Las lecciones del 9-11, diez años después
Se han cumplido diez años del peor golpe terrorista sufrido por EE.UU. en su suelo. Esto llevo a que en el último decenio, varios países realizaran grandes esfuerzos destinados a protegerse de aquel azote que evidencio tácticas desconocidas del terror yihadista contra una democracia y marco, inevitablemente, un punto de inflexión. Infortunadamente, los análisis y evaluaciones de esos patrones de conducta no han sido del todo eficaces al momento de predecir resultados futuros, ya que si bien a menor escala y sin la devastación que se manifestó en suelo americano, los ataques se volvieron a repetir años después en Londres.
Lo curioso es que en los meses previos al ataque, existía información sobre las células, sus miembros y los líderes de la trama del 9-11 todo estaba disponible para el gobierno de los EE.UU. antes del ataque. Las agencias de inteligencia habían detectado que los terroristas estaban estrechamente conectados entre sí de diversas formas. La investigación de la Comisión Nacional sobre Ataques Terroristas concluyó que, de haberse seguido correctamente las pistas que el gobierno disponía en aquel momento se podría haber desbaratado el plan. Y aunque la información tuvo luego muchos usos valiosos, se afirmo que no fue la adecuada para la detección y neutralización de los terroristas.
Lo que debe dejar como enseñanza el 9-11, es la necesidad de una mayor atención por parte de la seguridad y las agencias de inteligencia, tanto las estadounidenses como las europeas, quienes deben enfocarse en detectar y anticiparse al terrorismo. El aprendizaje debe ser continuo y dinámico, se debe estudiar y analizar los acontecimientos que rodearon los ataques para aplicar políticas apropiadas con el fin de neutralizar y suprimir el terrorismo, proteger a los ciudadanos y salvaguardar los valores de la libertad y la democracia.
Los detalles y la historia del 9-11 revelan que las autoridades federales pudieron tener la oportunidad para desentrañar la trama terrorista y, potencialmente, hasta evitar la tragedia. Dos de los terroristas que secuestraron y estrellaron el vuelo 77 de American Airlines ya estaban siendo investigados y considerados sospechosos por las autoridades federales en los días y meses previos al 9-11, y se conocía las relaciones entre ellos y su abierta militancia integrista en suelo americano.
Este artículo no tiene la intención de atacar a los miembros de las fuerzas de seguridad y las agencias de inteligencia que han trabajado y trabajan duro con las mejores intenciones ante aquella catástrofe, menos aun a quienes a diario enfrentan al terror yihadista. Por el contrario, es mi deseo ilustrar que la inteligencia preventiva y la recolección de datos en general nunca resulta contraproducente en la configuración de un plan de seguridad nacional que muchos países occidentales deberían tomar seriamente para neutralizar potenciales ataques terroristas.
La historia del 9-11 y los detalles de la fase previa (que luego se conocieron) proporcionan una visión tremenda sobre un hecho que pudo ser neutralizado e incluso impedido. No reconocer estos detalles y aprender de ellos agravaría la tragedia y permitiría futuros ataques. Es concreto que los investigadores deben utilizar la inteligencia para identificar los elementos terroristas que socavan las libertades. Sin la debida protección, EE.UU. y Occidente estarán expuestos a repetir la tragedia. La información que se desclasificó posteriormente indica que en enero de 2000, agentes encubiertos de la CIA asistieron a una reunión de militantes yihadistas en Kuala Lumpur, donde estuvieron presentes dos de los terroristas ejecutores del 9-11, Nawaf al-Hazmi y Khalid Al-Mehdhar. En marzo de 2000, la CIA informó que Nawaf Al-Hazmi partió desde Malasia en un vuelo de United Airlines a Los Ángeles y aunque no se detecto en el momento, Al-Mehdhar viajaba en el mismo vuelo. La CIA notifico al Departamento de Estado y al FBI, los dos sujetos eran conocidos por estar vinculados con Al-Qaeda y específicamente sospechados de participar en los atentados de 1998 contra las embajadas en Tanzania y Kenya. Pero se perdió la pista de los dos en territorio estadounidense. En enero de 2001, casi un año después de haber sido detectado en Malasia, Al-Mehdhar fue identificado por la CIA y el FBI como participe del atentado de octubre de 2000 contra el USS Cole, el ataque contra el barco estadounidense en Yemen que mató a 17 miembros de la tripulación y dejo un saldo de 300 heridos. Incluso con este nuevo elemento, no se actualizo la búsqueda de Al-Mehdhar, su identidad o paradero se desconocía luego de arribar a Los Ángeles. Al-Mehdhar reapareció dentro de los EE.UU. en Nueva York el 4 de julio de 2001 solicitando un pedido de visado que le fue concedido porque “nadie lo estaba buscando.”
El 21 de agosto de 2001, un oficial del FBI especialista en células organizadas por Ben Laden para penetrar EE.UU comprendió que algo estaban tramando Nawaf Al-Hazmi y Al-Mehdhar e informo al Servicio de Inmigración. El 22 de agosto de 2001, el INS respondió la información del oficial del FBI concluyendo que Al-Mehdhar todavía podría estar en el país. El FBI tenía allí una razón válida para abrir un caso contra estas dos personas conectadas a la investigación del atentado al USS Cole. Pero demoro en hacerlo. Los esfuerzos para localizar a Nawaf Al-Hazmi y Al-Mehdhar se hundieron en la confusión dentro del FBI. La búsqueda de Al-Mehdhar fue asignada a un grupo de sus agentes y se les dieron 30 días para trabajos de inteligencia y abrir un caso si eran localizados. Si se hubiera localizado y detenido a Al-Mehdhar y a Nawaf Al-Hazmi muy posiblemente se podría haber neutralizado el ataque del 9-11. Los terroristas no tomaron ninguna medida significativa para cubrir sus identidades ni ocultaron sus actividades. Estaban ocultos a plena vista. Tenían tarjetas de crédito, cuentas de correo electrónico, licencias de conducir, cuentas bancarias y seguro social, usaron sus nombres verdaderos para tomar clases de piloto aéreo para obtener sus licencias al igual que para abrir una cuenta de banco en New Jersey; Al-Hazme, tenía incluso un vehículo matriculado a su nombre. Mohammed Atta registraba a su nombre también un Pontiac Grand Prix en la Florida con domicilio en el 4890 de Venice Street; Ziad Jarrah registró su Mitsubishi Eclipse también a su nombre. Doce de los terroristas tenían licencias de conducir o tarjetas de identificación de Florida y Virginia y estuvieron interconectados en todo momento. Vivieron juntos, compartieron cuentas bancarias y números de viajeros frecuentes; utilizaron tarjetas de crédito para hacer las reservas de sus vuelos y hasta dieron los números de sus teléfonos reales. Al-Mehdhar y Nawaf Al-Hazmi vivieron juntos en San Diego, Hamza Al-Ghamdi y Mohammed Al-Shehri alquilaron cajas de correos durante un año en North Miami Beach, Florida; Hani Hanjour y Majed Moqed alquilaron un apartamento juntos en el 486 de Union Avenue, New Jersey. Mohamed Atta vivió con Marwan Al-Shehhi en el Country Hamlet, en Palm Beach. Más tarde, se registraron juntos en el hotel Panther en Deerfield Beach. Cuando Ahmed Al-Neme solicitó su tarjeta de identificación en la Florida proporciono la misma dirección que utilizaban Nawaf Al-Hazmi y Said Al-Shehri y compro billetes de avión utilizando la misma dirección y número de teléfono que Waleed Al-Shehri (su hermano). Abdulaziz Al-Omari compró su billete a través de la página web de American Airlines con el número de viajero frecuente de Mohammed Atta, con la tarjeta Visa y la dirección de Atta (la misma dirección utilizada por Marwan al-Shehhi). Si bien estos son ejemplos abundantes de la interconexión de los terroristas del 9-11, existen numerosas pruebas de sus conexiones permanentes y su accionar como célula infiltrada en suelo americano que seria abrumadoras describirlas.
Este artículo no pretende desmerecer las agencias de inteligencia estadounidenses ni europeas. Pero uno debe preguntarse “como” con tantos rastros y huellas que ofrecieron y dejaron en su andar los terroristas no se pudo neutralizar el fatídico 9-11: Entonces, ¿cómo se hace para encontrar a los malos?
La búsqueda de los terroristas debe comenzar con información útil y toda información lo es antes de descartar lo que no sea relevante, deben investigarse los datos disponibles hacia un mayor y mas amplio conocimiento de movimientos de personas que abiertamente se identifican como adherentes al integrismo radical, y esta debe ser la enseñanza que infortunadamente debe dejar tamaña tragedia ocurrida en los EE.UU. De lo contrario, nadie puede aseverar que no ocurrirá algo así nuevamente en New York, Paris, Roma, Moscú o Madrid. La apatía, la negación, el despilfarro de recursos que a menudo vemos por parte de la dirigencia política Occidental pueden abrir la puerta no solo a la violación de las libertades, sino a crímenes masivos que tanto Europa como los EE.UU. no deberían ignorar. La inteligencia y los recursos para detectar y adelantarse a futuros actos de terrorismo debería ser tomada muy en serio. Si hay una lección que aprender del 9-11, no es muy innovadora, y es que se debe permitir investigar de manera eficiente y acceder a toda la información necesaria de personas sospechadas de actividades ligadas al yihadismo sin anteponer costos o réditos electorales ni creer que ese accionar investigativo viola ningún derecho de tal o cual persona, sea o no inmigrante. Así, se estará asegurando la libertad y la vida de ciudadanos y contribuyentes honestos. En caso contrario, se estará abriendo una nueva ventana al accionar del terror.
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