Las voces de Barack Obama
El País, Montevideo
Para Obama, "tener más de una voz en el oído no es una carga, o no es sólo una carga, también es un don". Se advierte esa llamativa capacidad del presidente de los Estados Unidos siguiendo su libro "Los sueños de mi padre: una historia de raza y herencia", sostiene la destacada escritora inglesa, de raza negra, Zadie Smith (a quien hemos comentado en esta columna por sus novelas "Dientes blancos" y "Sobre la belleza"), en su reciente recopilación de ensayos, titulada "Cambiar de idea" (Salamandra").
¿Pero de qué se trata todo esto? Vamos por partes. Con una lectura del libro antes citado, percibe Zadie Smith algo que ya había meditado: los votantes americanos concibieron a Obama en tiempos difíciles porque él terminó gracias a su dominio de la lengua, y ya veremos por qué, creándose a sí mismo.
Y de esa manera obtuvo algo casi mágico: quienes lo siguieron vieron en él, al Obama que cada cual quería ver. Y, al final, todos querían ser Obama.
Podría afirmarse, dice Zadie Smith, que Barack Obama ganó porque convirtió muy pocos errores en el uso del lenguaje, adaptando con cuidado la entonación de la voz, de acuerdo a la sensibilidad del oyente. En este sentido, la escritora sostiene que: "Somos como hablamos". Y se remite, para explicarlo, a sí misma: ella era una estudiante que del barrio de clase obrera de Willesden, en Londres, y llegó a la Universidad de Cambridge. Al principio, cuenta, tenías dos voces: el habla de su barrio y el de la universidad. Hoy confiesa que su única voz, quiéralo o no, es la de Cambridge, en esa sociedad donde la voz sigue siendo un pecado original.
Bien, volviendo a Obama, ella dice que él sabía bien que también en su mundo el lenguaje tiene sus reglas y que están los "que lo consideran negro a uno y al otro insuficientemente blanco". Hay, entonces, formas de expresarse, de tono y sentido. Los hombres "muy sabios" se atreven a decir "yo", pero los más cautos dicen "nosotros". Y esto fue lo que hizo Obama. Habló de "nosotros". Hablando de "nosotros" no solamente evitaba una singularidad que no sentía, sino que, además, también atraía hacia él. Entonces hablaba en Iowa de la "tarta de boniatos" y de otra cosa hablaba en Filadelfia. Y de esta manera introdujo un nuevo mundo: el mundo posracial, donde lo más importante ya no es la lealtad racial, sino la verdad objetiva.
Y por cierto no fue fácil para Obama seguir este camino que se trazó. Recuerda Zadie Smith que "no pocos negros, entre ellos nada menos que Jesse Jackson, se preguntaron cuán honrado era un hombre capaz de pasar de voces culturalmente negras a voces blancas con tanta flexibilidad".
Pero Obama ganó porque como lo demuestra también en su libro, tiene una facilidad envidiable para la lengua. Cuando ello sucedió, Jesse Jackson con lágrimas en los ojos, en Grant Park, entre el público norteamericano multicolor, percibió la respuesta que buscaba: "Solo un hombre de múltiples voces podría haber hablado a tanta gente". La de Obama había sido una voz "clara y unificada" y, de esa manera, despertó una audaz esperanza, porque todos pensaron que la "flexibilidad de la voz conduce a una flexibilidad en todo lo demás".
Obama demostró que entre dos voces "no hay equívoco, sino una armonía correcta y decente". Si pueden ser un don para un presidente, en los poetas es un placer que no necesita explicación alguna.
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