El gobierno argentino prefiere la moneda del efecto jazz y desprecia la del modelo de inclusión social
Supongamos que Ud. produce tornillos y tuercas, algo que en Argentina escasea en la cabeza de muchos, y se dedica exportarlos. Ud. trabajo de sol a sol, arriesga, asume sus problemas laborales, impositivos, de cobranza, de pagos, etc. pero finalmente logra cumplir con su producción. Salvo que Ud. viva en un país comunista, todos los tornillos y tuercas que Ud. produjo son suyos. Ahora bien, supongamos que Ud. se tomó el trabajo de incrementar su producción y calidad y logra exportarlos a algún país. Manda la mercadería, recibe el pago en dólares, pero resulta que el Banco Central le dice que Ud. tiene que entregarle los dólares que recibió por la exportación y a cambio le entrega unos billetes que se denominan pesos y que con ellos cada vez puede comprar menos.
Pregunta: ¿por qué nadie discute su derecho de propiedad sobre los tornillos y las tuercas pero sí le discuten y le violan el derecho de propiedad a los dólares que recibe como contrapartida de sus tornillos y tuercas? ¿Por qué Ud. es dueño de sus tornillos y tuercas y no del dinero que le entregaron en moneda fuerte a cambio del fruto de su trabajo?
El discurso populista suele argumentar que los dólares son del país. Del pueblo. Este discurso anula la propiedad privada porque si los tornillos y las tuercas son de quien las produce y exporta, lo que recibe a cambio, que son dólares, también deberían ser de la misma persona y no del Estado. Obligar a la gente a liquidar las divisas por exportación es una violación a los derechos de propiedad porque esas divisas no son otra cosa que mercaderías cambiadas por dólares.
De la misma forma, cualquier persona que trabaja tiene derecho a comprarse una camisa con su sueldo, un par de zapatos o lo que desee, pero no tiene derecho a comprar una mercadería llamada dólar. ¿Por qué el Estado decide sobre el fruto del trabajo de la gente? Los dólares se los puede comprar al exportador o a alguien que tiene dólares atesorados por cualquier motivo. Es derecho de la gente a comprar lo que quiere con su sus pesos es lo que se está violando.
Si tan exitoso es el modelo con inclusión social, la inflación casi no existe según el INDEC, el peso es sólido y todo anda a las mil maravillas como dice Cristina Fernández, la gente no va a ser tan estúpida de desprenderse de los “valiosos” pesos y comprar los “imperialistas” dólares.
La única razón por la cual el Estado puede forzar a la gente a quedarse con los pesos es porque sabe que la moneda que emite el BCRA es de pésima calidad. Como decía en la nota de la semana pasada, el peso es como una barra de hielo que se derrite. Su poder de compra se debilita porque el BCRA emite moneda descontroladamente y, como sabemos, hoy día las monedas no tienen como respaldo el oro sino la calidad institucional que impera en el país y las disciplinas fiscal y monetaria. ¿Cuál es la calidad institucional de Argentina que respalda el peso? ¿Qué respeto por los derechos de propiedad tenemos en respaldo del peso? ¿Qué disciplina fiscal existe si el Estado tiene déficit fiscal, gasto público récord y en un nivel que tiende a infinito cuando lo ajustamos por la calidad de los servicios que brinda el Estado? ¿Qué disciplina monetaria puede mostrar el gobierno si viene emitiendo pesos al 35% anual y la gente advierte que cada vez que va al supermercado puede poner menos cosas en el carrito por la misma cantidad de pesos que la semana anterior?
La gente compra dólares para defenderse del impuesto inflacionario. Compra dólares no porque haya analizado el balance de la Reserva Federal de Estados Unidos, sino porque sabe que los gobiernos americanos pueden hacer disparates con sus monedas pero nunca llegar al grado de dislates que se hacen en Argentina y mucho menos alcanzar los récords de Moreno.
Cuando la gente compra dólares es porque quiere eludir el impuesto inflacionario. Es eso lo que pone de muy mal humor al gobierno y por eso prohíbe la compra de dólares y obliga a los exportadores a liquidar las divisas de sus exportaciones. Lo que pretende es quedarse con la moneda que emite el “imperialismo” yanqui, ese del Consenso de Whasington, y no con los pesos que manda a imprimir el BCRA. Cuando Cristina Fernández le da la orden a Moreno para que nadie compre dólares, lo que en el fondo están diciendo ambos es que prefieren la moneda del efecto jazz y no la del modelo de crecimiento con inclusión social. Confían más en Ben Bernanke, el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, que en Marcó del Pont, la presidente del BCRA.
Como decía antes, desde que EE.UU. abandonó el patrón oro bajo la presidencia de Richard Nixon, todo el sistema monetario mundial está basado en el patrón aire. Es solo la confianza que la gente pueda tener en los gobiernos, sus instituciones y sus políticas económicas lo que determina el valor de las monedas. Por lo tanto, cuando el gobierno limita casi hasta la prohibición la compra de dólares, el mensaje que nos envían es muy claro: ni nosotros, ni los idealistas de La Campora confiamos en la calidad de nuestras instituciones, en nuestro famoso modelo de crecimiento con inclusión social, en nuestra disciplina monetaria y en nuestro orden fiscal. Sabemos que todo eso es un lío fenomenal y que, por lo tanto, nuestra moneda no vale nada. ¿Qué hacen? Ellos se quedan con la moneda del imperialismo del norte y nosotros con los pesos respaldados por el modelo de crecimiento con inclusión social. Lo que significa en términos prácticos que la gente tiene que conformarse con unos vales llamados pesos que no tienen reserva de valor y solo sirven para hacer transacciones de corto plazo y el gobierno se queda con dólares. ¿Para qué? Para poder cobrarle el impuesto inflacionario más fácilmente a la gente. Bajo el argumento del nacionalismo y la defensa del modelo, lo que se esconde es un intento de esquilmar a la gente con más impuesto inflacionario.
El gran interrogante es cuál es el nivel de impuesto inflacionario que estará dispuesta a bancar la gente sin una escalada de conflictividad social. Hasta ahora el gobierno pudo cobrar un importante impuesto inflacionario porque convalidaba aumentos de salarios bien por encima de la inflación y las empresas, si bien no incrementaban tanto sus precios, compensaban sus ingresos con más unidades vendidas. Pero ahora el gobierno no puede convalidar aumentos de salarios bien por encima de la inflación porque las empresas no van a vender más unidades (probablemente venderán menos) y encima Moreno les trabó la producción con el cierre de la economía. Además se viene el tarifazo y el menor nivel de actividad no generará recaudaciones impositivas récord en términos nominales, con lo cual el problema fiscal se agravará.
En definitiva, hasta ahora la gente aceptó pagar una inflación del 25% anual porque los sueldos, en el sector formal de la economía, crecían al 35 o 40 por ciento. Eso el gobierno ya no puede convalidarlo, y las empresas no pueden absorber esos mayores costos salariales. Resultado, el 2012 se caracterizará por aumentos de salarios menores o, en el mejor de los casos, iguales a la inflación, aunque me inclino a pensar que serán menores porque la reforma de la Carta Orgánica del BCRA está hecha a medida para hacer una orgía de emisión monetaria y mayor impuesto inflacionario.
Si se da ese escenario, veremos cómo hacen Cristina Fernández y Moreno para convencer a la gente que se quede con los pesos del modelo de inclusión social y rechace los verdes del “imperialismo” yanqui.
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