Correa: Una mordaza -inaceptable y burda- a la libertad de expresión
De mil distintas maneras, aunque con un mismo y clarísimo objetivo político que puede resumirse así: establecer un discurso único; acallar las críticas; eternizarse en el timón del poder; y garantizar la total impunidad para sus líderes, hagan lo que hagan, incluyendo los episodios de la más abierta corrupción.
Ecuador es uno de esos países. Y su presidente, Rafael Correa, uno de los más duros y activos perseguidores de los medios y periodistas independientes. Para lo cual utiliza activamente las normas penales que tipifican la difamación. A punto tal, que cinco periodistas han sido ya condenados por difamación desde el 2008 y que otros 18 periodistas enfrentan -en los tribunales penales ecuatorianos- cargos similares.
Además, Rafael Correa impulsa una de esas conocidas “leyes de medios” (de matriz bolivariana, llamativamente común) en el Parlamento de su país, en procura de obtener autoridad para poder definir los contenidos mismos de los medios, acomodándolos a su gusto y paladar. Lo que supone ciertamente un intento de legalizar su objetivo real: el de establecer la censura.
El increíble caso del diario “El Universo” y de sus directivos y columnistas, perseguidos brutalmente y sin contemplaciones en un intento por quebrarlos, habla por sí mismo.
Pero allí no acaban las cosas. Correa procura asimismo reformular las normas electorales de modo que los medios se abstengan de realizar reportajes a los candidatos y políticos, dejándolos sin posibilidad de poder criticarlos por sus ideas, programas, iniciativas, opiniones o propuestas, por absurdas o peligrosas que ellas puedan ser. Sólo pueden, en tiempos electorales, tener abierta la vía de la publicidad. Ninguna otra. O sea no tienen posibilidad de opinar. La publicidad deberá hacerse además con fondos acotados cuantitativamente (esto es con “techos” de gasto), que serán escasos y estarán limitados.
Esto no sólo excluye a los medios de comunicación masiva de las campañas políticas, sino que también separa a los políticos de los medios. Les deja apenas, el recurso a las concentraciones políticas y al llamado “puerta a puerta”. Esta será la situación mientras, en cambio, el gobierno difunde, a través de los medios, sus puntos de vista, activamente y en todo momento.
Alcanzar así la popularidad e imagen pública reconocida, que todos los políticos procuran obtener deviene un esfuerzo ciclópeo. Así además se priva a la ciudadanía de una herramienta fundamental para seguir y entender en profundidad el proceso electoral, la de recurrir a los diarios y medios de comunicación masiva, dejándolos no sólo sin opinión, sino sin información, lo que es igual de grave.
Para el autoritario Correa, los debates políticos televisivos son absolutamente innecesarios. La prensa escrita también es prescindible. Mientras tanto, él aparece constantemente en las pantallas, monopolizándolas como si fueran suyas, en exclusividad, entonces. Agrandando su propia imagen e instalando su peculiar discurso, el que procura restringir las libertades fundamentales de los demás ecuatorianos. Peligroso camino, en extremo. Porque desemboca inevitablemente en el autoritarismo, según lo enseña la historia.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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