La Argentina K y tres problemas de nunca acabar: el dólar, los subsidios y Moyano
La Prensa, Buenos Aires
Desde el inicio de su segundo mandato la presidenta avanza por un terreno nuevo para el kirchnerismo, el del realismo económico, que la fuerza en este caso a hacer un ajuste de las variables macro. Un ajuste para que las cuentas cierren y para evitar que las reservas se evaporen, provocando una crisis cambiaria, ya que a estar con distintas estimaciones las llamadas de "libre disponibilidad" (que exceden el respaldo monetario) no existen desde hace rato.
La decisión es saludable, aunque presenta el inconveniente de un costo político todavía difícil de medir.
El gobierno trata de evitarlo con un discurso en el que mezcla voluntarismo y confusión por partes iguales, pero sin mayor éxito. Primero, porque su credibilidad es baja y, segundo, porque el populismo es por naturaleza "pesetero", electoralmente rentable sólo cuando se verifica en el bolsillo. No cree en "relatos".
Así durante los dos últimos meses no ha pasado semana sin que desde el poder se anuncie alguna medida para reducir el crecimiento del desaforado gasto publico o para evitar la pérdida de divisas o para desalentar las expectativas inflacionarias echando mano a justificaciones por lo menos inverosímiles. En ese terreno los pasados siete días no constituyeron una excepción.
En materia de divisas se puso en marcha un torniquete burocrático a las importaciones en manos de la nueva eminencia "K" -Guillermo Moreno-lo que provocó malestar en los socios del Mercosur. Brasil expresó de manera oficial su preocupación y el líder de los industriales paulistas trajo directamente sus quejas a Buenos Aires.
Los roces no se limitan, por otra parte, sólo a los socios externos. Hay casos en los que la alarma por la falta de dólares provoca cortocircuitos con empresas locales como YPF contra la que el kirchnerismo lanzó una cruzada de objetivos aun brumosos. Aquí los efectos políticos se entrecruzan. Los que se beneficiaban del capitalismo de amigos pasaron a ser "villanos" que no invierten provocando pérdida de producción y caída de reservas.
El problema es doble porque el país compromete miles de millones de dólares en la importación de combustible carísimo y porque los principales accionistas de la empresa querían remitir al exterior unos 1.300 millones de dólares en concepto de dividendos. De allí la furia de la Casa Rosada, el recorte de subsidios que estimulaban la exploración y la visita a Buenos Aires de otro empresario atribulado, el señor Brufau de Repsol, inquieto ante los rumores de expropiación o por lo menos de pérdida de zonas concesionadas.
Detrás de esta operación política hay varios hechos no del todo claros como la presión de los gobernadores y el merodeo de competidores de YPF como Pan American y Enarsa. Lo cierto es que los españoles de Repsol se sienten encañonados, mientras el gobierno tiene un déficit energético creciente al que antes no le prestaba atención, pero que con la falta de divisas lo ha puesto en pie de guerra.
Es llamativo que ante estas complicaciones en cadena el señor Boudou siga todavía abusando de frases hechas como la del "círculo virtuoso" de la economía.
No menos llamativa es la estrategia comunicacional respecto de la lucha contra la otra bestia negra de estos días: los subsidios al transporte. Si bien la prensa opositora hace todo lo posible para lijarlo, el gobierno le facilita la tarea con errores inadmisibles como el de generar alarma entre los usuarios o negarse a blanquear un aumento que es inevitable. Hace lo contrario del señor Macri quien, después de que la presidenta le tiro los subterráneos por la cabeza para ahorrarse 400 millones de pesos anuales, resolvió aplicar el tarifazo de una vez evitándose el costo de la inacabable Parrala que protagoniza a diario el señor Schiavi frente a los periodistas.
En resumen, los problemas económicos acumulados durante por lo menos un lustro de despilfarro no tienen la respuesta política que exigen y se arrastran prolongando una incertidumbre tan nociva como gratuita. También hay errores en el control de la inflación que amenaza con un nuevo rebrote por el ajuste tarifario.
La presidenta Cristina Fernández amagó con fijar "manu militari" las paritarias que superen el tope del 20%. Ya aplico la receta a los trabajadores rurales a los que no les homologó el convenio firmado con los empleadores por el 35%, imponiéndoles un porcentaje de aumento mucho menor, porque el secretario general del gremio es enemigo político de la Casa Rosada.
La presidenta anunció el miércoles que solo se aceptaran aumentos justificados por productividad, un misil directo contra el camionero Hugo Moyano, único adversario político que le queda al kirchnerismo.
Pero en ese caso la equivocación consiste en pretender atacarlo con medidas que perjudican en realidad a los trabajadores y fortalecen al sindicalismo reivindicativo. En pocas palabras, le facilitan el trabajo a su rival mas peligroso, pifia solo atribuible a la inexperiencia de gobernar en época de vacas sino flacas, por lo menos puestas a régimen.
- 23 de enero, 2009
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