Sueños hechos realidad

El Expreso de Guayaquil

La semana que terminó, el mundo fue testigo de cómo el auténtico capitalismo genera riqueza y bienestar para todos. Estos ejemplos se vienen repitiendo durante los últimos tres siglos. Me refiero a la oferta pública inicial de las acciones de Facebook, la red social más grande del mundo con 900 millones de usuarios, empresa con menos de una década de vida. Creada por un joven universitario y otros compañeros de estudio, originalmente para comunicarse entre alumnos de Harvard College, en Harvard University.

Dejar de ser empresa de capital cerrado para convertirse en una de capital abierto es la ruta de las grandes corporaciones mundiales desde la segunda mitad del siglo XIX. Es el resultado final de un proceso basado en la institucionalidad capitalista: capital semilla, patente, banca de inversión, actividad bursátil, etc. Parte de una idea que busca satisfacer necesidades existentes o latentes y termina generando inmensa riqueza y bienestar. En el caso de Facebook, sin capital alguno en 2004 y capital semilla entre 2005 y 2011 que no superó 300 millones de dólares, la empresa fue valorada en cien mil millones de dólares, monto superior a la suma de la capitalización de Siemens y SAP, dos de las más grandes corporaciones de Europa. Dependiendo del éxito futuro, su valor aumentará o disminuirá. El caso de Apple: en algo más de una década el valor de ella aumentó de 20.000 a 500.000 millones de dólares.

Con Facebook han nacido nuevos "millardarios" y millonarios, hay nueva fuente de impuestos que recaudará el gobierno estatal y federal, nuevos puestos de trabajos y un extraordinario servicio que en poco tiempo superará 1.000 millones de usuarios.

Los dueños del mundo no son los gobernantes, ni militares; son los jóvenes con ideas innovadoras como Mark Zuckerberg o Salman Khan, el creador de la educación masiva vía Internet mencionado en mi columna en el artículo Reinventando la educación. Son los grandes transformadores de la humanidad de los últimos treinta años, los auténticos revolucionarios, muy diferentes a los políticos revolucionarios tercermundistas latinoamericanos.