Los muertos de Calderón
México amaneció el domingo con el espeluznante hallazgo de 49 cuerpos mutilados cerca de Monterrey, Nuevo León. Esta masacre se suma a otras más en los últimos meses que marcan uno de los periodos más sangrientos de la guerra de las Fuerzas Armadas contra los cárteles de la droga y el conflicto entre éstos.
Los 49 cuerpos mutilados –seis mujeres y 43 hombres– fueron arrojados sobre la carretera Monterrey Reynosa en el municipio de Cadereyta. Las autoridades atribuyen la matanza a la disputa que mantienen el cártel del Golfo y de Sinaloa en contra del de Los Zetas en diversos estados del país.
Los muertos continúan apilándose durante el gobierno de Felipe Calderón. Un breve recuento evidencia que la violencia abarca varios estados y alcanza extremos dantescos.
Tan sólo hace cuatro días, 18 cadáveres decapitados y mutilados fueron localizados en dos automóviles en una carretera cercana a Guadalajara, Jalisco. El 4 de mayo, las autoridades encontraron 23 cuerpos en Nuevo Laredo en la frontera con Estados Unidos, nueve de ellos colgados en un puente y otros 14 mutilados, los primeros pertenecían presuntamente a los cárteles del Golfo y de Sinaloa, y los segundos al de Los Zetas.
El 21 de abril un ataque de un comando armado en un bar de Ciudad Juárez, Chihuahua, dejó 15 personas muertas, entre ellas dos periodistas. El 17 de abril se encontraron en esa ciudad 14 cuerpos en bolsas de plástico dentro de un vehículo.
El 10 de abril los enfrentamientos entre los cárteles dejaron 15 muertos en diversos puntos de Michoacán. Asimismo, 12 policías fueron asesinados en una emboscada el 28 de marzo en Guerrero. En ese mismo estado, se encontraron diez cabezas humanas el 18 de marzo.
En cinco años, desde que el presidente Felipe Calderón declaró la guerra a los cárteles de la droga, suman ya unos 60,000 muertos, miles de desaparecidos y desplazados. A poco menos de dos meses de que México elija a un nuevo presidente, la guerra de Calderón ha dejado a México envuelto en actos de violencia infrahumana, secuestros, extorsión y tráfico humano sin paralelo en la historia de esa nación.
Ante la violencia, la actitud del gobierno de Calderón se puede reducir a la escalofriante frase de "allá que se maten entre ellos". El pasado domingo, cuando la noticia del hallazgo de 49 cuerpos decapitados y mutilados recorría el país, Calderón envió un mensaje por Twitter que resulta alucinante en el contexto de lo que acababa de ocurrir en su país.
"Continuarán estos episodios eruptivos con efectos cerca del cráter, (hasta 1km) emisión de gas, vapor y ceniza, y flujos de corto alcance", alertó el mandatario mexicano en su cuenta de Twitter.
Calderón parece estar más preocupado por las fumarolas del volcán Popocatépetl que por las matanzas que se multiplican en gran parte del territorio nacional. Su estrategia militar no ha funcionado. Los cárteles son ahora más poderosos y actúan con violencia inaudita porque se saben impunes ante un sistema judicial que sólo resuelve el 2 por ciento de los crímenes.
El fracaso de la estrategia bélica de Calderón se puede medir no sólo con la violencia extrema con que los cárteles han sumido al país, sino también con los números de un negocio ilícito masivo del que Estados Unidos es también responsable. En resumidas cuentas, el flujo de narcóticos a los Estados Unidos va en aumento. Los cárteles mexicanos se han adaptado ante la guerra y han diversificado sus operaciones criminales.
A pesar de cinco años de guerra, los cárteles han logrado extender su red de distribución a todo el territorio estadounidense. Según reportes del Departamento de Justicia, los cárteles operan en más de 1,000 ciudades norteamericanas para abastecer un mercado que se estima en $39 mil millones de dólares al año.
La demanda de narcóticos continúa aumentando. El contrabando anual de marihuana se ha duplicado desde 2004 a una cantidad estimada de 23,700 toneladas. La producción de heroína se ha cuadruplicado hasta alcanzar unas 41,000 toneladas. Mientras que el consumo de metanfetaminas ha roto récord en los últimos cinco años. Sólo el consumo de cocaína ha disminuido debido a la demanda de nuevos estupefacientes.
Al mismo tiempo, el gobierno estadounidense no ha logrado detener el tráfico de armas ni de dinero en efectivo que suple a los cárteles. El año pasado, un operativo que desactivó a una banda de narcotraficantes en Arizona que operaba junto con el cártel de Sinaloa da cuenta de que –a pesar de la eliminación de capos y decomisos importantes– el tráfico masivo de narcóticos continúa y que los cárteles se adaptan permanentemente para continuar satisfaciendo el insaciable apetito de narcóticos de los estadounidenses.
La situación parece no tener solución. El próximo presidente de México continuará levantando los muertos de Calderón.
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