Una brújula para viajeros extraviados
Han tardado más en ubicar en el cerebro las fuentes del placer femenino que lo que le tomó a David Livingstone encontrar las cataratas Victoria en el corazón profundo de África.
Hace tan solo unos días un científico de la Universidad de Rutgers, en Estados Unidos, anunció que se había podido trazar un mapa de estos resortes sexuales, gracias a un experimento que se condujo con 11 mujeres dispuestas a ser las guías de un periplo vertical que comienza de cintura para abajo y sigue la ruta ascendente hasta la corteza cerebral. O viceversa. Porque ya se sabe que los entresijos del goce se pierden en la confusión de lo racional y el deseo puro y duro.
El experto de la prestigiosa facultad no es el célebre trotamundos británico de la era victoriana, pero con un nombre como el suyo, Barry Komisaruk, estaba condenado a hacer un descubrimiento. Y un laboratorio en el que convivían los juguetes eróticos para el estímulo y los escáneres que se encendían con los colores del deseo, le sirvió de vehículo para desentrañar la clave de ese otro gran misterio que ha sido el origen del orgasmo femenino.
Ahora hay un atlas que sigue la ruta de esta seda particular. Un triángulo de las Bermudas donde tantos exploradores se han extraviado, incluso han desaparecido, en la (a veces) infructuosa búsqueda de El Dorado. Y no es que las señoras no supiesen indicar el camino de los senderos que se bifurcan, pero no siempre los compañeros de viaje coinciden en el itinerario que debe seguirse. Dos amantes en una cama pueden acabar despeñándose en un road movie con precipicio.
Komisaruk es el Livingstone de la intrincada sexualidad femenina, descolgada, hasta ahora, de remedios socorridos como el Viagra. Esa pastilla azul como los sueños, capaz de engrasar la transparente mecánica del hombre cuando su andamiaje se oxida. En cambio, las mujeres han vagado mucho tiempo en el desierto de su geografía escondida, a la espera de un cartógrafo paciente que delineara los escurridizos pasajes no aptos para turistas accidentales.
Bien. Ya hay mapa que incluir en el Moleskine del erotismo femenino, donde pueden apuntarse los trayectos más propicios para llegar al destino deseado. Pero una cosa son las orientaciones científicas y otra bien distinta es hallar al espíritu aventurero que sepa leer la topografía más allá del semáforo de los jadeos. Es como viajar hasta París y perderse la esencia de sus bulevares.
Dice Komisaruk que la excitación física se propaga como un eco secuencial a través del cerebro. Y ahora, a partir de la ayuda de unas esforzadas voluntarias, hay rastros inequívocos de la memoria del placer. Así fue cómo este explorador de laboratorio se tropezó de frente con el orgasmo femenino. Un gran hallazgo para tanto viajero sin brújula.
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