Argentina: Menos importaciones, menos consumo
Empecemos con una obviedad conceptual. Si los socios comerciales de la Argentina le pidieran a nuestro país lo mismo que nosotros les reclamamos a ellos; es decir, que igualen sus importaciones a nuestras exportaciones, en lugar de tener superávit comercial la Argentina tendría un saldo “cero”.
Dicho de otra manera, si los representantes de los países con los que somos superavitarios en el comercio viajaran en una misión a nuestro país a exigir que importemos más, el resultado sería que desaparecería nuestro excedente comercial. Lo que prueba lo absurdo de la pretensión argentina.
Eso no quita que sea bienvenido todo intento de abrir nuevos mercados y negociar menores trabas a nuestros productos, pero esa es una acción para “desplazar” a otros proveedores. Pedirle a un país que nos compre más es pedirle que deje de comprarle a otro, o que deje de producir internamente lo que nos compraría, y ello requiere que nuestros productos sean mejores o más baratos o ambas cosas, y que se eliminen, con reciprocidad, subsidios, barreras arancelarias, sanitarias, etc.
Pero ello tiene más que ver con los negocios sectoriales que con los desequilibrios de la balanza comercial. Porque, como ya se ha dicho, todo desequilibrio en contra de la balanza comercial externa es un tema macroeconómico, de gasto interno excediendo la producción. Cuando se gasta más de lo que se produce internamente, se importa la diferencia.
Luego, de qué país se importará, depende de la geografía, de los arreglos comerciales y arancelarios, del tipo de productos, de las ventajas competitivas de cada país.
El Gobierno busca sustituir producción importada por producción interna, sin reducir el nivel de consumo. Pero lo cierto es que, como no hay, en general, capacidad ociosa para aumentar la producción interna, hace falta invertir y la inversión, si no hay capacidad ociosa, también requiere importar maquinaria e insumos.
Y si hay alguna capacidad ociosa es porque el producto importado es más barato o de mejor calidad, de manera que al prohibirlo, los precios locales suben o la calidad empeora, o ambas cosas.
En otras palabras, si hay que bajar las importaciones en un país cuya industria está trabajando a pleno, hay que bajar el consumo. Si se quiere mantener el nivel de consumo, sólo se logra aumentar los precios, lo que afecta el poder de compra y, finalmente, baja el consumo. O se produce un cambio en la composición de lo que se importa. Se sustituyen los productos pero no el total.
Por lo tanto, como el Gobierno está siendo “efectivo” en el control de las importaciones, por ahora, o el consumo se está desacelerando en algún lado o se están desacumulando stocks previos rápidamente.
Obviamente, había otro camino. En lugar de actuar sobre las “cantidades”, se podría haber actuado sobre los “precios”, modificando el tipo de cambio, haciendo más caras las importaciones, bajando el consumo de esta manera. Pero estamos ante un Gobierno que considera más “popular” racionar por cantidades que por precios. Dado que, en teoría, cuando se reacciona por precio, los que más tienen sufren menos que los que no pueden pagar esos precios. Si no puede haber “superconsumo para todos” entonces, “superconsumo para nadie”.
Sin embargo, en la práctica, los que pueden consiguen igual los productos –viajando al exterior o pagando sobreprecios– y el ajuste del consumo es siempre de los que menos tienen. Ajuste que implica menos generación de empleo y menos crecimiento del salario real.
Por supuesto, la única sustitución de importaciones que se podría hacer, en el mediano plazo, es la de gas y se podría producir petróleo para exportar y financiar la importación de combustibles, dado que las refinerías locales están a pleno. Pero, en el corto plazo, aumentar la exploración y producción de gas y petróleo incrementa la demanda de recursos y termina, si no se ajusta la demanda en otros sectores, empeorando la balanza comercial. No hay forma de salvarse del ajuste y el uso del Banco Central para financiar gasto público, repito, en pleno empleo, y con la importación limitada, sólo tendrá efecto sobre los precios.
El éxito del control de importaciones es el fracaso de la política de incentivar el consumo sin haber generado condiciones para una expansión genuina y sustentable de la oferta local.
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