Argentina en Europa
La Unión Europea incluye 27 países, de los cuales 17 adoptaron el "euro" como moneda común mientras otros 10 se negaban a hacerlo. Entre los 17 países atados al euro están Alemania, España, Francia, Finlandia, Italia, Holanda, Portugal y Grecia. Entre los 10 países independientes del euro figuran el Reino Unido, Dinamarca y Suecia. Y decimos bien de aquellos 17 países que quedaron "atados" al euro porque, al adoptarlo, se prohibieron a sí mismos devaluar aunque fuera en situaciones de emergencia. En este punto asoma la comparación entre este grupo de países y la Argentina, un ejercicio al que recurren una y otra vez no sólo el economista norteamericano Paul Krugman sino también la mayoría de los analistas internacionales que están estudiando la crisis europea.
El 27 de marzo de 1991 Carlos Menem y Domingo Cavallo, para superar la hiperinflación que nos asolaba, aprobaron la llamada "ley de convertibilidad" mediante la cual, equiparando el valor del peso al valor del dólar, la Argentina se prohibió a sí misma devaluar. Pero esta ley, para ser viable, hubiera requerido una disciplina fiscal que Cavallo no pudo establecer. Y así se llegó a las elecciones de 1999 cuando, ante el naufragio inminente de la ley de convertibilidad, mientras el candidato Eduardo Duhalde proponía devaluar el peso para escapar de la hecatombe, su rival Fernando de la Rúa le ganó porque prometió mantener a rajatabla el "uno a uno" entre el dólar y el peso, que la mayoría de los argentinos prefería. Ya en el poder, sin embargo, De la Rúa no pudo sostener lo que había prometido y sobrevino la catástrofe de 2001, de la cual el propio Duhalde, ya presidente, pudo zafar, precisamente, gracias a una "mega-devaluación". Al contemplar este antecedente, Krugman y otros analistas están comparando la crisis griega de hoy con la crisis argentina de hace una década con esta salvedad: que Grecia, atada como está al euro, no puede devaluar como pudo hacerlo la Argentina en 2002.
Grecia ingresó en su drama actual porque, al igual que la Argentina de 1999, no supo acompañar la rigidez cambiaria con la correspondiente disciplina fiscal, pero con esta crucial diferencia: que, mientras nuestra crisis obtuvo el alivio de la devaluación que le permitió volver a crecer, este remedio les está vedado a los infortunados griegos porque, no habiendo forjado la disciplina fiscal que los habría salvado antes, tampoco cuentan con el recurso de la devaluación que los podría salvar ahora ya que, para hacerlo, deberían abandonar la Europa del euro.
La lección que puede extraerse de la comparación entre la crisis griega y la crisis argentina es que sólo hay dos políticas coherentes en materia cambiaria. Una es que si se va a adoptar una política de rigidez monetaria, debe acompañársela, sí o sí, con una exigente disciplina fiscal. Esta es la solución alemana. La otra es que, si no se va a establecer una exigente disciplina fiscal, lo mejor es quedar con las manos libres para, eventualmente, devaluar. Esta fue, en 2002, la solución argentina. Entre 1991 y 2001, la Argentina de la irresponsabilidad fiscal y la rigidez monetaria simultáneas no fue coherente como tampoco lo fue la Grecia de una similar irresponsabilidad fiscal y rigidez monetaria que zozobra hoy. Si un corredor tiene que competir debe utilizar las zapatillas adecuadas, ya que sería insensato intentarlo con botas pesadas.
¿Podrá salir Grecia de su drama? Sólo si se vuelve alemana, lo cual es casi imposible, o si es ayudada por el resto de Europa para intentar una devaluación encubierta que la salve de sí misma
¿Podrá salir Grecia de su drama? Sólo si se vuelve alemana, lo cual es casi imposible, o si es ayudada por el resto de Europa para intentar una devaluación encubierta que la salve de sí misma. La lección grecoargentina que estamos aprendiendo podría volverse otra vez necesaria entre nosotros si ahora, bajo nuevas formas, adoptáramos de nuevo la fórmula contradictoria de una rígida sobrevaluación del peso acompañada por la irresponsabilidad fiscal, en la que estamos recayendo. Es que lo más importante no es cometer errores, ya que errar es humano, sino repetir empecinadamente el mismo error pocos años después, una conducta que sería, sencillamente, inexplicable.
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