforme en el discurso de una alternativa política para 2015. Pero sin una pronta respuesta a los problemas económicos que se están acumulando, el liderazgo opositor aparecerá fatalmente. Para eliminar esa posibilidad y comenzar a resolver los problemas macroeconómicas la presidenta no necesita un policía como Moreno, sino un "sherpa" que todavía no aparece.
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