Argentina: Inflación, estabilidad del sistema financiero o impulso a la reactivación
Probablemente coincidamos en aceptar que de lo que más se habla, lee y escribe en estas últimas semanas, o en lo que va de este año, es sobre la discusión entre impulsar el consumo, apoyar la demanda, y disponer de las reservas del banco central para otorgar créditos. O, en opinión de los que sostienen ideas opuestas, combatir la inflación, mantener bajo control la expansión monetaria, preservar la independencia del banco central, conservar el poder adquisitivo del ahorro y dar reglas de juego sostenibles en el tiempo, que permitan encarar inversiones de largo plazo.
No quiero debatir sobre quiénes tienen más razón en estos enfoques, todavía. Pienso que es mucho más importante analizar otras cuestiones de fondo, importantísimas, que probablemente obtengan mucho más consenso.
Y sobre las que es muy difícil encontrar desacuerdos, al menos por parte de estudiosos serios y desprejuiciados que se dediquen al análisis de coyuntura.
En concreto, voy a referirme a estos dos temas: La confianza y la asignación de recursos. Y como puede influir ellas en el debate al que aludimos recién.
Muchos voceros oficiales se desviven en destacar que el gobierno actual recibió amplio apoyo en las últimas elecciones. Y que eso indica adhesión a lo que llaman “el modelo”.
Pero sobre esto, cabe hacer otra interpretación: Aunque la lista oficial haya recibido más del 50 % de los votos válidos en los últimos comicios, eso, haciendo una lectura alternativa, indica claramente que todos los demás, los que votaron a otros, los que no votaron y los que anularon su voto, están abiertamente en desacuerdo con el programa propuesto. Porque este programa era ampliamente conocido: Era la política oficial que se estaba llevando a cabo. Y si los demás no estuvieran disintiendo, hubieran colocado su apoyo en la urna.
¿Y porque es tan importante observar esto? Porque, al margen de los consensos electorales, para que una sociedad pueda llevar adelante proyectos consistentes en el ámbito económico son imprescindibles las dos cuestiones que acabo de mencionar: Confianza y correcta asignación de recursos. Las mayorías incidentales no juegan un papel demasiado importante en el crecimiento económico.
Se debate sobre reformar la carta orgánica del banco central, a efectos de que sus autoridades puedan desligarse de la obligación de preservar el poder adquisitivo de la moneda doméstica. Y así puedan dedicarse a otras funciones, que hoy se pretende jerarquizar más. Se alega que es necesario apoyar la inversión concediendo créditos con las reservas internacionales que hoy están respaldando al peso.
Pero no se ve claro, o se pretende ocultar, que semejantes medidas destruyen la confianza imprescindible para el logro del objetivo enunciado. Habrá quienes suponen que las prohibiciones al libre comercio de divisas, sostenidas con la persecución policial, impedirán que los individuos asustados, huyan del peso y se refugien en la moneda extranjera o en otros activos. Pero quienes hemos superado la barrera de los 40 años, aunque no constituyamos una mayoría electoral suficiente para influir en el congreso, sabemos perfectamente algunas cuestiones:
Me refiero a que sabemos que no bastan todas las bayonetas del mundo, ni las persecuciones políticas para impedir que si hay apenas un tercio de la población de un país que cree que el dinero se va a devaluar, como en una profecía auto-cumplida, esto va a ocurrir inevitablemente. Ya hemos experimentado la vorágine hiper-inflacionaria más de una vez.
Voy a intentar explicar esto. Detengámonos un instante en este tema de las elecciones y las votaciones:
Presidente se elige cada cuatro años. Legisladores, cada dos. Pero si vamos a conservar el peso o lo vamos a cambiar por dólares u otros activos, eso se elige todos los días. Y también elegimos cotidianamente si vamos a llevar nuestros ahorros a los bancos, o vamos a mantenerlos en otra forma. Las prohibiciones al libre comercio de divisas solo van a lograr que las personas hagan una huída hacia los bienes reales. Si una gran empresa no puede comprar dólares para conservar el poder de su capital de trabajo, adquirirá inmuebles. O aumentará sus stocks de materias primas. O mantendrá más altos sus stocks de productos terminados. Esto impulsará la demanda de estos bienes en desmedro de la demanda de moneda. Esto es claramente inflacionario.
Si un ahorrista no logra acceder al mercado de cambios para preservar el poder adquisitivo de sus rentas, es muy posible que tampoco acepte apostar estas rentas a la estabilidad del peso, y que prefiera retirarlas del mercado financiero, disminuyendo los depósitos bancarios y haciendo imprescindible apelar a las reservas para devolver estas colocaciones. Estas opciones son claramente alcistas para la tasa de interés bancaria. Y esto retroalimenta las expectativas inflacionarias. Y ya ha sido incorporado a la lógica del gobierno, quien reconoce que los bancos deberán levantar sus coeficientes de reservas, afectando fondos que antes se destinaban al crédito.
¿Qué va a hacer el ahorrista con estos fondos que retira de los bancos? Comprará inmuebles, bienes de refugio, o en el peor horizonte, los consumirá. Nuevamente impulsando la demanda de bienes de refugio o de bienes de consumo, en desmedro de la demanda de dinero local. Y esto es muy inflacionario.
Si un asalariado, que no se especializa en estas cuestiones, empieza a dudar de que mañana pueda comprar lo mismo que puede comprar hoy, adelantará su decisión de compra: Esto aumenta la velocidad de circulación del dinero y es claramente inflacionario. Así lo entienden casi todas las corrientes de pensamiento.
Y si un empresario asume que el poder adquisitivo del dinero puede caer y que el salario real se vería disminuido por esta misma razón, difícilmente invertirá para producir más bienes de consumo, cuya demanda supone en disminución. Y si entiende que su demanda actual no es sostenible en el tiempo, porque los individuos no ahorran, porque no pueden preservar estos ahorros del impuesto inflacionario, tampoco ampliará su capacidad de producción. Que además se erosiona día a día por desgaste u obsolescencia. Esto afecta la inversión, la productividad y la oferta de bienes. E impulsará los precios al alza.
Pero volvamos al tema de nuestras elecciones cotidianas: Cuando nos equivocamos al elegir presidente, padecemos por 4 años. Y cuando nos equivocamos al elegir legisladores, sufrimos por 2. Pero si nos equivocamos en elegir nuestra cartera de activos, lo podemos remediar mañana. Unas elecciones son rectificables mucho más rápido que otras.
Los especialistas en toma de decisiones hablan de probabilidades asociadas a cada una de las situaciones alternativas posibles, o estados de naturaleza, ya sean esos favorables o desfavorables. Estudiemos este tema en detalle: Si los horizontes posibles, para quien mantenga sus tenencias en pesos, pueden ser, o perder o quedar igual, nadie tomará el riesgo de perder.
Y entonces, veremos con más claridad cual puede llegar a ser la decisión de aquellos operadores económicos más informados. Y de los que tienen la obligación de tomar sus decisiones respaldados en mecanismos objetivos, como es el caso de los administradores de grandes empresas que cotizan en bolsa o de bancos o entidades cuya viabilidad depende de la confianza que el público deposite en ellas..
Alguien también podrá alegar que no le importa demasiado el punto de vista de estas personas, cuando los diarios muestran que hay mayorías muy importantes que piensan lo contrario. Pero aquí se olvidan otras cuestiones que son esenciales para la comprensión del fenómeno económico: Quien tiene ahorrados 10 pesos, vota 10 veces. Quién ahorro 1.000, vota 1.000 veces. Y quién ha recolectado 1.000.000 de pesos, así sea como administrador de un fondo de inversión, o como ejecutivo jefe de un gran conglomerado industrial, estará votando 1.000.000 de veces. Ellos son los que más influyen en la asignación de los recursos en la economía. Y lo seguirán siendo, salvo que el gobierno plantee implementar un sistema colectivista, totalitario y de decisión centralizada, como los que imperan en Corea del Norte, Cuba, Venezuela, por ejemplo. Y condenar a su población a los mismos niveles de pauperización que sufren estos países. Y a la misma falta de democracia.
Aquí el voto es calificado. Y las opiniones de los especialistas sí que importan. Las que no van a tener ninguna influencia serán las de aquellos que por su juventud, falta de preparación, o de experiencia de vida, no alcanzan a comprender la esencia del fenómeno inflacionario. O la de aquellos de nuestros conciudadanos menos afortunados, que no han podido educarse, o carecen de trabajo y por ende de ahorros y de salarios.
A ellos, el gobierno los estará dejando completamente desamparados. Sus salarios se verán nuevamente destrozados. Los subsidios que antes recibían se verán licuados. La disponibilidad de bienes de consumo se verá reducida. La inflación, acompañada por el estancamiento tan característico de este fenómeno, destrozará sus expectativas de una mejor calidad de vida.
Es posible que esto preocupe muy poco a los funcionarios oficiales. Para los estrategas electorales del gobierno, hay algo muy claro: Estos desamparados solo votan cada cuatro años. O en el mejor de los casos, cada dos. Y si por ellos fuera, y reforma constitucional mediante, dejarían de votar, tal como en las aberrantes dictaduras de Corea del Norte, Cuba o Venezuela, por mencionar solo las más conocidas.
Guillermo Luis Covernton es Dr. En Economía, (ESEADE). Es profesor de Macroeconomía, Microeconomía, Economía Política y de Finanzas Públicas en la Pontificia Universidad Católica Argentina, Santa María de los Buenos Aires, (UCA). Es director académico de la Fundación Bases.
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