El Salvador: Obligatorio…, excepto para el Estado
El tema está latente. Y más temprano que tarde terminará siendo ley. La Asamblea lo reflotó días pasados, aunque el Superintendente de Pensiones ya había sido claro, hace unos meses, al referirse a las reformas que se veían venir: "estamos dándoles los últimos retoques", dijo en su momento (EDH, 25/Nov., pág. 2).
El sistema de pensiones tiene graves defectos de diseño. Habría que ser ciego para no verlos. La prueba es que apenas el 28.1% de los afiliados está efectivamente cotizando ("Diagnóstico del sistema de pensiones en El Salvador: 1998-2010", FUNDAUNGO, julio de 2011).
Algo funciona mal, aunque las AFP sigan hablando maravillas del futuro "brillante" que ofrecen…., en campañas pagadas con el dinero que le cobran compulsivamente a los trabajadores. Que son los patos de la boda.
Pero lejos de corregir un sistema cuyo problema no necesariamente radica en que sea privado, sino específicamente en que esté privado de opciones para los trabajadores…, los "retoques" que ahora se aprobarán consisten en ejecutar lo obvio: que el Estado pueda tomar en préstamo aún más dinero del sistema de pensiones. Lo demás es lo de menos.
Y hay urgencia porque el Estado ya alcanzó el porcentaje límite que legalmente puede tomar prestado de esos fondos: actualmente es del 30%. Y quiere poder tomar el 50%.
Desde un punto de vista formal el sistema de pensiones vigente en El Salvador es privado: el Estado no es dueño del dinero que los trabajadores aportan a través de las AFP. Y la acumulación de ahorros de cada trabajador es individual. Buen maquillaje.
Sin embargo, la realidad que yace debajo de esas formas tan cuidadas es muy poco saludable: el Estado ejerce, y ahora busca ampliar, el injusto privilegio de financiarse con esos fondos cautivos (privados de opciones…), pagándoles tasas artificialmente bajas. Es decir, subsidiadas por los trabajadores. Socialismo al revés.
Lo malo del sistema es que, siendo mandatorio, tiene reglas arbitrarias de inversión, que lo convierten en una fuente barata para financiar obligaciones del Estado. A costa de los trabajadores. ¿Trabajadores del mundo, uníos? Bueno, sin exagerar…, porque el Estado siempre los prefirió pagando. Y si lo hacen calladitos, mejor.
Se trata de un sistema donde las obligaciones son sólo para los trabajadores: primero tienen que afiliarse para aportar compulsivamente, para luego terminar financiando con un porcentaje creciente de sus aportes a un Estado que les prohibe buscar mejores opciones de inversión.
Pero hay, sin embargo, algo psicológicamente peor: a nadie debería sorprender la mentalidad anti-privatista que persiste en buena parte de la población. Es lo esperable cuando "privado" significa privado de opciones.
Y es que de esta estafa a los trabajadores no sólo participa el Estado (antes y después del 2009), sino que lo hace en connivencia con el sistema financiero, del cual las AFP forman parte. Y todo, falsamente, en nombre del mercado. De un "sistema privado". Capitalismo al revés.
Pero los "retoques" suelen terminar mal. Especialmente para los trabajadores. Una vez que el Estado toma en préstamo una gran parte de los fondos de pensiones puede decidir re-estatizarlos…, como ocurrió en la Argentina hace dos años: de los US$ 30,000 millones que el Estado confiscó, US$ 15,000 millones (50%, ¿le suena?) estaban en títulos de deuda emitidos por el Estado…, con lo cual quedaron automáticamente "pagados".
Fue, evidentemente, una manera muy fácil de financiarse, gastando primero…, y "eliminando" deudas después. Cortesía de quienes habíamos aportado durante años al "sistema privado". Privados de escapatoria. La referencia de lo ocurrido en Argentina es para estar atentos.
Finalmente, es importante recordar que la tarea que define la razón de ser del Estado es su obligación de hacer respetar la ley. Pocas cosas están más alejadas de ello que modificar la legislación para obligar a los trabajadores a financiar, con tasas artificialmente baratas, un porcentaje creciente del gasto público. En el mejor de los casos. No sea que termine con música de tango.
Hasta la próxima.
El autor es Ingeniero, Máster en Economía (ESEADE, Buenos Aires) y columnista de El Diario de Hoy.
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