El riesgo de que haya tantos con ganas de ser presidente
El Colombiano, Medellín
Nada más fundamental que la alternancia, que para Winston Churchill es la que fecunda el suelo de la democracia. Tener de dónde escoger para dirigir al país y ojalá sus destinos también, cosa que parece haber sido borrada de la lista de obligaciones de los políticos, es una señal de que el sistema democrático, aunque no perfecto, goza de salud y vigor suficientes para ofrecer alternativas.
Celebro el privilegio de que podamos contar con abanicos presidenciales amplios y diversos y, por no vivir en China, Cuba, Ecuador o Venezuela, también la posibilidad de criticar las ideas y acciones con las que uno no está de acuerdo, así algunos lectores de mi columna que solo se leen a sí mismos, quieren que me calle.
Aunque falta mucho para las elecciones presidenciales, no deja de inquietarme que haya tanto "precandidato" que esté ejerciendo funciones en el Ejecutivo. No recuerdo un gabinete tan plagado de aspirantes a la banda presidencial como el actual y no me explico cómo hace un presidente para lidiar con tantos egos camuflados de ministro, pues un consejo de ministros debe ser más peligroso que un convite de caníbales. Tal vez por eso el presidente está tomándose las instituciones y entregándoselas a sus asesores.
No son pocas las carteras ocupadas por aspirantes fallidos, pero no resignados, a ser presidente, como las de Agricultura, Interior, el recién llegado al Ministerio de Trabajo, algunos de ellos expertos en la traición y el voltearepismo de alto calibre, y el más evidente de todos, el populista que fue elegido como vicepresidente, aunque no sea miembro del gobierno.
La política regional y local no está exenta de esta circunstancia, que así no sea prohibida no deja de ser riesgosa. El nuevo alcalde de Bogotá no se ha posesionado y no ha hecho sino hablar de un "proyecto nacional", que siembra sospechas de sus verdaderas intenciones. En Antioquia y Medellín han sido elegidos dos políticos valiosos que ojalá sean exitosos, pero que habían fracasado en sus intentos de ser presidentes y luego de ser vicepresidentes. Que aspiren a ser presidentes no tiene nada de raro ni ilegal, pero a algunos nos asalta la duda de si tienen claro que asumieron una responsabilidad con estas ciudades y regiones, pero no como instrumentos para otra cosa. No estoy diciendo que no quieran trabajar por estas ciudades y regiones, pero sería una seguridad para nosotros y para el buen nombre del ejercicio político que se comprometan públicamente a que no van a renunciar a dichos cargos antes de inhabilitarse para ser candidatos presidenciales.
El riesgo potencial es mejor cancelarlo desde ahora. En un país en el que el populismo es todavía el principal motor de un sector del electorado, y Bogotá es el mejor ejemplo de ello, pues se parece cada día más a Argentina, es necesario considerar el escenario en que un alcalde se dedique a "regalar" de todo, desde agua hasta quién sabe qué, para ganarse el voto de los insaciables ciudadanos que quieren todo regalado, así quiebren las arcas públicas y el problema le explote al que lo suceda. Esta mala costumbre también habita en jueces de altas cortes que "legislan" pensando en sus futuras campañas a la presidencia, no importa lo que le signifique al país sus fallos con tal de ganarse la simpatía de los electores comilones de derechos pero abstemios de deberes.
Candidatos, hagan su última promesa. Que sí querían ser ministros, vicepresidentes, alcaldes y gobernadores y no están buscando escampaderos y trampolines.
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