Pensiones salvadoreñas: ni 50% ni 30%…, el número es 0%
Sorprendente. O quizás no tanto, porque así son las discusiones que los políticos instalan en las sociedades cuando las perciben distraídas: enredan el debate en aspectos anecdóticos, eludiendo hábilmente cualquier cuestionamiento a las aberraciones conceptuales que proponen. Que son indefendibles, tanto desde la derecha como desde la izquierda.
Es noticia de tapa la pretensión del Estado de disponer del 50% de los 6,200 millones de dólares acumulados por las AFP. El 30% ya no le alcanza.
El argumento inicial para justificar que los trabajadores deban ahorrar, cada mes y sin excepción, cierto porcentaje de su remuneración, es que "las personas no son previsoras y caerán en la indigencia al dejar de trabajar, por lo que si no están obligadas a ahorrar serán una carga para las finanzas públicas". El Estado kinder nos declara niños.
Si la injerencia estatal se limitase a obligar al trabajador a efectuar un ahorro mensual de determinado porcentaje de su salario, en una cuenta individual y en una entidad financiera elegida libremente…, estaríamos frente a una especie de "seguro de invalidez por vejez". Cobrable inmediatamente por sus familiares en caso de muerte prematura. Hasta allí, con reservas, se podría aceptar.
Pero el Estado no conoce límites. Es la historia de los sistemas estatales de reparto latinoamericanos: lejos de permitirle a los trabajadores que con su dinero decidieran a quién contratarle ese "seguro de invalidez por vejez", el Estado decidió "administrar" tales ahorros…, para financiar gastos generales.
Luego del previsible fracaso de semejante estafa, en América Latina aparecieron las AFP, un nuevo engendro que bajo la etiqueta de "pensión privada" le abrió la puerta a otra injerencia estatal. El mismo perro con distinto collar.
Ocurre que el Estado, agobiado por sus obligaciones previsionales con pensionados cuyos aportes habían sido dilapidados hacía años…, condicionó completamente el negocio de las AFP: en qué pueden invertir, en qué no, en qué deben obligatoriamente invertir (en deuda pública, obvio), y qué tasas tasas cobrarían (gentileza de los trabajadores, claro).
A cambio de semejante complicidad, el Estado les garantizó a las AFP jugosas comisiones y un mercado cautivo: el de los trabajadores, entregados en bandeja. Todo en nombre del libre mercado.
Como era de esperarse, lo que ofrecen las AFP en nada se parece a un "seguro de invalidez por vejez": la elección de los trabajadores es limitadísima (en verdad, sólo pueden seleccionar el nombre del verdugo que los estafará), y tampoco pueden exigirles a las AFP que inviertan inteligentemente, como sí puede exigirle cualquier inversionista a las entidades donde deposita su dinero. Qué manera tan torpe de darle la razón a Marx.
Para peor, los funcionarios de la Superintendencia de pensiones se muestran más preocupados por obligar a las AFP a invertir en deuda pública barata el 50% de los fondos que administran…, que en auditarlas en nombre de los trabajadores. La tarea que supuestamente deberían hacer. Es un kinder raro…, donde a los niños les quitan los juguetes.
A nuestras sociedades adormecidas les han hecho creer que es obligación de los actuales trabajadores financiar, o subsidiar con préstamos a bajísimas tasas de interés…, el pago a los actuales pensionados. Eso es absolutamente falso.
Independientemente de cómo se haya generado el compromiso ante los actuales pensionados, se trata de una obligación del Estado y es absurdo suponer que deba ser pagada prioritaria, o exclusivamente, con la remuneración de los trabajadores actuales.
Los políticos de derecha, supuestamente defensores de la libertad…, se contradicen al negarle a los trabajadores la libertad para ahorrar donde quieran.
Y los políticos de izquierda, supuestamente defensores del proletariado…, se contradicen al aceptar que una deuda del Estado sea financiada a costa de los trabajadores.
El único camino aceptable es quitarle restricciones y obligaciones específicas a las AFP, transformándolas en entidades financieras normales, que compitan por servir a sus clientes. Sin garantizarle comisiones. Y con 0% de obligación de invertir en tal o cual título.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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