Evo Morales cede ante la exigencias guaraníes
Evo Morales terminó capitulando -incondicionalmente- con los dirigentes guaraníes que, en nombre de su propio “pueblo originario”, le exigían dejar inmediatamente sin efecto la construcción de un controvertido tramo de una super-carretera bi-oceánica que atravesaba desaprensivamente el Territorio Indígena y Parque Nacional Isidoro Securé (TIPNIS), en el que ellos viven. Ignorándolos por completo, como si no existieran.
Jaquedado por las protestas guaraníes y plenamente conciente de que no tenía posibilidades de ganar esta batalla y, más aún, de que su continuidad en el tiempo podía debilitarlo aún más, Morales “izó bandera blanca”. Se rindió. La carretera no será ahora construida como Morales pretendía. Pero, además, los cocaleros no seguirán invadiendo el ámbito natural de los guaraníes que desconfían abiertamente de ellos y de sus actividades clandestinas que, no sin buenas razones, suponen que están vinculadas directamente con el narcotráfico.
Para Morales, que no sólo es presidente de Bolivia, sino que sigue siendo el “líder de los cocaleros”, la derrota es inmensa. Y absolutamente inocultable, desde que ha ocurrido frente a toda la población, que no ocultó nunca su abierta simpatía por la tenaz lucha pacífica de los guaraníes y que, además, se indignó genuinamente cuando la columna de los guaraníes fuera víctima fácil de una absurda e inhumana represión policial, apoyada por patoteros afines a Morales, cuando estaba en plena marcha de protesta, caminando hacia La Paz.
La debilidad y fragilidad de Morales tienen gravedad. Hasta el “Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu” (Conmaq), que había celebrado un “Pacto de Unidad” que resultó fundamental para que se materializara la reforma constitucional prohijada por Morales, considera ahora al “Pacto” aludido como terminado.
Las cinco organizaciones sindicales e indígenas que lo conforman se han disgregado. Cada una seguirá en más su propio camino. Al menos en el corto plazo. Ya no habrá apoyo conjunto e irrestricto a la gestión de Morales. La crisis es una realidad.
Rafael Quispe, que integraba el Consejo, al tratar de aclarar lo sucedido, fue particularmente explícito: “El Pacto de Unidad era para defender la democracia, era para instaurar el Estado Plurinacional, hoy no cumple esa función”. Nació en tiempos en que los dirigentes políticos de la “Media Luna” santacruceña soñaban con la posibilidad de una amplia autonomía. Las cosas han cambiado mucho. Ese sueño ha dejado de ser posible. El autoritarismo es la realidad.
Pero lo cierto es que Rafael Quispe tiene razón: ya no hay democracia que defender. Sino preocupación por el creciente despotismo de un Morales y los suyos (García Linera y el MAS), que ya no escuchan, ni consideran a los indígenas. Salvo que sean obligados a hacerlo por imposición inevitable de las circunstancias, como acaba de ocurrir con los reclamos de los valientes guaraníes.
Todo un cambio. En síntesis, Evo Morales parece haber perdido la confianza de su pueblo. Y no le será nada fácil recuperarla. La confianza se construye lentamente. Y se destruye en un instante.
A ello cabe agregar que la “Central Obrera Boliviana”, que también fuera un apoyo incondicional de Morales, se ha alejado de él. La sensación que las cosas transmiten sugiere que se ciernen sobre la administración de Morales tormentas varias, que han sido alimentadas por el desencanto y la frustración de su pueblo, que rechaza la corrupción y no se somete a la arrogancia. Esas tormentas, que deben tenerse como expresión de una creciente desesperanza, no serán fáciles de capear.
Emilio J. Cárdenas fue Embajador de la República Argentina ante las Naciones Unidas.
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