¿Somos muchos?
La Organización de Naciones Unidas estima que el lunes 31 de octubre arribamos a los 7 mil millones de habitantes en el planeta Tierra. Nos asustan insinuando que Guatemala peligra por una tasa de fertilidad alta, quizás tanto que no escuchamos cuando la representante de la UNFPA, Marcela Suazo, dijo que el efecto neto del crecimiento poblacional era incierto y que la juventud representa un valor.
Por ignorancia o para impactar, se alude a distintas tasas de fertilidad para nuestro país, entre 4.8 y 3.6. Dichas cifras superan la tasa de reposición a la cual la población permanece estable: 2.1. Cabe notar que, según Indexmundi, desde el 2003 este indicador ha disminuido de 4.67 a 3.27, un descenso significativo en tan sólo siete años. En otras palabras, nuestras conductas cambian y la pirámide poblacional guatemalteca podría invertirse antes de lo que los reportajes nos dan a entender.
Las advertencias sobre la sobrepoblación fueron emitidas por grupos de interés y gobiernos alrededor del mundo; se empleó el mismo tono alarmista que adoptó Paul Ehrlich en 1968 cuando publicó Population Bomb. Ehrlich predijo que en los setentas morirían millones de personas por hambre, enfermedad y otros males, pero sus predicciones, al igual que las de Thomas Malthus años antes, no se hicieron realidad. En Future Babble —Why Expert Predictions Fail and Why We Believe Them Anyway—, Dan Gardner argumenta que pasó prácticamente lo contrario de lo anticipado por Malthus y Ehrlich, debido a insospechados avances científicos y tecnológicos. Las predicciones usualmente no se cumplen, aunque estén basadas en verdades.
Holly Fretwell está de acuerdo con Gardner: las condiciones de vida de las personas mejoran en lugar de empeorar. Los recursos no se han agotado y hoy día son más limpios el aire y el agua, mientras más personas viven más años, son más sanos y más prósperos. Aumentos en la prosperidad se traducen en una demanda por calidad ambiental y métodos más eficientes para producir. La amenaza que pudiera significar una creciente población para ciertas especies animales, afirma Fretwell, tiene más que ver con pobres arreglos institucionales que exceso de personas. “Incluso la vida salvaje prospera cuando las instituciones son las correctas,” afirma la autora, señalando las ahora sanas poblaciones de rinocerontes en Sudáfrica, que estuvieron en peligro de extinción. En Kenia, en cambio, el rinoceronte aún sigue en la cuerda floja porque no se hacen valer los derechos de propiedad y el Estado de Derecho.
Fretwell y Gardner hacen eco de las enseñanzas de Julian Simon, quien solía retar a los pesimistas: ¿dónde están sus datos? Él se sentía seguro porque podía respaldar su optimismo con evidencia concreta. Simon escribió en 1995: “El más preciado recurso es el ser humano —especialmente jóvenes capacitados, voluntariosos y esperanzados, dotados de libertad— ellos aplicarán sus voluntades y sus imaginaciones para beneficio propio e, inevitablemente, para el beneficio del resto de -nosotros”.
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