Los cuatro desafíos económicos de la Argentina que viene
El 23 de octubre se llevará acabo la elección nacional para que los ciudadanos de nuestro país elijan a las autoridades que conducirán el futuro de nuestra nación durante los próximos cuatro años.
Cualquiera sea el ganador de la competencia final en el mes octubre, o en noviembre, si se llega a la segunda ronda, deberá enfrentar cuatro desafíos económicos inevitables.
El primero tiene que ver con la tasa de inflación. Esta ultima que está alrededor del 25% anual, en mediciones independientes y no en las maquilladas estadísticas del Indec, obligará a un esfuerzo sistemático de la próxima administración para llevar la tasa de inflación a niveles semejantes a nuestros vecinos. El objetivo central de cualquiera que sea el mandatario, será evitar su espiralización.
Las tendencias que están operando de aceleración tanto de la emisión monetaria como el gasto fiscal, así también como la política de ingresos, pre anuncian un nivel más elevado de inflación, y ello pondrá en la agenda esta temática como un requisito esencial para reestablecer cierta previsibilidad en la sociedad y en la economía argentina.
Aun cuando se tratara solamente de evitar que esa inflación espiralice y estabilizarla a niveles del 25 y 30%, dado los desequilibrios y la dinámica en la que estamos sumergidos, ello requerirá un esfuerzo constante y significativo.
El segundo aspecto que condiciona y alimenta el primer tema, es que el país ha entrado en déficit de cuenta corriente, en el balance de pagos. Esto ocurrió a pesar de las fabulosas circunstancias internacionales que la Argentina disfruta desde hace más de ocho años, dado que nos vimos favorecidos por la notable apreciación de las monedas de nuestros países vecinos, por las tasas de interés sumamente bajas a nivel mundial, así como altísimos precios para las commodities que exportamos. Todas estas circunstancias, aun actuando en conjunto, no pudieron evitar que el deterioro de la situación externa condicione fuertemente las opciones de políticas hacia el futuro.
En ese ámbito cabe señalar que el mecanismo que atenuó la altísima tasa de inflación, el retaso cambiario, por la mencionada debilidad del sector externo y por la vulnerabilidad de su situación de reservas, no estará disponible hacia adelante. Es inevitable destacar, que no podrá formar parte de la programación del próximo gobierno incurrir en un mayor nivel de sobrevaluación de la divisa extranjera, como tampoco podrá acelerarse la tasa de inflación como mecanismo de corrección. En ambos casos se estaría acumulando un problema de mayor gravedad para nuestro futuro.
El tercer punto que subyace detrás de la inflación y de los desequilibrios externos, siendo su variable explicativa, es el desequilibrio fiscal. Esto se da a pesar de los extraordinarios niveles de recaudación y una excepcional alza en la presión tributaria. Ese crecimiento del gasto tiene un elemento estructural y desestabilizador que el es nivel creciente de los subsidios y de las erogaciones debidas al cambio del sistema de seguridad social.
Por último, y uno de los grandes desafíos de cara al futuro, es avanzar hacia el predominio del trabajo formal. La Argentina no podrá recurrir en el futuro como lo ha hecho en las últimas dos administraciones kirchneristas a aumentos de imposición laboral. Esos impuestos se traducen en una distorsión que fomenta el problema del empleo informal. Eso obliga a pensar en instrumentos diferentes de los que hasta ahora se han utilizado para lidiar con esta problemática.
El empleo informal como el desempleo son lacras en nuestra sociedad, que no deberían ser agudizadas por las urgencias del corto plazo. Por eso cualquier programa de gobierno de consolidación fiscal, de abatimiento inflacionario, de normalización del sector externo, deberá partir de la base conceptual, que el sector laboral debe atenuar la carga tributaria que implica su empleo, y deberá al mismo tiempo encontrar una herramienta que por el contrario fomente el proceso de integración social que está asociado al empleo formal.
Esos dilemas estarán en el corazón de las definiciones de política económica del gobierno que vamos a elegir en las urnas.
Este análisis procura que el debate de los cuatro problemas este en el centro de las razones por la cual deberá elegirse uno u otro candidato. ¿Cómo se frena el proceso inflacionario? ¿Cómo vamos a corregir los desequilibrios externos? ¿Cómo vamos hacer para encauzar el desorden fiscal? ¿Cómo se normalizará el mercado laboral? Ninguno de estos interrogantes puede ser soslayado.
La respuesta no puede ser la omisión de los pagos a los juicios de los jubilados como desgraciadamente ocurrió durante los últimos ocho años.
Por el contrario, una actitud responsable y sensata en la resolución de estos cuatro desafíos, le permitirá al país aprovechar la circunstancias internacionales favorables y obtener como fruto un desarrollo económico sostenible.
El autor es economista y ex candidato a Presidente.
- 23 de julio, 2015
- 4 de febrero, 2025
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