Denuncias obligadas
Ha señalado correctamente el presidente Otto Pérez Molina que en el programa de Cohesión Social, el cual incluía desde la “bolsa solidaria” hasta las “remesas condicionadas”, hubo abusos, clientelismo y corrupción. Y frente a bultos, costales, cajas, y perchas de ¿expedientes? señala el Presiente que una característica a evaluar es el nivel de clientelismo ejercido en nombre del “desarrollo social”.
Aclaro que soy, y seguiré siendo, un acérrimo oponente a las políticas de “redistribución”, sea por medio de un “programa”, un “fondo”, o un “ministerio”, siendo este último el camino que Pérez / Baldetti han tomado para continuar con la estrategia, argumentan ellos, que disminuirá la pobreza.
Hoy, insisto, es importante conocer cómo la administración Torres-Colom implementaba semejante estrategia política disfrazada de política de “desarrollo social”, y por eso los datos que el Presidente aporte junto con las demandas son fundamentales.
Primero, porque sólo conociendo cómo, quién, cuánto, dónde, qué, por qué, y para qué, de la otrora “cohesión social” podemos evaluar el mismo programa que la administración Patriota ha decidido replicar con la variante de hacerlo a partir de un Ministerio de Desarrollo Social, aprobado en el Congreso de “urgencia nacional”.
También, el conocimiento de los balances, eso de “debe / haber”, aprenderemos de los “costos” tanto conocidos, como los “ocultos”.
Segundo, creo que la administración Pérez / Baldetti, presentando una o varias denuncias, tiene como paralelo un tema que los políticos, sean los pasados, sean los actuales, no quieren enfrentar: ¿son eficientes esos “programas sociales”? ¿”sacan”, como argumentan sus ponentes, a los pobres de la pobreza? ¿han hecho los políticos el “cálculo económico” de los programas sociales?
El tema de los “resultados”, de hecho, es evitado por los políticos porque hasta ellas y ellos saben que esos programas sociales no tienen impacto social, frecuentemente con efectos contrarios a los pretendidos.
Tercero, existe un aspecto sociocultural que los ponentes de estos programas, o no entienden, o no quieren entender, o se hacen “los locos”, y tiene que ver con un apoyo irresponsable tanto a la fertilidad como a la holgazanería.
La evidencia mostró, por ejemplo, que en los municipios en donde la administración Torres / Colom repartió dinero –de nuestros impuestos– las tasas de nacimiento se elevaron de una manera sin precedentes, y la demografía fue extrañamente elevada. El punto aquí es que esos programas sociales se convierten en incentivos perversos y enviaron y exacerbaron un nivel de irresponsabilidad paterna. “Tener más hijos” se convirtió en esos municipios en sinónimo de “más dinero”. Tampoco los defensores de esas políticas han comprendido que el “machismo” junto con la religión “obligan”, o condicionan, a la mujer a procrear más hijos, quienes se convierten en “piezas” indispensables para obtener más dinero, comida, o servicios sociales por la cantidad de niños que tienen.
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