Prepararse para la crisis

La verdad es que la catástrofe que se ha ido queriendo evitar es en los países acreedores. El problema de fondo es que si Grecia reconoce que no puede pagar, algo que para todos es obvio, el problema se transmitiría inmediatamente a los bancos y otras instituciones financieras alemanas, que tendrían pérdidas inconmensurables, mucho mayores que sus capitales, con lo que su insolvencia (que ya existe porque ni Grecia ni otros de sus deudores no pueden pagar lo que les deben) se volvería imposible de esconder. Pero el problema no terminaría allí, ya que hay muchos otros bancos en Europa que le han prestado dinero a las instituciones financieras alemanas, y que han recibido préstamos de instituciones financieras norteamericanas, que a su vez están ligadas a instituciones japonesas.

Y, una vez que estas instituciones financieras fallen, los países en desarrollo, incluyendo los que han estado creciendo rápidamente en los últimos años, entrarán en crisis muy serias por la contracción de sus exportaciones, de productos primarios e industriales.

Este desastre es el que las autoridades financieras del mundo desarrollado están queriendo evitar día a día, en una lucha que es contracorriente porque no hay ingeniería financiera que pueda sacarle agua a las rocas, que es más fácil que hacer que Grecia, o Irlanda, o varios otros, paguen sus deudas. Los países que han sido el motor de la expansión económica de los últimos diez años –Estados Unidos y los países europeos que ahora están en crisis– ya no pueden seguir tomando dinero prestado para seguir consumiendo más de lo que producen.

Por eso los países que mucha gente cree que eran los motores de la economía mundial porque estaban exportando mucho –China, Brasil, Rusia y similares– ya no podrán exportar a los niveles que los hacían crecer tan rápidamente. Como se está comenzando a ver progresivamente, China y estos países no eran motores sino seguidores. No crecen si Estados Unidos no les compra, y Estados Unidos cada vez puede comprar menos.

El desastre, pues, no podrá evitarse. Eventualmente, la pita se romperá, generando una crisis global muy severa. Algunos de los líderes mundiales han hecho referencia a esta eventualidad de tiempo en tiempo, pero la gente no quiere ver lo que ya está escrito en la pared.

El riesgo de que esto pase debería de ser objeto de preocupación y planeamiento del futuro para el gobierno de El Salvador. Ciertamente que el país no puede evitar verse envuelto en una crisis mundial. Pero sí puede prepararse para aguantarla mejor y reducir su duración. Como lo he dicho muchas veces, el país tiene las ventajas de ser una economía muy pequeña, que con un porcentaje muy pequeño de la demanda de una economía tan grande como la de Estados Unidos puede lograr pleno empleo. Esto puede lograrse aun en medio de una contracción de esa economía, volviéndose más competitivo que otros exportadores a ese mercado.

Esto requiere reducir la burocracia, allanar el camino para facilitar las inversiones, cambiar la retórica contra el sector privado y dar pruebas de que el Gobierno está dispuesto a apoyar el Estado de Derecho. Es urgente que lo haga. No hay tiempo que perder.

El autor es Máster en Economía, Northwestern University y columnista de El Diario de Hoy.