Autonomía o nueva dependencia
El Colombiano, Medellín
Esta semana en una reunión en Washington sobre América Latina, un fogoso e ideologizado funcionario del gobierno uruguayo que dice pertenecer a la "nueva izquierda", lo que eso signifique, si es que eso significa algo, planteaba extasiado que América Latina ya no dependía como antes de los EE.UU. y sobre todo, que "ya no le importaba lo que pensara EE.UU.".
Una parte de la audiencia, embalsamados los unos e insepultos los otros, aplaudieron a rabiar, como si el sueño de los creyentes en la "Teoría de la Dependencia" se viese cumplido al fin, y adicionalmente podían celebrarlo en plena capital del "imperialismo yanqui". Insinuaba el soberbio panelista que América Latina había podido progresar en esta década gracias a haber reducido de manera significativa su vinculación comercial con EE.UU. y encontrado una alternativa en el intercambio comercial con China.
Pero la satisfacción casi orgásmica del precoz funcionario y la de sus envejecidos seguidores, por haber logrado supuestamente el nirvana de la mamertera suramericana que ahora anda reencauchada en varios sitios del continente disfrazada de "progres", denotaba que pensar con el deseo no es pensar y que parecen haber olvidado, o nunca haber aprendido, que el "cómo" se consiguen los objetivos puede anular por completo el supuesto triunfo, y aunque en apariencia se haya logrado una transformación, la realidad sólo haya cambiado de escenario y de actores, pero se sigue actuando en la misma obra. No significa que haber encontrado en China un mercado nuevo sea malo, aunque es lamentable que América Latina continúe vendiendo principalmente materias primas básicas como hace siglos, pero es que cambiar de amo no significa que se obtuvo la libertad. La libertad realmente se manifiesta cuando se tienen alternativas simultáneas, no secuenciales.
Estos despistados, ahora en el poder, no se han dado cuenta de que depender de China no es menos peligroso que depender de EE.UU. Incluso puede ser peor. EE.UU. no es un santo varón, y eso no hay que explicarlo, pero con ellos compartimos valores que no son asuntos menores como la democracia, la libre empresa, la participación política, la transparencia, los derechos humanos, laborales y ambientales, por mencionar algunos.
¿No se les ha pasado por la cabeza a estos genios que el patrón de comercio que se está estableciendo con China, en parte, lo que va a garantizar es que este subcontinente definitivamente no se monte tampoco en este siglo en el tren del valor agregado? ¿Y ahora cómo van a culpar a los "yanquis" de la pobreza institucionalizada?
Como están las cosas, tal vez la verdadera medida de la capacidad del gobierno chino para dirigir su economía no sea cómo la hace crecer, sino cómo hace para que no crezca tanto. Pero a causa de la debilidad de la economía mundial y de algunos problemas estructurales del modelo chino que no es momento para mencionar, no es una locura pensar en dicha reducción. Así sea pequeña, para ellos, los efectos secundarios en algunas economías, especialmente en las de la "nueva izquierda" serán muy significativas. Por eso es que lo que las circunstancias deben generar es una reflexión de cómo aprovechar las oportunidades que brinda el poder sumar, no reemplazar, cómo construir un patrón de comercio diversificado y por fin una relación madura y no de limosneo con los EE.UU., que también deberá atender a América Latina si no quiere que China le siembre su patio trasero.
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